Élida Pintos de Almeida –es un apellido compuesto, aclara, no vaya a creer que es chapada a la antigua– tiene 63 años y hace cinco meses que volvió a ver lo que no imaginaba. El 7 de marzo se operó de cataratas del ojo derecho y, alegre, cuenta que con una sola vista ya puede ver el celular y hasta enhebrar una aguja: “Me parecía que veía el universo. Me senté en el frente de mi casa y empecé a ver las piñas de los pinos”, recordó horas antes de operarse su ojo izquierdo. Élida es oriunda de Salto y, acompañada por su hermana, Nelsa, era una de las más de 40 personas que aguardaban el miércoles, en la terminal Tres Cruces, el ómnibus que las llevaría al Hospital de Ojos José Martí. Por medio de un convenio con UCOT y luego con la Asociación Sindical de Cooperativistas y Obreros del Transporte, el ómnibus transporta de lunes a viernes, a las 7.00, desde hace casi diez años, a los pacientes del interior del país que llegan a Montevideo para atenderse en el Hospital de Ojos, que se encuentra dentro del Hospital Saint Bois y que depende de la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE).

Unos 45 minutos después, los pasajeros descendieron del ómnibus con sus bolsos; salvo los que iban a hacerse un estudio por el día –como Óscar, de 65 años, de Carmelo, que iba a tomarse la presión para controlar su glaucoma–, la mayoría tenía previsto quedarse, puesto que quienes se operan tienen que controlarse a las 24 horas. Quienes no tienen casas de familiares que los hospeden se quedan en la sala Tarará, ubicada en el hospital, que tiene cupos para diez pacientes y sus respectivos acompañantes. Algunos fueron a policlínicas y a las áreas en las que les hacían estudios diagnósticos y otros al preoperatorio inmediato, en donde les toman la presión, les inyectan suero o medicación si es necesario (depende de si tienen otras patologías); con una cinta en el brazo y una cruz encima de la ceja, se indica cuál es el ojo a operar. La cirugía es con anestesia local. La salida no es para nada traumática. En la sala del posoperatorio estaba Celma Calvette, de Cerro Largo, una de las primeras operadas del día que al igual que Élida, había ido a la pesquisa que los médicos cubanos hicieron en su ciudad. Con rastros de yodo alrededor del ojo vendado y feliz de la vida, contó que le había rogado a santa Lucía que la operara la misma doctora que la otra vez, cuando se había operado el ojo derecho. “Soy devota de santa Lucía, obvio, soy chicata desde que nací”, acotó, y mencionó su condición de miope, a la que luego se le sumaron las cataratas.

Traslado de pacientes desde Tres Cruces al Hospital de Ojos José Martí

Traslado de pacientes desde Tres Cruces al Hospital de Ojos José Martí

Foto: Federico Gutiérrez

Conquistas

Mientras algunos esperaban por la cirugía y otros salían de ella, en los pasillos, llenos de gente, se distribuía café y té. Esa fue una iniciativa de la Comisión de Apoyo Local, integrada por representantes de los usuarios; había quienes habían salido hacía mucho rato desde sus casas, como Rodrigo, de 34 años, de Rivera, que había salido de su ciudad a las 22.30 del día anterior y que había llegado a las 5.30 a Tres Cruces. Otra de las cosas implementadas por los usuarios fue la de poner música funcional en los pasillos para amenizar la espera. Rossanna Carrasco y Beatriz Trejos son dos de esas representantes de usuarios, aunque ni siquiera se atienden en el hospital. Su militancia arrancó a fines de 2007, cuando el conflicto de los oftalmólogos uruguayos retrasó el inicio de las operaciones lideradas por los cubanos y se movieron en diferentes ámbitos hasta lograr la primera cirugía. Desde entonces, han trabajado para facilitar la asistencia, desde ir a Tres Cruces con carteles que decían “Hospital de Ojos” hasta lograr el convenio con el gremio del transporte para hacer viable el traslado de pacientes; con parte de fondos recaudados por la comisión, se ampliará la capacidad del block quirúrgico. Las referentes defienden el trabajo del hospital y que atienda gratuitamente a usuarios de ASSE y de centros con los que el hospital tiene convenios –como el Banco de Previsión Social, los hospitales Policial y Militar, entre otros–, porque además de devolver la visión, ha mejorado su calidad de vida, puesto que la restricción visual tiene consecuencias en otros planos.

Eso bien lo sabe Nadia, una chica de 28 años oriunda de Artigas, que regresó a Tres Cruces en el ómnibus que partió a las 11.50 rumbo a la terminal. Hace dos años que Nadia va al Hospital de Ojos. “Cuando llegué estaba ciega, veía todo oscuro, negro, por la retinopatía; te sangra el ojo y se tapa toda la visión, veía como si tuviera un vidrio pintado de rojo, oscuro, no entraba la luz”, rememora. Nadia es diabética y a causa de eso tiene retinopatía (la diabetes deterioró los vasos sanguíneos, que irrigan la retina), pero además tiene glaucoma (ocurre cuando aumenta la presión del líquido que está dentro de los ojos, y lesiona el nervio óptico). “Cuando llegué acá no caminaba sola, andaba con mi padre, siempre andaba agarrada de alguien. Esos dos años estuve prácticamente quieta, para no caerme ni nada”, agrega. Le han hecho nueve operaciones; no ve del ojo izquierdo porque hace unos meses tuvo desprendimiento de retina, pero acota que se lo siguen cuidando para intentar recuperarlo. Sí aumentó la visión del ojo derecho, con el que tiene una visión de 10%, pero acota que el miércoles le probaron los lentes y, con ellos, el porcentaje aumenta a 50%. Ahora logra ver tres metros hacia adelante, ya puede caminar sola y pronto piensa retomar sus estudios de Magisterio; cursaba cuarto año cuando, de golpe, empezó con los problemas.

Hospital de Ojos José Martí

Hospital de Ojos José Martí

Foto: Federico Gutiérrez

El hospital tiene tantas historias que son imposibles de contar. La recorrida que habilitó ASSE el miércoles no tuvo restricciones y permitió a los periodistas ingresar a los consultorios. En uno de ellos, Mirtha, de 78 años, conversaba con la doctora Andrea Fernández, encargada del departamento de Glaucoma y jefa de block quirúrgico. La doctora le informó que la enfermedad no había avanzado y Mirtha respiró aliviada. Tiene un glaucoma bastante agresivo, dijo Fernández, que ya no respondía a la medicación para bajar la presión. Fue entonces cuando la oculista del Hospital Filtro la derivó al Hospital de Ojos. Le pusieron una válvula en un ojo: “Lo que uno intenta con la cirugía de glaucoma es crear como un drenaje, porque el drenaje de ella está todo tapado y hace que el líquido no tenga por donde fluir y la presión sube”, detalló la médica. Después de controlar la presión, la operaron de cataratas. Además, le sacaron la catarata que tenía en el ojo derecho, en el que también le colocaron un dispositivo para mantener la presión. Con todo eso, logró una leve mejoría de su visión; si no se hubiera operado, hubiera quedado en la ceguera. Mirtha dice que no tiene palabras para describir la atención que recibió; no importa, la comunicación gestual con su doctora lo dice todo.

Fernández valoró que el hospital le permite ofrecer a los pacientes de ASSE “la mejor tecnología y los mejores procedimientos que hay en Uruguay para tratar el glaucoma”, y el hecho de no tener limitaciones en el tratamiento le da tranquilidad, aseguró.

La última tecnología se incorporó también para el tratamiento de cataratas, que comenzó con cirugías convencionales y desde hace un tiempo incorporó una técnica moderna, la facoemulsificación con lente plegable, precisó Medina. También hace cirugías refractivas (con tecnología láser) para miopía, astigmatismo e hipermetropía en pacientes que tienen entre 21 y 55 años, en convenio con el Banco de Previsión Social, y hace seis meses empezó a hacer cirugías del queratocono, que es una enfermedad que tiene que ver con un astigmatismo que “deja a los jóvenes con muy baja visión y hasta ahora siempre tenían que ir al trasplante de córnea”, informó Medina.

Hospital de Ojos José Martí

Hospital de Ojos José Martí

Foto: Federico Gutiérrez

Hasta ahora, el hospital ha hecho 77.234 cirugías; 50.000 de ellas son de cataratas, y lleva 183.807 usuarios pesquisados. Hace, además, pesquisas a niños de la zona y participa del Programa Nacional de Salud Ocular para niños; técnicos cubanos hacen la tarea de cortar y montar las lentes para niños allí en el hospital. Desde 2009, el centro forma recursos humanos, incluso en la parte quirúrgica, imprescindible para que las nuevas generaciones puedan atender la demanda y “disminuir la brecha generacional, que es lo que llevó a la creación de este centro”, concluyó Medina.

¿Qué le falta mejorar al hospital? “A veces pienso que hay mucha gente para atender. No sé a cuántas personas atenderán por día, pero a veces hay que esperar mucho”, relata una paciente. El atraso era grande; todavía falta por hacer, y por volver a ver.

Entre cubanos y uruguayos

Se inauguró en noviembre de 2007, con el apoyo de oftalmólogos cubanos, y se ha renovado desde entonces. Según detalló la directora del hospital, Sandra Medina, el centro tiene 200 funcionarios; 40 son oftalmólogos uruguayos (12 de ellos son residentes, es decir, médicos que están cursando la especialidad de oftalmología). Hay, además, 22 brigadistas cubanos, que se hospedan en el hospital; entre ellos hay nueve médicos: dos oftalmólogos especialistas en cirugía de cataratas, un especialista en cirugías refractiva, un especialista en retina, un especialista en cirugía plástica ocular, un oftalmólogo clínico, un especialista en medicina interna, un médico general especializado en medicina familiar y un especialista en anestesiología y reanimación, tal como detalló uno de los médicos, Yairán Nergrín. Según informó, el personal médico viene por tres años y el técnico y de enfermería por dos años; cuando se va un equipo, llega otro. ¿Qué recibe el gobierno cubano a cambio del trabajo que hacen en Uruguay? “Es un proyecto puramente humanitario”, respondió Negrín, que remarcó la “satisfacción invaluable” que produce devolver la visión a quienes tienen menos recursos económicos.