A pocos días de terminar la segunda administración de Tabaré Vázquez, que es reconocido a nivel mundial por la lucha contra el tabaco que inició en 2006, las autoridades de gobierno repasaron este jueves los aciertos de la política antitabaco –que provocó que 300.000 personas dejaran de fumar– y los puntos en los que hay que seguir trabajando para disminuir el consumo. Uruguay se ha caracterizado por seguir al pie de la letra la mayoría de las estrategias dispuestas por el Convenio Marco para el Control del Tabaco de la Organización Mundial de la Salud: protección de la exposición al humo de tabaco: aumento impositivo; regulación de los productos (que le valió el juicio internacional de la tabacalera Philip Morris), del empaquetado (Uruguay y Canadá fueron los primeros países en tener el empaquetado neutro) y de la publicidad; apoyo para dejar de fumar; educación sobre el tema.
Enrique Soto, director del Programa Nacional para el Control del Tabaco del Ministerio de Salud Pública (MSP), destacó que según la Encuesta Continua de Hogares de 2018 del Instituto Nacional de Estadística, la prevalencia del consumo de tabaco (consumidores diarios) se sitúa en 19,4%, mientras que antes de 2006 era difícil que bajara de 30% (rondaba el 33%); en las ediciones de 2009 y 2017 de la Encuesta Mundial de Tabaquismo en Adultos (GATS, por su sigla en inglés) esa proporción se situaba en 25% y 21,6%, respectivamente.
El mayor descenso se ha dado en la franja etaria de 15 a 24 años y se atenúa a medida que aumenta la edad. El descenso ha sido mayor entre varones. La venta ha caído en el año 2000, cuando las cajillas declaradas para la determinación del Imesi fueron 174 millones, mientras que en 2018 fueron 97 millones. Pero el éxito no ha sido total: se mantuvo estable la venta de paquetes de tabaco para armar, al igual que el comercio ilícito, que rondó el 12% en 2017, cifra idéntica a la de 2009. Soto agregó que a lo largo de estos períodos hubo 60.000 inspecciones a locales para constatar que estuvieran libres de humo de tabaco; las infracciones abarcaron alrededor de 10% pero “cada vez son menos”, acotó.
Ana Lorenzo, integrante del Programa Nacional para el Control del Tabaco del MSP, destacó que entre 2009 y 2017 la exposición al humo de tabaco en los lugares de trabajo cayó de 16% a 11%, de 29,2% a 20% en el hogar, y hubo un “descenso espectacular” en ámbitos universitarios, en donde se redujo de 27,5% a 11,3%; no obstante, creció de 5,4% a 6,1% en el transporte público.
Prevalencia de fumadores de 14 a 64 años de edad
Recomendaciones
Hay margen para mejorar y para evitar el estancamiento. Lorenzo recomendó diseñar intervenciones específicas para abordar a las mujeres y a la población de bajo nivel socioeconómico, puesto que ambos grupos muestran que tienen un mayor consumo y hay que estudiar qué factores lo están determinando, expresó.
En la encuesta GATS 2017, 72,9% de los fumadores respondió que planea dejar de fumar en algún momento y, de ellos, 10% dijo que quería hacerlo ya mismo. Por eso sugirió aumentar y fortalecer los programas de cesación. Señaló que la encuesta de 2017 relevó que en el equipo de salud no todos están cumpliendo en dar consejos de dejar a quienes se manifiestan fumadores y brindarles apoyo o derivarlos a quien los pueda ayudar: según el relevamiento, sólo 76% del equipo de salud le había preguntado a sus pacientes si fumaban y sólo 50% recomendaba dejar de fumar. “Debemos sensibilizar a los profesionales para que intervengan más”, comentó Lorenzo, que apuntó la necesidad de aumentar la accesibilidad a los tratamientos.
Por otra parte, aconsejó regular el uso de aditivos y saborizantes en los productos de tabaco; puntualmente, expresó que debería prohibirse todo lo que aumente el sabor, porque hace que estas sustancias sean más adictivas y más atractivas. A la vez, advirtió sobre el riesgo de fumar tabaco en sus nuevas presentaciones, como los cigarrillos electrónicos, que también representan riesgos para el consumo, por explosiones que puedan provocar y enfermedades respiratorias (algo que que ha sido documentado por el centro de control de enfermedades de Atlanta, Estados Unidos). En cuanto a los impuestos, señaló que habría que diseñar una estrategia para dejar instalado un mecanismo de aumentos, y no tener que decretarlo cada vez.
Mirada interdisciplinaria
Para entender más sobre el tema, el programa del MSP encomendó un análisis a un equipo de sociólogos. Asumieron la tarea Franco González Mora y Marcia Barbero; ambos tienen formación en sociología y trabajan en la Unidad de Sociología de la Salud de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República. González presentó este jueves los resultados, que fueron reunidos en el libro El control del tabaco en Uruguay en perspectiva histórica. El trabajo se apoyó en 30 encuestas oficiales hechas desde la década de 1990. Repasó el descenso que se produjo a partir de 2006, pero señaló que “hay un núcleo duro de fumadores crónicos” y que es un “desafío para el Estado pensar otras estrategias y otros métodos que estimulen a la población fumadora a dejar de hacerlo”.
Mencionó también la “feminización del consumo de tabaco”, que se da porque las mujeres fuman más y los varones menos. Dijo que para explicar este comportamiento no alcanza con la “teoría de la convergencia de género” de la socióloga María Luisa Jiménez Rodrigo, que asocia la disminución de la brecha entre fumadores mujeres y varones con el avance de la equidad de género, en el sentido de que se equiparan los hábitos y estilos de vida de varones y mujeres. Dijo que esa teoría puede habilitar interpretaciones erróneas porque “asume que no hay nada de específico en la experiencia de las mujeres con el tabaco y las definen como meros imitadores de los varones”. Dijo que se necesitan más estudios que den cuenta del fenómeno desde una perspectiva de género, y que en eso están trabajando en este momento con el programa del MSP y la Comisión Honoraria para la Salud Cardiovascular.
Además de destacar el descenso del tabaquismo entre los más jóvenes, González valoró que en 2006 más de 30% de las personas de entre 14 y 64 años residían en hogares en los que se fumaba adentro al menos una vez por semana, y que en 2018 esa proporción cayó a 8%.
La publicación detalla que “existen aspectos psicológicos, sociales y culturales asociados al acto de fumar que confluyen en que la práctica continúe siendo socialmente aceptada” y puntualiza que “la hegemonía del paradigma médico-clínico y psicológico en el abordaje del tabaquismo ha tornado complejo poner de relieve las dimensiones sociales y culturales que determinan que el consumo de tabaco sea una actividad socialmente significativa”. Los autores proponen promover “miradas interdisciplinarias” que complejicen el paradigma hegemónico en materia de salud pública “que en ocasiones podría considerarse algo reduccionista en su atribución de responsabilidad casi exclusiva al individuo para el logro de cambios en sus comportamientos vinculados a su salud”. Entonces, sugiere “no subsumirse al paradigma prohibicionista”, lo que podría habilitar acciones orientadas “a la reducción de riesgos y daños” que podrían ser “más efectivas en un contexto en el que la reducción del consumo de tabaco parece haber alcanzado un nivel donde la mayoría de los consumidores son fumadores crónicos”, entre los que “la política de corte prohibicionista parece haber llegado a su techo.
Bien común
El historiador Gerardo Caetano comentó el libro El control del tabaco en Uruguay en perspectiva histórica y, de paso, el proceso de la lucha antitabaco. Dijo que Uruguay es un “país laboratorio”, que construyó una forma especial de asumir la lucha contra el tabaco. Recordó cuando el dueño de un restaurante desafió públicamente el decreto de la prohibición de fumar en lugares públicos cerrados, prendió un cigarrillo y dijo que no acataría la norma. Expresó que lo que estuvo en debate fueron dos concepciones diferentes de la libertad: “hacer lo que yo quiero” versus “la libertad para construir bien común”.
Dijo que fue una lucha de poder, como también lo fue la “batalla internacional” que libró Philip Morris contra Uruguay, y que triunfó una política que “defendía este concepto republicano de la libertad, que no transfiere al mercado las grandes tareas de definir bienes y recursos”. Evaluó que este proceso necesita un nuevo impulso, porque el abatimiento ha sido menor en el último período. Pidió “fuerza y convicción en la implementación” y “voluntad política, pero en concordancia con la sociedad civil organizada y activa, porque no lo resolverá sólo “dios mercado” ni una “política estatista” por sí sola.
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