“¿Van casa por casa?” preguntó un muchacho que detuvo su moto frente a donde estaban el personal médicos y de enfermería de la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE). “No. Hay sorteo”, respondió uno de los médicos. El muchacho agradeció y volvió por el lado que venía. Esta mañana el personal de ASSE hizo testeos en los dos asentamientos del eje de la ruta 8 (en Montevideo) que tienen casos confirmados de covid-19, algo que habían anunciado las autoridades el viernes 24, cuando informaron de estos casos.

Dos médicos y una licenciada en enfermería que trabajan en la Red de Atención Primaria (RAP) Metropolitana de ASSE tenían anotado a qué casas irían; para que la muestra fuera representativa, a través de Google Map habían seleccionado aleatoriamente las manzanas y las casas que visitarían (para moverse dentro de la manzana dejaban cuatro casas sin visitar entre una y otra en las que sí golpeaban). La médica golpeó en una casa. Salió una mujer. Le explicó que estaban haciendo test diagnósticos en el barrio para conocer la situación del barrio, y que esa casa había sido sorteada. Le explicó que molestaba la toma de la muestra, pero que no dolía, y que se la podían hacer a todos los integrantes del hogar que quisieran, siempre y cuando fueran mayores de cinco años. “Tienen derecho a decir que no, nadie se ofende y no pasa nada”, le aclaró la médica, en tono ameno. La mujer no lo dudó ni un segundo; dijo que vivía con su esposo y sus dos hijos, y que podían hacérselo a todos. La doctora les anunció al enfermero y a la enfermera que tomaban las muestras que se prepararan para hacer cuatro test. Ambos estaban vestidos con un mameluco blanco, tenían barbijos, guantes y zapatones. Empezaron por ponerse la gorra de ese mameluco, y encima se pusieron una sobretúnica celeste, otro par de guantes y una máscara de plástico. Ingresaron a la vivienda, a donde ya habían entrado la médica y la licenciada en enfermería. Unos minutos después salieron con las muestras, las guardaron en bolsas que colocaron en una conservadora y comenzaron a sacarse lo que se habían puesto poco antes y lo desecharon en una bolsa roja, para residuos hospitalarios. Frente a cada casa que visitaron, se colocaron y quitaron los equipos de protección personal, que desechaban a excepción de la máscara de plástico, que lavaban con alcohol.

Buena parte de las puertas que tocaron les abrieron y quienes los atendieron aceptaron hacerse el test. El testeo “está pensado como una salud colectiva del barrio” y sigue un criterio académico, científico, le dijo la médica a otro vecino que pidió si le podían hacer el test, porque él colabora con la asistencia que está dando el barrio a quienes menos tienen y está muy expuesto. Le recomendó que lo solicitara en la policlínica, y que seguramente se lo harían. Lo que ocurre es que si los test no siguen el criterio aleatorio, el resultado puede tener sesgos, tanto por si la persona está poco o muy expuesta. El tamaño de la muestra de estos testeos aleatorios que se hicieron en estos dos barrios representa alrededor del 10% de la población que vive en ellos. ASSE se ha encargado de estos diagnósticos, independientemente de que las personas se atiendan, o no, en el sector público.