El Día Mundial de la Salud Mental se conmemoró en Montevideo en un ambiente de concientización, reclamo, militancia y festejo. Las actividades comenzaron poco antes del mediodía, previo a la marcha, en la sede del Instituto Nacional de la Juventud (INJU), con stands del Ministerio de Desarrollo Social (Mides), del Ministerio de Salud Pública (MSP) y de la Institución Nacional de Derechos Humanos y Defensoría del Pueblo (INDDHH). Hubo una intervención de payasos medicinales en el INJU, en la feria de Tristán Narvaja y en el callejón de la Universidad de la República.
Pasadas las 16.30, ya se habían reunido la mayoría de los colectivos, grupos y personas que esperaban para marchar desde el callejón hasta la plaza Seregni. Fue la décima Marcha por Salud Mental, Desmanicomialización y Vida Digna y esta vez los organizadores se nuclearon en la coordinadora Coordinaloca. Los carteles con frases como “Sí a las personas, no a los estigmas”, “No al encierro” y “Manicomios nunca más” vestían la vereda sur de la avenida 18 de Julio. Tambores, entregas de volantes, cantos y clima de festejo abundaban entre pedidos de justicia, banderas y caras pintadas.
“Estamos contentos porque pudimos retomar el trabajo en grupo, pero hay mucho por hacer. Hoy venimos a reclamar la verdadera implementación de la Ley de Salud Mental, la modificación de un sistema de salud que hoy es enteramente sanitario, parar con la medicación como único camino válido hacia la cura y, sobre todo, garantizar a las personas sus derechos, con la participación de los usuarios, pero también de sus familias”, dijo a la diaria la psicóloga Cecilia Baroni, integrante de la radio Vilardevoz. Además, invitó a que “como sociedad dejemos de pensar que la salud mental es un problema solamente de quien lo padece”. “Todos tenemos que generar procesos de salud en los que la sensibilización y el saber que no estamos solos sea la prioridad”, agregó.
Baroni hizo énfasis en la importancia de que se le dé mayor presupuesto a la ley y que se cierren los establecimientos asilares y monovalentes, porque “el gobierno ya está diciendo que eso seguramente no sea posible y tiene que serlo, por su importancia y porque aún quedan cuatro años para gestionarlo”, insistió. “La pandemia y el encierro empeoraron todo y generaron aún más vulnerabilidades para quienes padecen problemas de salud mental”, concluyó.
Mirtha Cardozo y Valeria Guillama eran una muestra de la vulnerabilidad a la que aludía Baroni. Esperaban para marchar sosteniendo un cartel con una foto de Haroldo Cardozo, el hermano de Mirtha. “Él falleció en junio, a sus 60 años, mientras estaba en Colonia Etchepare, donde permanecía desde sus 20 años porque sufría esquizofrenia; por la pandemia no lo podíamos ir a visitar. Luego de que falleció, cosa de la que nos enteramos por teléfono, nunca nos dejaron reconocer el cuerpo, nos entregaron un cajón cerrado, fuimos a todos lados a denunciar y hasta hoy nadie nos dio una respuesta”, contó Cardozo a la diaria.
Una joven las escuchaba con atención; era Camila Marín, quien, según contó a la diaria, marchaba porque tiene familiares cercanos que padecen problemas de salud mental. “Son una población vulnerable, que encasillamos cuando lo que tal vez deberíamos entender es que el límite no está tan claro, todos estamos tan dentro como fuera de esa normalidad que todo el tiempo nombramos, pero mientras estamos dentro, es bueno venir y acompañar, luchar por las consignas que son muy importantes”, reflexionó.
Riquísimo Artesanal es una de las cooperativas nucleadas en Coordinaloca, y está integrada por personas con problemas mentales en situación de discapacidad que son o fueron usuarias del hospital Vilardebó. Elaboran empanadas y las venden; con lo recaudado gestionan la cooperativa, que funciona desde 2009. Una de sus integrantes, Mónica Mosegue, explicó a la diaria que asistió a la marcha porque “en salud mental se ha evolucionado, pero aún falta mucho”. “Estas movidas son las que hacen que nos escuchen y que el tema esté sobre la mesa; ahora lo importante es que se eliminen los manicomios, se busquen alternativas y se cambie la mirada”, manifestó.
Al grito de “¡Alerta!”, sobre las cinco de la tarde y con las cuerdas de tambores de fondo partió la marcha. A paso lento y acompañada con aplausos iba Mariana Olivera, integrante de La Locura y sus Tramas Afectivas, otro de los grupos participantes. “Es mi primera vez integrando el colectivo, marcho porque habité la locura desde adentro, porque además considero que está plagada de injusticia, pobreza de todos los tipos y grandes ausencias. Hay que hacer cosas, la pandemia y la inacción han causado mucho daño, la locura nos interpela a todos y tenemos que entenderlo”, contó a la diaria, mientras apuraba el paso y se mezclaba entre quienes encabezan la marcha.
Abril Hornos es paciente psiquiátrica desde los 16 años, ahora tiene 22. Llegó a marchar desde Mercedes, donde vive y trata su depresión. “Cuando me sentí mal hablé con mi mamá, ella vio que algo no estaba bien, entonces me llevó a la psicóloga, que me derivó a la psiquiatra; hasta ahora estoy medicada”, explicó. Para Abril, lo más importante es “hablar con alguien, siempre alguna persona te va a escuchar, y, si no, venís a lugares como las marchas, pero no hay que cerrarse”, recomendó. Según contó, nunca se sintió sola y por lo general ha tenido buenas experiencias, “salvo una vez, que estaba con ataques de pánico y fui a pedirle a una doctora un certificado para no asistir al trabajo; lo que hizo fue decirme que lo que a mí me pasaba era que no tenía ganas de ir a trabajar. Eso es lo que muestra que avanzamos, pero aún falta, y por eso hoy estoy marchando acá”, concluyó.
Cuando la marcha llegó a la plaza Seregni, se formó un semicírculo que rodeaba la pancarta de Coordinaloca, que graficaba “10 años desmanicomializando la locura”. Pocos minutos después, varias personas vestidas de blanco hicieron una intervención artística y cantaron: “Paredes oscuras, manchadas, mordidas, encierran la angustia [...] Angustia y dolor, ser incomprendido, negado y prohibido, locura constante, no existe, es mentira”.
Integrantes de varios de los colectivos leyeron la proclama, que se focalizó en las carencias de la salud mental. “Nos negamos a aceptar que alguna profesión o disciplina defina qué es lo normal y que en función de eso, se impongan terapéuticas basadas en el encierro, la sobremedicación y el electroshock. Denunciamos las medidas del gobierno, que desde hace más de un año ha suspendido las visitas a los establecimientos asilares y monovalentes; el doble aislamiento social profundiza la exclusión de las personas ingresadas en estos centros de encierro”, expresaron.
Recordaron que la Ley de Salud Mental establece que en 2025 deben cerrar los establecimientos asilares y monovalentes: “Es necesaria la creación de dispositivos alternativos de atención y el fortalecimiento de las redes comunitarias de cuidado”, dijeron, y agregaron que “para cambiar el paradigma en salud mental es necesario construir una mirada amplia e integradora de salud, que incluya a diferentes profesionales, saberes y sobre todo, a los colectivos de usuarios y usuarias”.
Abordaje intersectorial
“Hablemos de salud mental: ¿cómo te sentís?, ¿qué te está pasando?, ¿querés contarme?, ¿necesitás una mano?”, son algunas de las preguntas que se formulan en el spot de la campaña de salud mental de este año, impulsada por la INDDHH. La campaña “surge de la necesidad de poder poner el tema en el debate público, entendiendo que es algo que nos compromete a todos, más allá del diagnóstico y de estar transitando o no un problema de salud mental”, dijo a la diaria Mónica Giordano, integrante del área de salud mental de la INDDHH.
La intersectorialidad del abordaje de la salud mental es un aspecto clave de la Ley de Salud Mental, y fue plasmada en su artículo 11. Tal como lo planteó el Decreto 331 de 2019, que reglamentó ese artículo, la intersectorialidad se gestiona desde dos comisiones: una Comisión Intersectorial, integrada por representantes de varios ministerios –Salud, Desarrollo Social, Trabajo, Educación y Cultura, Economía e Interior– y otros organismos del Estado; en torno a ella, trabaja una Comisión Asesora, compuesta por el MSP, la sociedad civil, la academia, el Poder Judicial, sindicatos, sociedades científicas y la Comisión Nacional de contralor de la Atención en Salud Mental. Ambas comisiones conforman la intersectorial de la salud mental.
“La ley plantea cambios muy claros, como por ejemplo salir del modelo de atención enteramente sanitario. Presenta la hospitalización como un proceso restrictivo al que se acude como último recurso, porque se apuesta más a la atención integral; es un cambio de modelo, sobre todo cultural”, detalló Giordano. Alegó que esto se definió así “porque la salud mental no está totalmente ligada a la enfermedad como la pensamos tradicionalmente, sino a la vida cotidiana, a los problemas de la vida que en algún momento todos vamos a transitar, ya sea de vivienda, trabajo, cultura, educación”, detalló. Añadió que “la multipluralidad de factores que abarca la salud mental de todos se puso sobre la mesa y se acentuó en el contexto de pandemia”.
Alfonso Arocena, quien trabaja en la intersectorial en representación del Mides, dijo a la diaria que “la Ley de Salud Mental lo que propone es un viraje desde el hospitalocentrismo sanitario, más rígido y asilar, hacia una propuesta de atención comunitaria, sociosanitaria y con clave de derechos humanos; implementarla es aportar indicios nuevos que sumen a lo que hay hoy”. Explicó que se están haciendo algunos proyectos piloto para lograr “la externalización de los dispositivos monovalentes”.
Detalló que se está trabajando en un convenio entre la Administración de los Servicios de Salud del Estado y el Mides, en el que “se describe, por ejemplo, que que los pacientes puedan egresar de los centros depende del grado de autonomía de las personas”, y dijo que la idea es que puedan salir “desde el Vilardebó hacia dispositivos de medio camino, que en este momento son alrededor de cuatro, y después ingresarían a lugares más sociosanitarios, que le significan a la persona un importante grado de autonomía”.
Agregó que están trabajando en cuatro subgrupos sobre sensibilización, la reforma del sistema de atención, el empleo y la formación para la atención, en los que piensan cómo hacer la integración laboral y social de personas, y los dispositivos que hay que crear. “Sabemos que faltan millones de cosas, pero estamos trabajando para ver qué es lo que aún no hay y cómo se van a financiar todas esas cosas”, expresó.
Clara Leis, funcionaria del Mides e integrante de la intersectorial, dijo a la diaria que en la jornada “la gente se interesó mucho”. Comentó que “hacían preguntas y se notaba disposición para saber lo que está pasando y por contar lo que le pasa a cada uno; de hecho, la jornada se cerró con una persona que llegó a pedir ayuda y que en este momento está esperando para recibir atención”, relató.
“La salud mental también es escuchar, comprender, acompañar y hablar más de salud y no tanto de enfermedad, porque si la persona llega a cierto punto es porque hay cosas que no se hicieron antes. La ley también intenta fortalecer el antes y el primer nivel de atención. Como la salud mental es sumamente importante, también hay que pensar en los diferentes casos vinculados a salud mental y situación de calle, salud mental y adicciones, infancias y adolescencias; si cada uno aporta desde su lugar, se favorece y mejora el proceso. Ese es el gran desafío”, sostuvo Giordano, y finalizó: “Aún queda mucho por hacer, son procesos de mucho tiempo, pero en eso estamos; con voluntad política y accionar conjunto se pueden lograr muchas cosas”.