Trabajar la comunicación a la interna de la familia a partir de acciones sencillas como quién deja la pasta de dientes destapada, quién saca la basura o lava la loza, para darles herramientas a los adultos y a los adolescentes de cómo encarar diferencias mayores, es parte del objetivo del programa Familias Fuertes, explicó en diálogo con la prensa Lorena Quintana, referente del Área Programática de Salud de Adolescencia y Juventud del Ministerio de Salud Pública (MSP).

El programa se lanzó este miércoles, con la firma de un convenio interinstitucional que rubricaron autoridades del MSP, la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE), la Junta Nacional de Drogas, el Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay (INAU), UTE, OSE y Antel. Tiene el objetivo de promover la comunicación entre padres e hijos para prevenir conductas de riesgo.

Es un programa de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) que se implementa desde hace 20 años en países de la región. Sonja Caffe, asesora de salud adolescente de OPS, participó de la actividad por Zoom y aseguró que la evidencia ha demostrado que el programa tiene impacto en la reducción de riesgo y en el fomento de los comportamientos saludables. Según dijo, en este momento hay cinco países que han adoptado el programa a nivel nacional y alcanzan a más de 20.000 familias cada año. Uruguay, que había implementado hasta ahora un plan piloto en el departamento de Canelones, será ahora el sexto.

En octubre de 2020 ya se había firmado un convenio interinstitucional para desarrollar el programa Familias Fuertes, pero un mes después el ministro de Defensa Nacional, Javier García, uno de los firmantes del acuerdo, lo dejó sin efecto al advertir la “vinculación religiosa” que tenía en algunos países en los que se implementaba. Luego de firmar el acuerdo, el ministro de Salud, Daniel Salinas, expresó que el programa “se trató de adaptar nuestra idiosincrasia, a nuestro lenguaje, a nuestras costumbres, y sacarle algunos perfiles que en algunos países eran de religiosidad y demás, o sea que hicimos un producto laico, a la uruguaya en ese sentido”. Sobre este aspecto también habló Leonardo Cipriani, presidente de ASSE, quien le dio cierta cabida: “Sin entrar a discutir un tema de laicidad, porque no corresponde acá, sí nosotros siempre vemos como buena medida el tema de la espiritualidad cuando se lo trabaja sobre una persona porque genera sobre todo una expectativa de futuro y esperanza”, comentó.

La adaptación del programa incluyó una revisión teórica que hizo una mesa académica integrada por referentes de las facultades de Medicina y Psicología de la Universidad de la República (Udelar), de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Católica del Uruguay (UCU) y de los programas de Niñez y de Adolescencia y Juventud del MSP.

Adriana Cristóforo, del Instituto de Psicología Clínica de la Udelar, y Cecilia Cracco, del Departamento de Psicología de la UCU, formaron parte de la mesa académica. En diálogo con la diaria, explicaron que “el programa se sustenta en videos” y que lo que hicieron fue adaptar los materiales “para hacerlos más cercanos a la realidad de nuestras familias, al lenguaje, a cuestiones que hacen a la rutina, costumbres que son ajenas a las nuestras y que son ejemplos que iban a decir poco para nosotros”. Cracco explicó que, “en términos de laicidad, se trató de preservar el recurso, que puede ser para una familia tener una cierta espiritualidad o fe, pero se lo adaptó un poco a nuestro contexto, no estamos tan habituados a traer ejemplos de iglesia, de ceremonia, de celebraciones”, transmitió.

Presente y futuro

“Lo importante es darles herramientas a los adolescentes y a los jóvenes para la construcción de capital social”, remarcó Salinas, en el entendido de que el programa busca “población joven hoy, adultos sanos mañana y mayores con un mejor futuro”.

Cipriani evaluó que es “oportuno” aplicar este programa. “Todos somos conscientes de que estas situaciones que se viven hoy en día de violencia llevada al seno de la familia, al consumo de sustancias en forma desmedida y con escasos niveles de seguridad llevan a que el país tenga que tomar otras estrategias”, evaluó.

Pablo Abdala, presidente del INAU, valoró que esta interinstitucionalidad significa “un apoyo sustantivo” y afirmó que “con los adolescentes tenemos una deuda histórica”. Consideró necesario “trabajar en su promoción, generar alternativas para garantizar su trayectoria educativa y su inserción en el mercado de trabajo”, porque “cuando no reciben estas oportunidades de parte del conjunto de la sociedad, la consecuencia es la institucionalización”, y para prevenirla es necesario fortalecer a las familias.

El plan piloto se hizo en Canelones “porque tiene todas las características del país: costa, ruralidad y centro”, explicó Quintana. En diálogo con la diaria, dijo que las familias fueron integradas a partir de invitaciones que hicieron las referentes de ASSE y de INAU del programa en Canelones. Se involucra a niños, niñas y adolescentes de diez a 14 años y a sus referentes adultos; aclaró que piden que concurran dos por cada chiquilín, pero que no necesariamente tienen que ser padre y madre, en algunos casos se involucraron abuelas y vecinas. Relató que la propuesta consiste en trabajar en siete encuentros de dos horas cada uno; en la primera hora se trabaja por separado con adolescentes y sus adultos referentes, y en la segunda en conjunto. “Sesión a sesión uno iba viendo cómo iba cambiando la relación entre padres e hijos”, comentó Quintana, y agregó que nueve meses después una de las familias relató una situación compleja que habían podido atravesar con las herramientas de diálogo propuestas.

Entre las pautas que se dan, dijo que plantea a los adultos que piensen desde qué lugar se comunican con sus hijos. Al término de la experiencia, dijo que los adolescentes expresaban “ahora entiendo a mi papá cuando llega del trabajo”, mientras los adultos decían “ahora mi hijo me habla”. Se les propone, además, hacer una reunión semanal para que cada integrante de la familia cuente lo que le está pasando y que en la evaluación de la experiencia de Canelones surgió que eso es algo que mantuvieron.

Quintana subrayó la importancia de trabajar en las conductas de riesgo. Expresó que 80% de las muertes de quienes tienen entre 15 y 19 años son por causas violentas: el primer lugar lo tienen los suicidios, el segundo los homicidios y el tercero los accidentes. “Habla de que hay una violencia que ha venido en aumento”, dijo, y mencionó que la última encuesta mundial de salud estudiantil que se hizo en Uruguay mostró que uno de cada tres adolescentes siente que sus padres no comprenden sus preocupaciones y 50% dijo haberse sentido solo en el último año.

Este programa incidirá en eso, confió Quintana, y también en el consumo de sustancias, algo que, según dijo, se ha visto en las experiencias desarrolladas en Perú y en Colombia.

Por lo pronto, el equipo volverá en marzo a trabajar en Canelones, en donde se formaron facilitadoras, y en paralelo comenzarán la capacitación de referentes en otros departamentos. Pretenden involucrar a diez familias en cada serie de encuentros. La participación de los entes está dirigida a reforzar los estímulos, según dijo Quintana. A quienes culminen los siete encuentros se les obsequiará “una canasta de servicios” que consiste en “un mes gratis de OSE, de UTE y de Antel, con un beneficio además para el adolescente en recarga de Antel de celular”.