En Uruguay, ocho de cada diez personas con autismo, la mayoría niños y adolescentes, mostraron retrocesos en sus conductas durante la pandemia por la covid-19, según sus madres, padres o tutores, y terapeutas. También se registró un aumento “notorio” en otras variables, como los niveles de ansiedad, las alteraciones en los estados de ánimo y las conductas del sueño, además de las preocupaciones o el miedo a enfermarse, según adelantó a la diaria Gabriela Garrido, psiquiatra infantil, profesora y directora de la Cátedra de Psiquiatría Pediátrica.

En este contexto de encierro, a su vez, se detectó en esta población un incremento de 77% en el uso de pantallas fuera de su utilización por motivos educativos. “En todas estas variables hay diferencias de acuerdo a los grupos etarios, pero, en todos los casos, el grupo más comprometido es el de 13 a 18 años”, afirmó Garrido.

Estos resultados son parte de una encuesta que realizó el grupo Red Espectro Autista Latinoamérica entre junio y agosto de 2020, en la que participaron ocho países: Argentina, Brasil, Chile, México, Perú, República Dominicana, Uruguay y Venezuela. En este estudio, que aún no se ha publicado pero está siendo evaluado para su divulgación, Uruguay fue el país que “tuvo mejor tasa de respuesta”, gracias al trabajo de cooperación entre el movimiento asociativo de padres y los profesionales vinculados al autismo, señaló Garrido. El cuestionario fue respondido por casi 300 personas en Uruguay. La encuesta buscó conocer la realidad de personas con autismo de todas las edades, pero las respuestas sobre adultos fueron muy pocas, y la mayoría fueron de referentes de niños y adolescentes (estos últimos representaron 20%).

Garrido explicó que si bien a veces se tiende a generalizar las situaciones y algunos padres pueden observar que en el caso de sus hijos la pandemia los favoreció, en la muestra regional, sólo 5% aproximadamente notó algún beneficio. En estos casos “las variables son múltiples”, consideró la psiquiatra. Puede ser que influya un mayor tiempo de cuidado por parte de los padres o una menor cantidad de actividades que al niño le pueden suponer un esfuerzo importante. “Las variables en este tipo de encuestas transversales no ayudan a discernir, son simplemente hipótesis”, indicó.

Consecuencias

Según la Organización de las Naciones Unidas, el autismo es una “afección neurológica permanente” que se manifiesta en la primera infancia, independientemente del género, la raza o la condición social y económica. Se caracteriza por peculiaridades en la “esfera de la interacción social” y “dificultades en situaciones comunicativas comunes”, en modos de aprendizaje atípicos y en un especial interés por ciertos temas. Tienen una predisposición a actividades rutinarias y “particularidades en el procesamiento de la información sensorial”.

El impacto no sólo a nivel personal sino también familiar, en el caso de las personas con autismo, ya se había medido en Uruguay en encuestas anteriores a la pandemia en las que se observó, por ejemplo, el estigma social que existe en torno a esta afección. También se midieron los costos financieros: muchas veces este tipo de situaciones implica que algún miembro de la familia deba reducir su jornada de trabajo o, incluso, renunciar a su empleo.

Garrido afirmó que los resultados de la encuesta confirmaron la hipótesis de la que partieron: los efectos colaterales de la pandemia “han sido muy grandes”, en particular en la población infantil y en aquellos sectores más vulnerables –ya sea por discapacidades, problemas de salud previos u otro tipo de vulnerabilidad socioeconómica–, sostuvo. Dijo, además, que se ve “una mayor complejidad de las situaciones que llegan a consulta”.

En algunos pacientes con autismo, sobre todo en el caso de los niños y los adolescentes, “el encierro per se es muy complicado de sostener porque necesitan salir, tener un lugar para hacer actividad física o de expansión”, recalcó la psiquiatra. En otros, lo difícil ha sido el impacto del cambio de las rutinas, que los afecta mucho, añadió.

Según Garrido, la reinserción escolar también tiene sus dificultades en contextos en los que los niños están más irritados. “La concurrencia a la escuela se hace más limitada todavía de lo que ya la teníamos, esto también tiene un efecto más a largo plazo”, puntualizó. En esta línea, la directora de la Cátedra de Psiquiatría Pediátrica consideró que las curvas de las enfermedades infecciosas son mucho más en picos; sin embargo, en aquellos aspectos que tienen que ver “con aspectos emocionales, conductuales, de salud mental y vinculados al desarrollo son curvas más sostenidas pero también más prolongadas en el eje del tiempo”.

La psiquiatra infantil recomendó mantener las rutinas dentro de la casa, también las salidas en espacios abiertos, y ahora que muchos comenzaron las clases consideró importante que los niños y adolescentes asistan a los centros educativos. En caso de que aparezca “mucha resistencia para el retorno o dificultad en disminuir el uso de las pantallas”, aconsejó consultar con terapeutas, docentes o médicos del equipo de apoyo. A su vez, recordó que en las redes sociales de la Unidad de Trastorno del Espectro Autista (TEA) de la Clínica de Psiquiatría Pediátrica del Centro Hospitalario Pereira Rossell se publicaron materiales con apoyos y sugerencias para esta población, entre ellas una guía aconsejando cómo proceder cuando una persona con TEA tiene que hisoparse, información sobre la vacunación contra la covid-19 y actividades de interés.