Este martes, en una actividad organizada por el Instituto Nacional de Carnes en la Expo Prado, se presentó un estudio inédito en el país sobre el consumo de hierro en las embarazadas y su relación en el neurodesarrollo del recién nacido.
Según informó Mario Moraes, profesor agregado de Neonatología de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República (Udelar), la investigación fue realizada en el Servicio de Recién Nacidos del Centro Hospitalario del Pereira Rossell. Trabajaron 57 profesionales durante dos años y medio con el objetivo de determinar la relación del consumo de carnes y los déficits de ferritina durante el embarazo. La ferritina es una proteína que almacena hierro dentro de las células para que el cuerpo lo utilice cuando sea necesario. La muestra, que fue representativa, estuvo conformada por 188 mujeres embarazadas que se asistieron en el Pereira a las que se interrogó sobre el consumo de alimentos. Además, tomaron muestras de sangre de los cordones umbilicales. Si bien el docente dijo que las respuestas que obtuvieron se pueden trasladar a otros grupos, aclaró que sus conclusiones están basadas específicamente en esta población. “Somos un país consumidor de carne y, en realidad, es nuestra principal fuente de hierro. Entonces, es importante saber si eso es bueno o es malo para la salud del recién nacido”, afirmó.
“El estado deficiente del hierro (ferritina baja) en el útero está asociado con un rendimiento disminuido en pruebas mentales y psicomotrices”, explicó Daniel Borbonet, director del Servicio de Recién Nacidos del Pereira Rossell. Sostuvo que los valores de ferritina bajos en sangre del cordón umbilical se correlacionan con niveles bajos de hierro cerebral y anomalías del desarrollo neurológico.
La calidad de la infancia no se inicia desde el momento en que nace un niño, sino desde su gestación o incluso antes: “En la misma gestación hay nutrientes que tienen mucha importancia para el futuro de ese niño, de ese adolescente y de ese adulto después”, explicó. Es por eso, prosiguió, que una mejor nutrición de las embarazadas contribuye, en el neurodesarrollo, a mejores niveles intelectuales y cognitivos de la población en general. Dentro de todos los micronutrientes, puntualizó, el hierro tiene “mucha importancia en la evolución neurológica”. La ferritina es la que da la “seguridad” de si ese recién nacido tiene, o no, depósito para vivir el resto de los meses con suficiente cantidad de hierro e ir liberándolo a medida que lo precise, añadió.
Borbonet insistió en que cuando un niño nace con déficit de hierro, los efectos negativos pueden persistir hasta la vida adulta incluso tras la suplementación con medicamentos. “Uno puede mejorar la anemia a los cinco, a los seis meses o al año, pero no puede mejorar el déficit que tuvo durante la gestación por carencia del depósito de hierro. El hierro que tendrá más adelante no me va a suplir el daño que ya ocasionó”, sostuvo.
Según Florencia Ceriani, profesora adjunta de la Escuela de Nutrición de la Udelar, una mujer embarazada debe consumir 27 miligramos por día de hierro para cubrir sus necesidades y las de su bebé. Sin embargo, la mediana -el número medio- en el estudio en el Pereira Rossell fue de 9,2 miligramos por día. Ese total estaba conformado por un miligramo de hierro hemínico, que es el que proviene de las carnes blancas y rojas (en concreto, 49,5% de carne vacuna). Los 8,2 miligramos restantes eran de hierro no hemínico. Todas las mujeres detallaron que, en este caso, provenía de la harina de trigo, pero también hubo otras fuentes, como las lentejas, la acelga y la espinaca. El hierro no hemínico, que se encuentra en los vegetales, las legumbres, la leche, el huevo, tiene una absorción mucho menor que el hierro hemínico en el organismo.
Se concluyó que 22% de los recién nacidos que nacieron en el Pereira Rossell tenían déficit latente de hierro, y 12% de estos bebés se categorizaron en el grupo de deficiencia de hierro con mal pronóstico neurológico. En este sentido, Moraes detalló que cuando relacionaban el consumo de carnes rojas con respecto al déficit de ferritina, era mucho más probable que esto se diera en aquellas mujeres que durante el embarazo habían consumido menos cantidad de carne. “Si tomamos diez recién nacidos, nueve con niveles adecuados de ferritina provenían de mujeres que habían consumido mayor cantidad de carnes rojas”, añadió. Por lo tanto, “un consumo adecuado de carnes rojas está relacionado con un mayor nivel de ferritina y un menor riesgo de complicaciones en el desarrollo a largo plazo”, aseguró. Pese a esto, señaló que este estudio no puede recomendar cuál es el consumo de carne diario que se relaciona con un adecuado nivel de ferritina en el cordón umbilical.
Borbonet aclaró que aquellas madres que por decisión cultural o filosófica no deseen ingerir carne roja, pueden suplirla con una dieta balanceada, apoyada por un nutricionista.
Por último, anunció que la investigación científica no culmina con estos resultados, sino que tendrá una segunda etapa destinada a conocer otros aspectos sobre la nutrición durante la gestación, su impacto en el feto y en el recién nacido.