Aquellas personas que contrajeron una infección por el virus SARS-CoV-2 tienen mayor riesgo de padecer secuelas neurológicas y/o psiquiátricas en las semanas o meses posteriores a la recuperación, según el estudio Trayectorias de riesgo neurológico y psiquiátrico tras infección por SARS-CoV2, un análisis de cohortes retrospectivos, es decir, con grupos de pacientes con una enfermedad conocida, correspondientes a dos años. El trabajo fue publicado recientemente en la revista The Lancet Psychiatry.
Según el estudio, se utilizaron datos de 1.487.712 pacientes ingresados en el registro sanitario electrónico de TriNext –la principal fuente de datos del estudio–, una red internacional de datos anónimos de pacientes de varios países, entre ellos, Estados Unidos, España, India y Australia. Para la investigación se utilizó una cohorte de pacientes de cualquier edad con covid-19 que hubiera transitado la infección entre el 20 de enero de 2020 y el 13 de abril de 2022, y finalmente se emparejó a 1.284.437 pacientes con otra cohorte de pacientes contemporánea que en el mismo período transitó cualquier otra infección respiratoria.
“El emparejamiento se realizó sobre la base de factores demográficos, factores de riesgo y enfermedad grave por covid-19, y estado de vacunación”, detalla el estudio. Además, el análisis se realizó por fecha de diagnóstico y por grupos etarios: niños (menores de 18 años), adultos (entre 18 y 64 años) y adultos mayores (65 años o más).
Fueron 14 las secuelas neurológicas y psiquiátricas producidas hasta dos años después de la infección o hasta el último día de seguimiento que se investigaron. “Para evaluar el riesgo global de los resultados neurológicos o psiquiátricos después de la covid-19, se estimó la incidencia de un primer diagnóstico de cualquiera de los 14 resultados”, detalla el estudio.
Entre otras cosas, el estudio identificó que las trayectorias de riesgo fueron diversas según la edad de los pacientes. Por ejemplo, en los seis meses posteriores a la infección por coronavirus los niños no tenían “un mayor riesgo de padecer trastornos del estado de ánimo o de ansiedad” que los adultos, pero sí “un mayor riesgo de déficit cognitivo, insomnio, hemorragia intracraneal, accidente cardiovascular isquémico, trastornos nerviosos”, entre otros. En esta franja etaria, el aumento de riesgo de trastornos psicóticos, déficit cognitivo, demencia, epilepsia o convulsiones “persistió todo el tiempo”.
Otra de las conclusiones fue que los niños “tienen un perfil general de riesgo psiquiátrico más favorable que los adultos y adultos mayores”, aunque el riesgo sostenido de algunos otros diagnósticos “es preocupante”. Por otra parte, el riesgo de cualquier primer diagnóstico fue mayor en adultos mayores y no en los grupos más jóvenes.
Según la revisión, a los seis meses de recuperación, en comparación con pacientes con otras infecciones respiratorias, los pacientes que transitaron la covid-19 “tenían un mayor riesgo de tener cualquier primer diagnóstico neurológico o psiquiátrico” y de ser diagnosticados con trastorno de ansiedad, trastorno de estado de ánimo, trastorno psicótico, insomnio, déficit cognitivo, demencia, epilepsia o convulsiones, accidente cardiovascular isquémico, hemorragia intracraneal y enfermedad de la unión mioneural o muscular. No así con otras patologías, como encefalitis o parkinson.
En términos generales, “los perfiles de riesgo varían en los niños, adultos y adultos mayores y difieren entre las variantes” alfa, delta y ómicron. “Si no se ha diagnosticado ningún trastorno de ansiedad en los dos meses siguientes al diagnóstico de covid-19 el paciente puede estar tranquilo” de que su riesgo ya no es mayor que con otra infección respiratoria, pero si en el transcurso de los dos meses posteriores a la infección desarrolla, por ejemplo, un ataque cerebral isquémico, “es probable que el diagnóstico de covid-19 haya contribuido”.
Según el estudio, también hay otras probabilidades: “Un aumento del número de casos de covid-19 puede provocar un aumento del número de casos de trastornos del estado de ánimo y de ansiedad”, pero “será de corta duración”. Sin embargo, la ausencia de riesgo dentro de los primeros dos años para otros diagnósticos, por ejemplo, epilepsia, convulsiones o demencia, no significa que no aparezcan secuelas luego de ese período, por lo tanto, “los pacientes y clínicos deben permanecer atentos a consecuencias tardías”.
En cuanto al sistema de salud, se concluyó que hubo “resultados neurológicos y psiquiátricos similares durante las olas de delta y ómicron”, las dos últimas variantes de coronavirus en circulación, lo que indica que “la carga para el sistema sanitario podría continuar incluso con variantes menos graves” en otros aspectos tal vez más asociados a las consecuencias más esperables de la infección.
¿Qué se sabe de Uruguay?
“En Uruguay, de lo que más se habla en este momento es del síndrome poscovid” explicó a la diaria Cecilia Legnani, presidenta de la Sociedad de Neurología del Uruguay. En cuanto a los síntomas posteriores a la infección, explicó que “las manifestaciones neurológicas forman parte de un cortejo de síntomas que afectan muchos sistemas” del organismo. Algunos pueden ser síntomas cardíacos, digestivos o cutáneos, y explicó que pueden presentarse manifestaciones como “cerebro nublado, problemas de concentración” y no tener “la misma rapidez mental que la persona tenía previo a cursar la covid”. Por lo general, cuando el paciente consulta es porque los síntomas interfieren en su vida diaria, agregó.
La covid-19 “da síntomas agudos cuando se está cursando la enfermedad que se pueden mantener una vez que pasó la infección”, incluso luego de las cuatro o seis semanas. En cuanto a lo neurológico puede ocurrir, por ejemplo, que hayan “crisis epilépticas que continúen”.
Sobre la agresividad de la covid-19 y la amplia gama de síntomas y patologías que genera la posinfección, comentó que “hay otros virus SARS que son de la familia del coronavirus pero menos agresivos” y que “en cuanto al poscovid todavía no se conoce demasiado”. Pero los estudios que sí se han hecho hasta el momento, en los cuales se comparan las manifestaciones neurológicas que pueden quedar de otros virus con el SARS-CoV-2, “demuestran que [el último] tiene mayor cantidad de síntomas secuelares”, aunque “no se sabe a ciencia cierta por qué”. Una de las cosas que sucede es que el virus “se une a receptores celulares y a las células que cubren los nervios a nivel central y periférico, también por eso es que ha dado tantos síntomas neurológicos”, explicó.
En cuanto a cómo se procesa la etapa poscovid también influyen otros factores, por ejemplo, el estado premórbido del paciente: “Cómo era esa persona antes de cursar la enfermedad, si ya tenía depresión, insomnio o alguna neurovulnerabilidad psiquiátrica”. Quienes tenían alguna complicación previa, “independientemente de la severidad de la infección por covid, tienen más predisposición a tener síntomas poscovid”, explicó. Según Legnani, la edad del paciente también es un factor de riesgo y aparecen más síntomas en mayores de 60 años. “Los factores genéticos, ambientales y demográficos son un paquete que está en estudio”, agregó.
En resumen, detalló que “las secuelas neurológicas objetivables poscovid afectan a un tercio de los pacientes que cursaron covid” y que, además, hay una superposición con otros síntomas que no son neurológicos y una mayor incidencia en pacientes que cursaron covid respecto de otras infecciones virales. Para quienes consulten por síntomas neurológicos poscovid “se recomienda realizar una neurorehabilitación precoz y brindar atención de un equipo multidisciplinario”. “Los síntomas persistentes son otra pandemia dentro de la pandemia”, consideró Legnani.
“No hay información suficiente para discriminar las secuelas” en Uruguay
Por su parte, Sandra Romano, profesora directora en Clínica Psiquiátrica de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República, opinó en diálogo con la diaria que “es difícil discriminar algunos factores que interactúan” en el cuadro poscovid. “Por un lado está la infección como tal, y estudios a nivel internacional demuestran una mayor prevalencia de algunos trastornos psiquiátricos en quienes la transcurrieron” y, por otro, “están los trastornos asociados a vivir en pandemia”, consideró. Según la especialista, el segundo grupo se asocia a las medidas de protección que hubo que tomar, a los efectos sociales de la pandemia y todo lo que se relaciona con el aislamiento y con los tratamientos a los que las personas se sometieron.
En cuanto al impacto de la pandemia en la salud mental de la población uruguaya, comentó que “se evidencia, pero [aún] no podemos decir que sea estrictamente por el factor infeccioso o por los factores que interactúan; por ejemplo, el estrés”. Por el momento “no hay información suficiente para discriminar las secuelas”, puntualizó.
Igualmente comentó que sí se sabe que hubo un aumento más rápido de la ansiedad y la depresión al inicio del período, y en la medida en que se estabilizaron los mecanismos de respuesta y se conoció mejor la situación hubo “una caída progresiva en las cifras de ansiedad y depresión”, a raíz de “diversos mecanismos de apoyo y a un mayor conocimiento”.
De todas maneras, “hay poblaciones que son más vulnerables” y “en las personas con trastornos mentales graves es otro el impacto de, por ejemplo, el período que se pausó la atención presencial de la salud y el seguimiento de los tratamientos”, ejemplificó.
Por último, agregó que en psiquiatría, si bien hay diversos estudios que muestran cómo se resolvió la atención de la salud mental durante la pandemia, cuáles fueron las estrategias de apoyo para los pacientes y el impacto en algunas poblaciones específicas, por ejemplo, en personas con autismo, del poscovid recién se están comenzando a reunir los primeros datos y observaciones.