Si bien hace unos días el fentanilo se instaló en la agenda pública a raíz del análisis de la droga incautada en San José, desde hace algunos meses autoridades nacionales e internacionales llaman la atención sobre el tema, ya que la sustancia, sobre todo adulterada, es un problema de salud para los habitantes de varios países de la región.
El Ministerio de Salud Pública (MSP) monitorea su uso dentro del sistema de salud. Según el último informe sobre el consumo de opioides en Uruguay, elaborado por la cartera, correspondiente al 2021, ese año se utilizaron 330.609 gramos de la sustancia bajo receta.
Aunque finalmente se descartó la presencia de fentanilo en la droga recientemente incautada, en diálogo con la diaria, Carolina Juanena, especialista en toxicología clínica y profesora adjunta del Departamento de Toxicología de la Facultad de Medicina e integrante del Centro de Información y Asesoramiento Toxicológico (CIAT), que funciona dentro del Hospital de Clínicas, explicó qué es el fentanilo, qué usos clínicos se le da en Uruguay y cuáles son sus riesgos si se ingiere por desconocimiento o sin control médico.
En principio, detalló que la sustancia es un derivado sintético de la planta comúnmente conocida como amapola, cuyo nombre científico es Papaver somniferum. El fentanilo está dentro de la familia de los opioides, derivados de los opiáceos, es decir, “de los [componentes] que se obtienen directamente de la planta y se utilizan como medicamentos”.
El fentanilo es “uno de los opioides sintéticos más viejos conocidos”, de la misma “familia que la morfina, aunque es más potente”, y, por lo general, se le da un uso vinculado a la analgesia y la sedación y se lo utiliza en procesos anestésicos, ya que ante todo “actúa como depresor del sistema nervioso central, y genera alteraciones o cambios al dolor y al estado de conciencia”. Las formas de presentación son en ampollas o en parches que se colocan para aliviar zonas puntuales.
En Uruguay su venta es bajo receta controlada, es decir, la de color anaranjado. “Es difícil que su uso se extienda a la población en general” porque el acceso está “bien controlado” y no funciona como en otros países, como, por ejemplo, en Estados Unidos donde “han llegado a otras situaciones por políticas que han adquirido en cuanto a la prescripción”. La “facilidad” en el acceso hace que muchas personas lo usen ante diferentes dolores, hasta que genera dependencia. “Eso es lo preocupante de los opioides: tienen gran potencial adictivo y generan dependencia; el uso prolongado es peligroso”, agregó Juanena.
Los riesgos del consumo clandestino
El “riesgo” del opioide comienza cuando se lo sintetiza de forma clandestina. En esos casos “aparece como una nueva droga o adulterando otra”, explicó Juanena. Según la experta, el riesgo principal del consumo clandestino es que, en caso de que el fentanilo se encuentre dentro de otra droga, no se conoce la dosis en la que se agregó. En el mercado ilegal se encuentra en otras presentaciones, como puede ser en polvo o en cristales, como cocaína, metanfetamina y éxtasis.
La intoxicación o sobredosis por opioides es grave y “puede ser mortal”. Los síntomas de intoxicación, “para la cual no se necesita ingerir grandes cantidades, aunque eso depende de cada organismo”, son: depresión del sistema nervioso central, deterioro del nivel de conciencia, que puede llegar hasta un coma, y depresión del centro respiratorio, que puede derivar en un paro respiratorio, que finalmente sea la causa de muerte.
En caso de sobredosis, existe un antídoto que se llama naloxona y “está disponible en el CIAT y en la mayoría de los centros de salud del país”. “Si los síntomas no coinciden con la droga que la persona dice haber consumido, es el camino para considerar otras drogas”, agregó.
En Uruguay, el fentanilo “clandestino” se detectó por primera vez en 2017, adulterando sellos que si bien estaban calificados como sellos de LSD eran fentanilo. Desde ese entonces se está “alerta” ante posibles intoxicaciones o sobredosis que hagan pensar en opioides, pero, por el momento, la situación no se repitió, contó Juanena.