Desde hace un buen tiempo, los expertos indican que las bacterias son cada vez más resistentes a los antibióticos disponibles y que, en la actualidad, muchas de las infecciones bacterianas requieren tratamientos combinados y costosos, que en Uruguay hace muy poco tiempo que están disponibles y tienen un costo aproximado de 7.000 dólares.
Quienes estudian esta materia entienden que es necesario abordar el fenómeno desde lo que denominan “una sola salud”, lo que implica atender el vínculo entre la salud humana, la salud animal y el medioambiente.
En Uruguay hay algunas instituciones que investigan el tema de manera integral, y una de ellas es el Laboratorio de Resistencia a Antibióticos del Instituto de Higiene de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República, que este martes hizo una exposición sobre investigaciones recientemente concluidas. Los investigadores se plantearon diferentes consignas: la resistencia a los antibióticos en humanos y animales, las bacterias que son comunes a las dos especies y las perspectivas y desafíos de la resistencia bacteriana en América Latina.
En diálogo con la diaria, Rafael Vignoli, profesor agregado de la Unidad Académica de Bacteriología y Virología del Instituto de Higiene, planteó que la resistencia desde el paradigma “una sola salud” señala que hay algunos problemas de salud que atraviesan transversalmente las tres dimensiones, como la zoonosis, que es una enfermedad infecciosa que pasó de animales a humanos. En ese sentido, los trabajos hechos en animales y en humanos permiten integrar resultados y ver las resistencias que se comparten.
Hasta ahora, el laboratorio evaluó resistencias bacterianas en cerdos, vacas, aves, mascotas y en caballos de carrera. En las especies animales se analiza, sobre todo, la materia fecal y se busca como bacteria indicadora la Escherichia coli, que también se puede encontrar en humanos y se aloja en el intestino.
Por otra parte, en humanos se han estudiado distintos patógenos y resistencias y se contemplan los fármacos disponibles. Hay un grupo de antibióticos, entre los que Vignoli mencionó la colistina, la cefalotina de tercera generación y las quinolonas, que “son considerados de importancia crítica” y por eso no se utilizan a nivel veterinario, sino para tratar en humanos los bacilos gramnegativos, causantes de un gran número de enfermedades.
En humanos, las investigaciones también han buscado la resistencia a los carbapenems –un antimicrobiano de amplio espectro–, frente al cual se encontró una “importante resistencia, sobre todo a nivel hospitalario”. Como el tipo de antibiótico es tan potente, “cuando se presenta esta resistencia hay un montón de antibióticos que ya no se pueden usar”, explicó Vignoli.
Sobre la resistencia hospitalaria, Vignoli agregó que una de las bacterias más resistentes actualmente es Klebsiella pneumoniae, la cual causa neumonía y algunos otros cuadros infecciosos. Por ejemplo, en nuestro país hay infecciones que “no son tratables con un solo antibiótico” y requieren combinaciones con antibióticos de alto costo.
¿Por qué avanza la resistencia bacteriana?
Consultado sobre el porqué del avance de la resistencia bacteriana, Vignoli explicó que la situación se debe a que “una bacteria tipo se multiplica cada 20 minutos” y que, a su vez, en el organismo “tenemos millones de bacterias”, por lo tanto “se puede decir que es una batalla perdida pensar que cuando ingerimos un antibiótico no vamos a generar variantes resistentes”.
El especialista explicó que la mitad de nuestras células son “nuestras y el resto son bacterias, por ello cada vez que ingerimos un antibiótico muchas bacterias sobreviven, independientemente de las que están causando la infección”. Vignoli ejemplificó que al aplicar un antibiótico ante una infección urinaria “es inevitable atacar las bacterias de nuestra microbiota intestinal” y generar la aparición de bacterias resistentes, algunas de las cuales no son dañinas pero otras sí.
Si consideramos que este tipo de eventos se multiplican en personas y en animales, es evidente que se genera una “gran población bacteriana”, que necesariamente genera la emergencia de bacterias resistentes, resumió el investigador.
En cuanto a la interacción con los organismos que nos rodean, Vignoli dijo que “compartimos microbiota con nuestro entorno”, lo que incluye a nuestras mascotas, por eso en ambas especies se han encontrado “típicas bacterias patógenas”. Por este motivo, “no hay forma de combatir la resistencia bacteriana si no pensamos en una sola salud” y en qué hacemos con los restos que genera el ganado, los restos hospitalarios y las aguas que no tienen tratamiento y van a los lugares comunes, por ejemplo.
Vignoli advirtió que si no se toman acciones, la resistencia bacteriana puede empeorar, según estiman algunos autores internacionales. Por ejemplo, retomó las previsiones del economista Jim O’Neill, quien, en un estudio que elaboró a pedido del ex primer ministro de Reino Unido David Cameron, en 2015 proyectó que “para 2050 las infecciones por organismos resistentes van a matar a diez millones de personas por año”, lo que según Vignoli será más grave que el cáncer, y en ese escenario “no habría antibióticos efectivos ni siquiera para aplicar en una cirugía menor”.
El mayor consumo de antibióticos a nivel mundial se da en la producción de alimentos –porque se utilizan en el ganado y otros animales–, pero suelen ser diferentes a los que consumimos de forma terapéutica. Si bien el uso en el segundo caso está regulado, “no es raro encontrar farmacias que los venden sin receta, aunque no esté permitido”, resaltó Vignoli.
Para el investigador, la automedicación con antibióticos es “un gran problema y es importante disminuirla” para reducir la resistencia bacteriana. Agregó que también es importante “terminar los medicamentos” una vez que se empieza un tratamiento porque, de lo contrario, se pueden terminar los síntomas, pero las bacterias siguen en el organismo y pueden ser “más potentes que al principio”.