Diversos estudios publicados y otros presentados en congresos, conferencias y distintas instancias sobre plaguicidas dan cuenta de la incidencia de estas sustancias en la salud humana. A nivel mundial, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 23% de las muertes están relacionadas con el medioambiente, es decir, unas 12,6 millones de muertes al año, unas 847.000 en las Américas.
En este sentido, en el marco del mes en el que se conmemora el Día Mundial del No Uso de Plaguicidas, el Ministerio de Salud Pública (MSP) presentó sus prioridades para el quinquenio, que desarrollará a través de la Comisión Nacional de Vigilancia y Prevención de los Efectos Adversos sobre la Salud Humana de los Contaminantes Químicos Ambientales, integrada también por otros ministerios y organizaciones como la Sociedad de Medicina del Trabajo Uruguay y el PIT-CNT.
En diálogo con la diaria, Carmen Ciganda, la directora de la División Salud Ambiental y Ocupacional de la Dirección General de la Salud (Digesa), explicó algunos de los efectos que tienen estos productos para la salud en los distintos grupos y detalló el plan del MSP.
En principio, recordó que los plaguicidas son sustancias químicas o biológicas diseñadas para matar una plaga y que existen muchos grupos, por ejemplo, de uso agrícola o veterinario. “En función de la plaga que se quiera combatir es el grupo y los efectos” que tienen. En los de uso agrícola están los insecticidas, fungicidas y herbicidas. Su aplicación también depende de si es un cultivo, si se está preparando la zona para cultivar o si se quiere combatir una plaga específica ya instalada. Los herbicidas e insecticidas son los tipos de plaguicidas más utilizados en Uruguay.
La sintomatología dependerá del grupo químico. Por ejemplo, los insecticidas suelen generar efectos en el sistema nervioso: “Matan insectos, impactan en el ecosistema y también en los seres humanos, porque afectan enzimas o neurotransmisores”. A su vez, los efectos dependen de la dosis utilizada y del tiempo de exposición. “No es lo mismo una aplicación única que una frecuente, reiterada y repetida en el tiempo. Por otra parte, la aplicación no genera lo mismo en poco tiempo que en toda una jornada laboral, por lo tanto, cómo se usan, si la persona está capacitada y si cuenta con un equipo de protección también influye”, agregó.
Si bien depende del tipo de plaguicida, a grandes rasgos podemos decir que las circunstancias de la exposición se clasifican, por ejemplo, en ocupacional, que son trabajadores expuestos porque los diseñan, preparan, fraccionan, transportan, aplican o disponen de los envases finales. De este grupo, los más expuestos son los lugares de síntesis y formulación y los lugares de aplicación. Luego, las siguientes más afectadas son las comunidades circundantes, es decir, quienes viven en zonas en las que se aplican plaguicidas de forma frecuente y, por último, la población general que come alimentos o agua que tienen restos de plaguicidas.
En cuanto a las consecuencias sanitarias del contacto con estos productos, Ciganda dijo que las vías dérmica e inhalatoria son las más frecuentes en los trabajadores expuestos. La población circundante es el siguiente grupo más afectado por estas vías; “cuanto más largo el tiempo de exposición, peor las consecuencias”, y la sintomatología puede incluir náuseas, vómitos, diarrea, somnolencia, depresión y exaltación.
Los efectos de la exposición prolongada, en dosis más bajas pero crónicas, son los más difíciles de detectar porque ninguno de ellos es específico. “Tal vez un toxicólogo pueda detectarlo oportunamente, pero para la población general no”, por lo tanto, “puede presentarse un problema de salud y que no sea asociado con la exposición a un plaguicida”. Disminución de la libido, problemas de fertilidad, abortos espontáneos, disrupción endocrina a nivel hormonal son algunos de los efectos crónicos de plaguicidas.
Sobre la evidencia, agregó que hay diversos estudios; los que más hay son sobre la relación de determinados grupos de plaguicidas y la dificultad en concebir un embarazo en trabajadores expuestos a estos productos, también sobre infertilidad y abortos. Mencionó un estudio de la OMS, en conjunto con el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, que valoró la presencia de contaminantes orgánicos persistentes (COPS), en el que participó Uruguay.
Al haber firmado el Convenio de Estocolmo, nuestro país prohibió la lista de sustancias que enmarca el convenio internacional en la década de 1970. Aun así, en el estudio que se realizó entre 2009 y 2011, y luego entre 2016 y 2019, en 50 muestras de mujeres de Montevideo, Canelones, Paysandú, Tacuarembó y Florida, de entre 25 y 30 años, que amamantaban, en las dos rondas se encontraron compuestos en personas que nacieron años después de que el plaguicida había sido prohibido, que generan, por ejemplo, disrupción endocrina, es decir, “que después de mucho tiempo de haberse prohibido, las sustancias permanecían allí”, agregó Ciganda. “El objetivo de estos estudios es valorar qué tan eficaz ha sido prohibirlos, es para tener una línea de base y comparar cómo disminuyen estos productos a nivel mundial”.
Estrategias del MSP para 2025-2030
Asimismo, detalló los puntos del plan de trabajo de la Comisión Nacional de Contaminantes Químicos Ambientales que, si bien fundamentalmente trabaja con plaguicidas, incluye otros compuestos, por ello, está previsto actualizar la normativa sobre los niños expuestos a plomo.
En cuanto a los plaguicidas, se hará una lista nueva de biomarcadores para realizar a trabajadores expuestos y se editará el listado, que actualmente sólo valora la enzima acetilcolinesterasa, que indica la exposición a los insecticidas fosforados y carbamatos porque los inhiben. Según Ciganda, se proyecta ampliarlo para herbicidas, por ejemplo.
En la misma línea, habrá que evaluar qué laboratorios pueden realizar estos exámenes. En el país ya se mide en muestras agrícolas y veterinarias con técnicas desarrolladas; “hay que ampliarlo a humanos. Vamos a acompañar el desarrollo de los laboratorios”.
Por otra parte, se trabajará en un plan de vigilancia de la salud de los trabajadores expuestos a plaguicidas, con médicos especializados en salud ocupacional, a los que se les solicitará la realización de planes específicos que, de acuerdo con los riesgos, permitan hacer pesquisas preventivas para posibles afecciones. Luego, una vez detectados, reportarlos al Banco de Seguros del Estado y al MSP. También está prevista la capacitación de los trabajadores en función de los riesgos a los que estén expuestos.
En términos específicos, se harán recomendaciones de paraclínica a los trabajadores que realizan el desmantelamiento de estructuras con amianto, un grupo de minerales que se usan en industrias y materiales de construcción y generan distintas afecciones, algunas graves como cáncer. También está previsto actualizar la Ordenanza 145 del MSP de 2009 sobre la exposición a sustancias químicas, además de plaguicidas, otros como metales y solventes.