Durante el embarazo es habitual que se produzcan cambios en la salud como consecuencia de la gestación. Hay afecciones bastante frecuentes que se relacionan con la etapa, por ejemplo, la diabetes gestacional. Sin embargo, se habla menos de los cambios en salud mental que también pueden producirse y, de hecho, son frecuentes, durante esta etapa.
Si bien el embarazo se asocia a un período de felicidad, la Organización Mundial de la Salud (OMS) plantea que una de cada cinco mujeres padece un trastorno de salud mental durante la gestación y el primer año posparto.
En el Hospital de Clínicas funciona la Unidad de Medicina Materno Fetal, un espacio de atención interdisciplinaria. Uno de los objetivos de la unidad es brindar una atención continua que abarca desde el asesoramiento reproductivo y la asistencia durante el embarazo hasta el acompañamiento durante el puerperio, en las especialistas que han denominado cuarto trimestre.
Este tipo de seguimiento está en auge a nivel mundial y lo que busca es una atención integral que evite la multiplicidad de consultas individuales y que atienda todos los aspectos que se ponen en juego en el proceso reproductivo de la mujer.
El equipo de especialistas del área, la psicóloga María Noel Silvariño y las doctoras Paula Oholeguy y Valentina Zubiaurre, dialogaron con la diaria sobre los posibles cambios en la salud mental que se pueden producir durante el embarazo, qué se debe hacer ante determinados síntomas y sobre la indicación de psicofármacos durante esta etapa.
En principio, explicaron que en el embarazo se generan transformaciones en prácticamente todas las dimensiones de la mujer, por lo que las oscilaciones o alteraciones del estado de ánimo estarán presentes durante toda la gestación e incluso hasta el primer año de vida del bebé.
Se puede pensar como un proceso de “crisis” por la transición que implica convertirse en madre. Dentro de este proceso, “las manifestaciones afectivas fluctúan desde la inmensa felicidad hasta la incertidumbre y los temores”.
Sobre los cambios anímicos, hay algunos que son más esperables, propios de la etapa perinatal: alta sensibilidad emocional, labilidad, oscilaciones en el humor durante el día, períodos de irritabilidad, temores relacionados con el futuro rol que va a ejercer, quejas somáticas por los cambios corporales que se dan en pocas semanas, entre otros.
Durante el puerperio inmediato, cerca del 60% de las mujeres experimentan lo que se conoce como tristeza posparto o baby blues, un período caracterizado por angustia y preocupación de no poder llevar adelante su rol materno. Cuando esta sintomatología adquiere características que sobrepasan lo “esperado”, podrían configurar un patología del estado de ánimo, siendo los más frecuentes depresión y ansiedad.
Como es un momento en el que se espera que la embarazada experimente felicidad, las especialistas remarcaron que existe un subdiagnóstico de depresión y ansiedad por el estigma social que “no da lugar a que la mujer manifieste malestar psicológico”. La OMS estima que siete de cada diez gestantes no muestran u ocultan síntomas.
En cuanto al sentir de la embarazada, si bien “existe una fuerte creencia acerca de que los sentimientos y las emociones se transmiten al feto”, por el momento “no hay evidencia científica de que las emociones y sentimientos traspasen la placenta”, aunque el hecho de presentar patologías como ansiedad o depresión puede dificultar el correcto control del embarazo, determinando, por ejemplo, alteraciones secundarias como trastornos de la alimentación o del sueño que pueden tener efectos sobre el crecimiento del feto.
Cómo diferenciar lo esperable de lo patológico y, en el segundo caso, cómo abordarlo
Diferenciar los cambios emocionales esperables de los que no lo son requiere la realización de una entrevista integral que indague en los aspectos médicos como también los psicológicos y sociales de la gestante.
Según el equipo, es necesario incluir durante la consulta preguntas que habiliten a la mujer la expresión de sus emociones, validando la presencia de sentimientos y emociones negativas. “Sabemos además de la existencia de algunos factores de riesgo que aumentan la posibilidad de padecer algunas de estas patologías del estado de ánimo”, por ejemplo, un soporte sociofamiliar escaso, dificultades económicas, violencia de género y antecedentes personales o familiares de patología psiquiátrica.
Además, las mujeres que tienen una mala historia obstétrica o que cursan embarazos de alto riesgo están “mucho más expuestas a presentar una patología mental perinatal”.
Por lo tanto, lo recomendable es evaluar los síntomas característicos, sobre todo la intensidad y la persistencia en el tiempo. También es necesario evaluar si la sintomatología impide que la persona sea funcional, es decir, si sostiene o no sus actividades habituales y si asiste a los controles de embarazo.
Cuando lo que siente la embarazada requiere un tratamiento psicológico y/o psiquiátrico, pueden indicarse psicofármacos ya que “existen numerosas guías internacionales sobre la seguridad del uso de fármacos durante el embarazo, puerperio y lactancia”. Deben prescribirse “siempre guiados por la ecuación riesgo-beneficio y su uso debe ser consensuado con la paciente”.
De todas maneras, se presentan dos situaciones distintas: quienes se embarazan y ya se encuentran en tratamientos con psicofármacos y las que lo van a requerir durante la gestación. En el primer grupo “es fundamental” realizar una consulta de consejería reproductiva previo a la búsqueda del embarazo para adecuar el tratamiento farmacológico y dar el seguimiento oportuno, porque “la suspensión brusca del tratamiento farmacológico puede provocar un empeoramiento de la patología de base”.
Por último, las especialistas manifestaron que durante los últimos años notaron un aumento de la prevalencia del diagnóstico de depresión y ansiedad en el embarazo. La depresión perinatal es la que se desarrolla durante cualquier etapa del embarazo hasta 12 meses posterior al parto con una prevalencia de entre el 10% y 21% de los embarazos.
“Creemos que esto se debe, por un lado, a un screening más adecuado de este tipo de patologías por parte de los equipos técnicos, y por otro al aumento real de estas patologías en la sociedad en general, y las embarazadas no escapan a esta realidad”, aunque en la unidad es más evidente el aumento porque asisten a mujeres que cursan embarazos con patologías médicas, lo que conlleva a un aumento de la incidencia de patologías mentales, puntualizaron.
Un período de vulnerabilidad al que el sistema de salud debe poner “mayor atención”, sostuvo la directora general de Salud
Por su parte, la ginecóloga y directora general de Salud, Fernanda Nozar, sostuvo, en conversación con la diaria, que la salud mental durante la gestación es un tema “muy poco abordado” que actualmente los organismos internacionales cada vez resaltan más porque las patologías psíquicas en esta etapa son “mucho más prevalentes que los sangrados o la hipertensión y, sin embargo, no lo tenemos incorporado como un elemento habitual al cual prestarle atención” si no se convierte en una depresión aguda o en una psicosis puerperal.
Se trata de una etapa de la vida en la que la mujer se expone a muchos factores de riesgo, por lo que la evaluación de la salud mental se debe incorporar “con el mismo nivel de importancia” que la evaluación física, según la directora.
Agregó que durante la etapa reproductiva “hay más violencia hacia las mujeres”, por lo tanto, más feminicidios durante el embarazo y hasta los dos años posteriores. “Hoy está sobre la mesa la discusión de si las muertes, suicidios y feminicidios que suceden más allá del puerperio [que abarca los primeros 40 días posnacimiento] no son también muertes maternas, porque el factor de riesgo es la mujer en su proceso reproductivo”, agregó.
En cuanto al uso de los psicofármacos, coincidió en que si se requiere, evaluando cuál es el más indicado para cada etapa de la gestación, no se debe dudar su indicación, “como no se duda” indicar fármacos para otras afecciones físicas también frecuentes.