Mucho se ha hablado sobre la sensación térmica de la campaña, esto de que le cuesta “entrar en calor”, pero, a veces, como ahora, el frío también quema.
Sólo el 36% de las iniciativas sobre reformas de la Constitución fueron aprobadas por la ciudadanía, por lo que conviene preguntarnos por qué resulta tan difícil modificar la carta magna por esta vía.
El abordaje de las desigualdades de género a través de la agenda de las infancias (absolutamente necesaria pero no excluyente) invisibiliza realidades de todas las mujeres y diversidades, así como resigna a aquellas mujeres que son madres a esta única condición.
En una campaña fuertemente pautada por rasgos personalistas, con cierto desdibujamiento de las colectividades tradicionales, las señas de diferenciación se tratan de llevar hacia ejes corridos de la ideología. La propia discusión sobre la ideología se ubica como superada.
Parece claro que el FA debería disminuir la intensidad de la discusión en torno al plebiscito de la seguridad social, dotar de mayor proactividad discursiva y contundencia a sus candidatos y, sobre todo, activar la base de militantes, que tantas veces ha hecho una diferencia.
Veremos si la campaña presidencial será funcional a obtener resultados electorales deseados, en detrimento del debilitamiento de históricos sectores signados por sus diferencias ideológicas.
Quizá, aprovechando el diálogo abierto sobre renovación y la demanda de alcanzarla, podamos pensar formas de incluir de forma efectiva a quienes hoy les llega el mensaje pero no participan en la conversación, si es que de verdad consideramos que existe un problema colectivo a resolver.