Además de inversión, capital físico y tecnología, organismos internacionales como el Banco Mundial sumaron a la ecuación de desarrollo económico un componente “fundamental” pero “mucho más difícil de medir”: el capital humano entendido como “la suma de los conocimientos, aptitudes y salud que las personas acumulan a lo largo de su vida”. Ayer, en Bali, Indonesia, se presentaron los resultados de la actualización del Índice de Capital Humano (ICH) que “refleja la productividad de la próxima generación de trabajadores comparándola con la de una que tuviera salud plena y educación completa y de alta calidad”.

El ICH mide la cantidad de capital humano que una persona nacida hoy puede esperar haber logrado a los 18 años por medio de cinco indicadores: la probabilidad de sobrevivir hasta los cinco años, la cantidad de años de escolaridad esperados, los puntajes de exámenes armonizados -como las pruebas PISA- como medida de la calidad de aprendizaje, la tasa de supervivencia de adultos (es decir, la proporción de personas de 15 años que sobrevivirán hasta los 60) y la proporción de niños que no presentan retraso en el crecimiento. En el caso de Uruguay, y en palabras de Rafael Rofman, encargado del Programa de Desarrollo Humano y Pobreza del Banco Mundial para Argentina, Paraguay y Uruguay, este indica que “los jóvenes consiguen desarrollar 60% del potencial que tienen para dar en capital humano”.

Calculado para 157 países, Uruguay se ubica en el puesto número 68, superado por tres países sudamericanos -Argentina (63), Costa Rica (57) y Chile (45)-, más allá de que todos se ubicaron por encima del promedio regional. Según Rofman, el “rezago” se debería casi que exclusivamente a los “pocos” años de educación que alcanzan los jóvenes en Uruguay -11,8 entre preescolar, primaria y secundaria-, cuando hay países que alcanzan los 14 y, en este sentido, sostuvo que “el problema está en el abandono”. A su vez, cuando se ajusta ese número en función de la calidad del aprendizaje el resultado para nuestro país es de “sólo 8,4 años”, lo que supone una “brecha de aprendizaje de 3,4 años”. En el resto de los indicadores consideró que el nivel está “bastante bien”.

Además, evaluó que un aspecto “crítico” sobre el asunto consiste en que no hubo un avance cuantitativo desde los años 90. En particular, entre 2012 y 2017 el valor del ICH de Uruguay se incrementó de 0,59 a 0,60. Para Rofman, son “indicadores que cambian lentamente a lo largo del tiempo” y, en este sentido, más allá de experiencias “buenas”, como la de Ceibal, “la evidencia de los últimos años muestra que es [un fenómeno] más difícil de revertir de lo que se esperaba”. No obstante, advirtió que el ICH “mira no lo que se hace al respecto, sino lo que resulta”.

Respecto de las causales, sostuvo que “no se trata de un problema de gobierno”, sino que, de hecho, “trasciende las políticas gubernamentales” y que más bien responde a “decisiones de priorización de la propia sociedad” uruguaya. También indicó que “los países que lograron mejores resultados se deben a acuerdos más allá de la política”. Volviendo a lo local, consideró que “hay un consenso importante de que hay un problema y también de que hay que hacer algo al respecto”, y dijo que eso “no es menor”. También señaló que la “complejidad institucional” en Uruguay, en el sentido de la “disfuncionalidad” del sistema educativo que genera “una inercia que hace más difícil que se avance en el cambio que la sociedad quiere”, “no ayuda”.

El índice no fue desagregado a nivel socioeconómico pero sí por género, aunque Rofman aclaró que en el caso de Uruguay “no hay diferencias” entre los resultados para varones y mujeres.

El ICH será presentado hoy en las Reuniones Anuales del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial en Bali, organismos que concluyen que “56% de los niños que nacen hoy en día en todo el mundo perderá más de la mitad de los ingresos potenciales de su vida”, debido a que “los gobiernos no están haciendo inversiones eficaces para garantizar una población saludable, educada y con capacidad de resiliencia, lista para los trabajos del futuro”.

En cuanto a la región, se comparten los “problemas” en el ámbito educativo. El vicepresidente regional del Banco Mundial, Jorge Familiar, sostuvo que si bien “América Latina ha avanzado de manera significativa en los últimos 25 años, aún queda mucho por hacer en pos de mejorar la calidad de la educación, proporcionar las habilidades laborales adecuadas para ayudar a las próximas generaciones a tener éxito en la vida y promover la participación femenina en la fuerza laboral”.