Previo al XIII Congreso del PIT-CNT, que se llevará a cabo los días 24, 25 y 26 de mayo, la diaria entrevistó a Sergio Sommaruga, profesor de Filosofía y secretario general del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Enseñanza Privada, y a Mariano Pouso, ferroviario y secretario general de la Unión Ferroviaria. Estos dos sindicatos y la Asociación de Funcionarios Postales del Uruguay, el Sindicato Único Gastronómico y Hotelero del Uruguay, la Asociación de Funcionarios de la UTE, el Sindicato de Artes Gráficas, la Agremiación Federal de Funcionarios de la Universidad de la República y la Unión de Funcionarios del Consejo Directivo Central de la Administración Nacional de Educación Pública presentaron un documento en el que hacen aportes para la discusión.
En el documento que presentaron hacen una caracterización de la etapa y hablan del agotamiento del modelo de redistribución amortiguadora.
Sergio Sommaruga (SS): Lo que planteamos es que en el período progresista hay elementos medibles, comprobables, que dan cuenta de una redistribución funcional del ingreso. Pero esa redistribución tiene como ancla que la limita y la enmarca el patrón de acumulación capitalista, es decir, cómo se distribuye la riqueza, que es lo que está por debajo, el aspecto pesado de la economía y de las relaciones sociales en Uruguay. ¿Cómo explicar que sin la modificación sustantiva del patrón de acumulación hubo una redistribución funcional del ingreso? Se explica a partir de la apropiación de la renta extraordinaria que impulsó el precio de las oleaginosas y de los commodities. En el mismo período, por una necesidad del capital central de buscar valorizarse por fuera del esquema financiero, que estaba generando poca devolución, eso se tradujo en inversión extranjera directa voluminosa, de la más alta en la historia de Uruguay. En el período 2006-2012 el Producto Interno Bruto creció más del doble de lo que había crecido históricamente: 6%. ¿Se modificó la matriz productiva? ¿Hubo un incremento de la capacidad de producción? ¿Incorporamos nuevas formas de valor? No. Lo que explica ese crecimiento son esos dos motores, que quedan gripados; al quedar así, el factor que hizo posible la redistribución funcional del ingreso se tiene que ajustar, porque la alternativa es ir contra el patrón de acumulación, algo que no está planteado como voluntad política de la fuerza gobernante. Ni siquiera es parte de su programa. En consecuencia, lo que se va a venir es un ajuste que va a ser matizado y no de shock. No va a ser al estilo neoliberalismo recargado, como lo expresa la derecha más dura y pura, como en Brasil con [Michel] Temer o en Argentina con [Mauricio] Macri. Ese ajuste, que ya empezó parcialmente en 2017, se va a resolver en términos de clase. Lo que decimos es que, desde esa perspectiva, el movimiento sindical tiene que velar por los intereses de su clase y tiene que pensar su rol y su función en esa disputa por el excedente en el marco del ajuste, mirándose como clase, pensando en qué es lo que les sirve más a los trabajadores. ¿Cómo posicionarse? En función de los problemas de la estructura económica, de la estructura social, de las relaciones sociales de producción, de la distribución de la riqueza o en función de lecturas político-partidarias que no tienen que ver directamente con los trabajadores. Porque el movimiento sindical no le pregunta a un trabajador de qué partido es. Vos estás en un sindicato por tu condición de clase, no por tu condición de votante de un partido u otro. Tenemos que recuperar esa esencia de la autonomía política del movimiento sindical. Aplaudimos cuando un gobierno hace las cosas bien. Aplaudimos el crecimiento del salario real. ¿Cómo no vamos a aplaudir eso? El problema es que hoy el que cobra el salario mínimo nacional está por debajo de la línea de pobreza. El salario real creció en el sector privado 68% desde 2005 hasta 2017, pero hay 400.000 trabajadores en negro y 800.000 que ganan menos de 20.000 pesos. El tema es cómo posicionamos al movimiento sindical ante esa encrucijada.
Mariano Pouso (MP): Hay que apuntar a que el horizonte sea un mundo sin explotados ni explotadores. Cuando hubo para repartir la torta, la torta fue más grande y por eso los pedazos fueron más grandes, pero no ha habido un cambio profundo. Al contrario, vemos que se ha destruido el valor de la solidaridad, que era propio de nuestro pueblo y ha sido absorbido por el patrón de consumo. ¿Qué es lo que va a pasar cuando la torta se achique? ¿Y si nuestra herramienta no está preparada? No solamente desde el punto de vista organizativo, sino en cuanto al respaldo social. Si se liga a un gobierno, va a caer junto con ese gobierno. La herramienta sindical tiene que volver a lo que la hizo fuerte como convención de trabajadores: a los estatutos, donde no estamos ligados a un gobierno en particular. Nuestro objetivo es liberar a la clase trabajadora del yugo de sus patrones. Eso no está a la vuelta de la esquina, no se están dando pasos en esa dirección.
¿No comparten la idea de que hay dos modelos de país que se enfrentan?
SS: Hay dos temas con respecto a esa tesis: está el nivel de cómo se discute y el de cómo se usa políticamente el hecho de tener diferencias con esa tesis. Estamos en la perspectiva de que no hay dos modelos de país. Cuando discute en esos términos, el movimiento sindical se entrampa porque se partidiza por la vía de los hechos y porque se queda sin estrategia propia, porque su estrategia va a estar subordinada a un bloque social de los cambios que no sabemos ni siquiera quién lo integra, pero seguro que el movimiento sindical no dirige. La estrategia propia es la que determina la táctica, y la táctica las decisiones. En todo caso, si el corolario de ese bloque es el Frente Amplio [FA] y, en consecuencia, el gobierno, todo lo que sea criticar al gobierno significa hacerle el juego a la derecha, o te colocan como antifrenteamplista o antigobierno. En nuestros sindicatos la mayoría de los compañeros son votantes del FA. Discrepar con la tesis de los dos modelos de país no significa ni ser antifrenteamplista ni hacerle el juego a la derecha, significa ejercer mental y políticamente la independencia de clase.
MP: El planteo de esos dos modelos tiene como fin pedirle el voto a la gente. El pueblo está pidiendo mayor independencia de clase y que no pase que un compañero hoy está contigo y mañana está en el directorio de una empresa pública y se transforma en tu patrón. Además, piden el voto ejerciendo una suerte de terrorismo: “Miren que si no votan esto va a volver lo que estaba antes”. Hay un montón de elementos, que se pueden enumerar, que muestran que cuando se achica la torta, las decisiones que se toman van en el sentido de profundizar el modelo capitalista. En el caso de las empresas públicas es dramático lo que está pasando con las privatizaciones y las tercerizaciones, y va todo en la línea de una mayor eficiencia o maximización de la ganancia. El eje del movimiento sindical no puede ser pedirles el voto a los trabajadores.
Ustedes tienen una plataforma, pero además proponen cambios en ciertas prácticas.
SS: La plataforma incluye elementos de orientación general en un proceso de acumulación de fuerzas. Que hablemos de la necesidad de determinados cambios en la formación social o de la configuración de las relaciones de producción o de la propiedad de determinados bienes comunes como puede ser el suelo, la tierra, y pensar una forma distinta de explotar el recurso, mediante una reforma agraria, no significa que hoy contemos con las condiciones inmediatas para hacerlo. No hay que confundir los términos. Si toda estrategia o plataforma se discute en función de posibilismos, evidentemente no tenés estrategia; a lo sumo, tenés una táctica. Pero lo más importante es el proceso. El movimiento sindical uruguayo es la unidad en la diversidad, y es unidad de acción. La CNT es convención y no central, y tiene un estatuto que es una síntesis política que hizo posible esa unidad y te garantiza la unidad de acción, que tiene un valor estratégico porque el movimiento sindical está inscripto en una lucha de clases y necesita tener la mayor fuerza posible para oponerse a las fuerzas de la otra clase. Si la unidad tiene un valor estratégico, hay que cuidar las condiciones que la posibilitaron. Eso se pone en tela de juicio con acciones cuando se intenta continentar la diversidad por arriba, excluyendo sindicatos de la Mesa Representativa, dándole más poder en los hechos al Secretariado Ejecutivo, haciendo sobrerrepresentación política del PIT-CNT cuando se sale a hacer declaraciones. El estatuto habla de democratización de la información en materia de finanzas, por ejemplo, en materia de la representación política que tiene en el Banco de Previsión Social, en la Junta Nacional de Salud, en los organismos de la educación. ¿Dónde están los planes, las rendiciones de cuentas? ¿En función de qué están tomando decisiones esos compañeros? No pongo en tela de juicio la probidad, la honestidad y la entrega de ninguno de ellos, pero orgánicamente, como espacio colectivo, ¿quién es la dirección de la central? No es el Secretariado Ejecutivo, es la Mesa Representativa, que es la que cobija la unidad en la diversidad. Querer sacar sindicatos de la Mesa Representativa para asegurarte una correlación de fuerzas transitoria es pan para hoy y hambre para mañana. Es muy peligroso caminar por ese pretil. Por otra parte, se habla de que hay sindicatos chicos y de que un sindicato grande debe tener más representatividad que uno chico. 66,6% de los sindicatos que mandan delegados al congreso tienen menos de diez delegados. Con la lógica de que los sindicatos grandes tienen que tener más poder, tendríamos un movimiento sindical de seis sindicatos. Pero además podés ser un sindicato pequeño en cantidad de afiliados pero tener un control estratégico sobre el comercio, la economía y la producción, y tener mucho más poder que un sindicato numeroso. Defendemos la unidad sin exclusiones y el mandato histórico de “un sindicato, un voto”. El debate se gana con militancia, con ideas, convenciendo y no excluyendo. Es fundamental que en este congreso haya unidad sin exclusiones, con una Mesa Representativa fuerte, representativa de verdad, que recupere lo que el estatuto le dio, que es el control político del movimiento sindical. Queremos democratizar el movimiento sindical porque esa es la única manera de preservar la unidad, sobre todo en un momento en el que se va a complicar. Cuanta más complicación, más debate y no más centralismo; más abrazo, más inclusión, más unidad en la diversidad. De lo contrario, esto se parte, y partir el movimiento sindical es un error estratégico. Necesitamos independencia de clase en la práctica y más democracia en lo interno.