Hace unos 15 años, en Uruguay se empezó a consolidar el primer flujo migratorio moderno. No se trataba de europeos, como los que llegaron durante principios y mediados del siglo XX, sino de peruanos, mayoritariamente provenientes de la ciudad de Chiclayo. Los hombres vinieron a trabajar en la pesca y las mujeres a desempeñarse como trabajadoras domésticas. Casi 5.000 se afincaron en Uruguay, básicamente en Montevideo. Pero, en los últimos años, el flujo migratorio de latinoamericanos a Uruguay explotó en diversidad y cantidad. Fundamentalmente dominicanos, venezolanos y cubanos empezaron a llegar por miles.
En menos de un año, la localidad de Santa Rosa, sobre la ruta 6, en Canelones, se vio desbordada de migrantes. Ya se afincaron allí más de 200 cubanos, atraídos por la posibilidad de conseguir trabajo en la zona pagando alquileres bajos.
Por este motivo, el lunes la Intendencia de Canelones convocó a otra edición de Reflexiones canarias. Esta vez la actividad se desarrolló en el Social Club Santa Rosa, y con el intendente Yamandú Orsi haciendo las preguntas, expusieron los sociólogos Alba Goicochea y Rafael Porzecanski, y la doctora Valeria España. “Porque venimos de los barcos - Canelones tierra de derechos e integración” se denominó la reflexión colectiva, en la que se habló de este nuevo fenómeno, su pertinencia, y de si el país está preparado institucionalmente y como sociedad para acoger a estos migrantes y a los que seguirán llegando en un marco de plenitud de derechos. Entre el público hubo cubanos radicados en la localidad que contaron algunas de sus experiencias.
Orsi se refirió a la localidad de Santa Rosa, en la que “todos conocemos la presencia de ciudadanos de origen cubano” y la comunidad “está viviendo esta experiencia de recibir gente”, y lanzó la primera pregunta: “¿Qué cosas deberíamos tener en cuenta como sociedad para seguir siendo aquel país que se construyó a principios del siglo XX con los brazos abiertos recibiendo gente?”. También preguntó sobre las fortalezas del país para “ser receptores de migración interna dentro de América Latina”.
Goicochea respondió destacando el marco normativo de Uruguay “para garantizar los derechos de las personas migrantes”, en particular la Ley 18.250, de Migraciones, que “coloca al país en los estándares de derechos humanos a nivel regional e internacional”. En comparación con otros países, también destacó el acceso a la salud y a la educación y la posibilidad de “regularización de la situación migratoria”, y consideró que el actual fuerte ingreso de migrantes “es una gran oportunidad para que el país pueda trabajar en políticas inclusivas”. La socióloga sostuvo que esta tendencia migratoria “coloca a los estados en una necesidad de aggiornar sus estructuras normativas e institucionales para dar cuenta de este fenómeno”, lo que implica “trabajar con los vectores de la integración y la inclusión social, que son fundamentales”, y aseguró que Uruguay “está transitando por este camino desde distintos ámbitos de trabajo interinstitucional en el marco de la Junta Nacional de Migración”.
En tanto, Porzecanski dijo que si bien tenemos la idea de que “hemos sido siempre un país de puertas abiertas”, ya en 1890 había una ley que prohibía la inmigración asiática y africana, y mencionó que sus cuatro abuelos, “que son en todos los casos judíos”, llegaron a Uruguay previo a la década del 30, pero que durante los años 30 “a los judíos no les fue nada fácil ingresar, más bien les fue casi imposible”. Para el también sociólogo, Uruguay tiene una legislación “de avanzada” en la materia, pero observó que “en el terreno de la opinión pública hay un desfasaje entre lo que podría ser el ciudadano de a pie y las élites que promulgan leyes o elaboran los discursos”. Agregó que el ciudadano “de a pie” está mucho más escéptico de lo que parece si uno lee a las élites, y citó un dato recabado el año pasado por la Unidad de Población de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República: “Un 40% de la población está en desacuerdo con que es bueno que los inmigrantes lleguen al país”. “Eso tiene que encender una luz amarilla”, remató. Luego, destacó que el sistema político en general “ha estado más bien en sintonía con el tema migratorio” y no hay ni “grandes debates” ni partidos xenófobos, “que hoy son moneda corriente en Europa y con mucho éxito”. Para Porzecanski el “desfasaje” al que se refirió “es uno de los fenómenos más importantes que debemos atender”.
Por su parte,España comenzó contando su experiencia de “nacer dos veces”, una en México y otra en Uruguay, y refiriéndose especialmente a los migrantes que estaban en la actividad aseguró: “Se puede nacer en un país y renacer en otro”. En su opinión el tema no debe ser por qué los migrantes llegan a Uruguay sino “cómo podemos construir un país entre todos”, dándonos “la oportunidad de discutir, asumiendo los avances que se han dado en los últimos años, pero también las situaciones que no hemos logrado enfrentar, incluso vinculado a ese mito fundacional del Uruguay de las puertas abiertas”. En este sentido, puso como ejemplo el artículo 37 de la Constitución, que dice: “La inmigración deberá ser reglamentada por ley, pero en ningún caso el inmigrante adolecerá de defectos físicos, mentales o morales que puedan perjudicar a la sociedad”. “Es una norma vigente hoy en nuestro país y por lo tanto es un muy mal marco aun cuando tengamos una ley en la que se reconoce el derecho a migrar. En los tiempos que corren de xenofobia, es una disposición constitucional muy peligrosa”, consideró.
El mozo médico
Orsi volvió a preguntar. “Ya que no estamos vacunados contra la xenofobia, ¿cuál es la clave para disminuir las señales de ese tipo?”, lanzó.
Goicochea señaló que hay dos niveles, uno es “trabajar desde la institucionalidad para que los funcionarios estén preparados para atender a las personas migrantes en un marco de derechos, y una segunda dimensión tiene que ver con la opinión pública, la sociedad en general. Ahí la tarea es bastante compleja y diversa, hay que trabajar desde una perspectiva intercultural en el sistema educativo, trabajar con la prensa, sobre todo con los periodistas, en cómo presentan los temas y el daño que pueden hacer cuando las noticias no se presentan con los contenidos adecuados”.
Porzecanski dijo que hay datos contundentes de que el problema del “cierto rechazo o mirada escéptica al fenómeno migratorio está en las clases populares, en el nivel socioeconómico bajo”. “¿Se trata de personas que de por sí tienen un rechazo al venezolano, al cubano, al dominicano? No me parece en lo más mínimo. No viene de un prejuicio cultural previo. El asunto tiene que ver con que también los uruguayos piensan mucho en su bolsillo y en su trabajo, y observan y perciben que la migración representa un problema para ellos en términos de sus salarios y de acceso a empleo”, consideró. Por eso propuso que “la cuestión pasa por persuadir y comunicar con datos fidedignos que los efectos de la migración son saludables para el país”.
España consideró que hay un “sobredimensionamiento de los fenómenos por parte de los medios de comunicación y eso genera en la comunidad la sensación de una invasión, de un aluvión de migrantes”, y por eso “es muy importante tener cautela en cómo los medios van instalando una agenda que la sociedad civil y el Estado terminan tomando como propia, y eso termina marcando el pulso y los ritmos de las decisiones. Eso es muy peligroso”. España puso como ejemplo los comentarios que “están debajo de las noticias en internet”, que “dan cuenta de esa sensación térmica del odio al otro”, y reclamó la “responsabilidad del Estado” en ver “qué se puede generar para poder prevenir y combatir esta potencial xenofobia”. “Estoy convencida de que Uruguay puede tener la mejor política migratoria del mundo, más cuando en la región se van apagando las pocas luces que iban quedando en el reconocimiento del derecho a migrar”, opinó.
España también se refirió a la “sensación” que pueden tener los trabajadores uruguayos “sobre la competencia que podrían tener en cuanto a la oferta de trabajo”, y dijo que en realidad “hay una desinteligencia institucional”, ya que no se aprovecha a los migrantes “en términos de integración plena”. “Hay personas que vienen muy formadas del exterior que terminan accediendo a trabajos para los que están sobrecalificadas, y por lo tanto terminan aparentemente compitiendo en sectores en los que hay pleno empleo. Hay una discusión para dar sobre esto. No puede ser que el dueño de un restaurante presuma de que tiene ingenieros trabajando en su restaurante, o la situación muy reconocida de una persona que pudo ser atendida en un restaurante porque había un médico cubano trabajando allí. Hay que decir ‘¡qué suerte!’ por el tipo que sobrevivió, pero la gran cuestión es cómo podemos generar las posibilidades para que personas con esas capacitaciones puedan acceder a determinados espacios y puedan aportar a la construcción del país que soñamos”, expresó España.
Política migratoria en serio
Para finalizar, el intendente canario preguntó sobre los efectos de la migración desde un enfoque demográfico.
Porzecanski dijo que si se hiciera una “convención de economistas” sobre el tema “la respuesta va a ser prácticamente unánime”: “te van a decir que el efecto es positivo”. “Si te dicen que van a venir personas de entre 20 y 50 años, económicamente activas, con capital humano a un país que tiene una tasa de crecimiento muy baja, una estructura de población envejecida, con lo que eso representa en términos de seguridad social, la respuesta es inequívoca. Obviamente se van a generar tensiones y el desafío es articularlas, pero una migración de este tipo, como la que está viviendo el Uruguay, es positiva en términos económicos y demográficos”, concluyó.
En tanto, Goicochea hizo referencia a las políticas migratorias de otras regiones y continentes, donde “la migración ha sido una variable de ajuste para países que tienen estructuras envejecidas o zonas con despoblamiento que requieren revitalizar o rejuvenecer las estructuras de edades”. “Es decir, políticas migratorias activas que buscan atraer población para reactivar sectores de la sociedad. Basta ver las políticas comparadas y veremos que la migración es materia de las políticas de población”, expresó la socióloga.
A su turno, España dijo que hay que “deslegitimar” las propuestas que han hecho algunos políticos sobre “aumentar la natalidad de las clases medias o altas del país”, y dijo que en el mundo hay un problema de superpoblación, por lo que “la mejor política demográfica” para Uruguay “es aplicar una política inmigratoria en serio”, que genere “una buena comunicación con la comunidad y una integración plena”. “Con esta idealización que se hace de Finlandia y su sistema de educación, si llegara a Uruguay un contingente de maestras finlandesas expertas en español que quisieran desempeñarse en la educación primaria pública en Uruguay no podrían dar clases, porque el artículo 74 de la Constitución no lo habilita”, mencionó España. Este artículo define como ciudadanos naturales de Uruguay a aquellos nacidos en el territorio nacional o a los hijos de padre o madre uruguayos nacidos en otro país que se “avecinen” o se inscriban en el Registro Cívico. Para España “tenemos esas dificultades. Podemos decir ‘sí, Uruguay necesita definitivamente migrantes’. Podemos superar el argumento utilitario y pensar en términos de construcción de comunidad política. Pero para eso es necesario pensar en esos engranajes que están pensados para otro paradigma. Uruguay es el único país, junto con Myanmar, que no otorga la nacionalidad. Se puede aspirar a obtener la ciudadanía legal pero no la nacionalidad, y eso pareciera un capricho técnico, pero hoy están llegando niños pequeños, bebés que van a permanecer en este país y construir este país como su horizonte y nunca van a poder acceder a la nacionalidad. Este es un tema que hay que discutir”, finalizó.