Las barreras que existen en el relevo generacional y las consecuentes dificultades para desarrollar la actividad productiva por un camino propio fueron algunas de las diferentes problemáticas comunes que coincidieron en señalar jóvenes de Uruguay, Argentina y Brasil, durante el XVII Encuentro de la Red de Jóvenes Rurales Cooperativistas del Cono Sur, que se desarrolló entre el jueves y el sábado en Florida.

Entre trabajos de salón y de campo, salidas e incluso actividades deportivas para la recreación, la instancia organizada en Uruguay por el Movimiento de la Juventud Agraria (MJA) –una organización sin fines de lucro que moviliza y organiza a los jóvenes, aunque la cúpula de su estructura tiene miembros que bordean el medio siglo– sirvió para fortalecer la red creada en 2002 por el impulso de las cooperativas paraguayas, integrada en forma plena por dos organizaciones uruguayas: el MJA y la Asociación Nacional de Productores de Leche. Se suma ahora la Sociedad de Productores de Leche de Florida, que aspira a convertirse en miembro pleno en 2019.

Según el presidente del MJA, Óscar García, la intención del encuentro fue “analizar qué necesidades tienen las diferentes cooperativas para hacer algo en común”. La permanencia de los jóvenes en el medio rural, en la producción, fue uno de los ejes de los talleres. “La idea es pasar del diagnóstico a la acción”, apuntó a la diaria el director de Extensión del MJA, Freddy Martínez. Pero aunque la problemática es compartida, existen “diferencias importantes entre los países” por su contexto de producción. “La explosión agrícola en Paraguay ha sido muy importante; allí las cooperativas agrícolas son de un peso trascendental”. Son cooperativas integradas por productores “medianos y no tanto”, explicó, enfatizando que en ese país “se paga pocos impuestos, y tal vez no esté el Estado muy presente tampoco, pero es la cooperativa la que hace la retención y se hace cargo del mantenimiento de la caminería, de la educación de tus hijos. La misma cooperativa agraria se encarga de todo, hasta de las estaciones de servicio, importando combustible y acopiándolo para asegurarse de que esté disponible en la cosecha. Todo eso acá es inaplicable”.

Pese a que hablar de jóvenes rurales cooperativistas en algunos ámbitos puede conducir a la imagen de campesinos desplazados o con producciones acorraladas que se organizan para subsistir, así como para denunciar contaminación por fertilizantes y plaguicidas, no era este el caso.

Arielson Potulski, de Santa Rita, Paraguay, es miembro de Unicoop, órgano que nuclea a siete cooperativas de dos provincias paraguayas. Estas concentran producción agrícola, así como la lechería, y no sólo con tambos, sino también con la industrialización. Lo mismo con la yerba para mate y tereré. “Son muy fuertes”, explicó. “Cada una ya tiene un volumen muy grande en la agricultura. Están industrializando la harina de trigo y la de maíz, y produciendo alimentos balanceados para los animales”. Habló también sobre la sustitución del Estado: “Infelizmente en Paraguay no tenemos mucho apoyo del gobierno en temas de infraestructura, en caminos, escuelas y demás, entonces las propias cooperativas tienen un fondo, como por ejemplo la cooperativa Pindó, que está en una ciudad de 10.000 habitantes [San Cristóbal] y abarca una zona muy importante donde con ese fondo se arreglan caminos, traen una escuela [secundaria] privada, aunque hay una escuela nacional, pero en la privada traen profesores que son ingenieros agrónomos y profesores con posgrados y maestrías, y ahí en el colegio de la cooperativa a la mañana se hace el bachillerato científico y a la tarde el bachillerato técnico. Entonces el joven desde pequeño anda en campos demostrativos en los que aprende a sembrar, a cosechar y a plantar su propio alimento. Además trajo una universidad, la de San Carlos, que es referencia en Paraguay en cuanto al agro. Tiene muchas carreras en el agro y la trajo para que el joven no salga de la zona; para que se quede ahí y trabaje con sus padres y no se vaya afuera a buscar algo, porque la cooperativa va a traer el futuro para ellos”.

Freddy Martínez señaló que en la gestación de las cooperativas paraguayas incidieron “productores que se fueron de Brasil porque la tierra estaba muy cara y compraban 100 hectáreas con lo mismo con lo que en Brasil compraban una, y le entraron a pico y pala a deforestar”. No obstante, agregó que “hicieron un trabajo de deforestación y ahora de reforestación, intentando poblar de árboles nativos los arroyos y cursos de agua. No fue que destrozaron y no se hicieron cargo. Hubo además una evolución muy grande. Hace 20 años estaban con bueyes, pico y pala, y ahora están trabajando con una tecnología que no se ve mucho en la región”.

Precisamente sobre deforestación, producción y desplazamiento de comunidades le preguntó la diaria a Potulski. “Está un poco crítica esa parte. Cuando [Fernando] Lugo era presidente, quería acabar con la plantación de soja porque decía que contaminaba todo y la agricultura mataba a la población. Y hay además un tema muy fuerte, un tema cultural, porque somos descendientes de padres que vinieron de Brasil, entonces hay un conflicto de culturas por el tema del idioma”, dijo. Provienen del sur brasileño, “de la zona de Uruguayana y por ahí, y vieron que la tierra no era tan buena para el cultivo, entonces usaron la platita que tenían para ir a Paraguay y comprar sus tierras donde era todo monte y trabajar muy arduamente para conquistar, plantar y todo eso. Y ahora que la zona está muy valorizada, el gobierno quiere meterse y decir que no hay documentos. Hay un conflicto con gente de la capital que cree que se contamina y todo eso, y en verdad nosotros producimos alimentos y nunca en nuestra zona murió alguien por intoxicación directamente”, agregó.

Dejar el campo

En el intercambio con jóvenes rurales uruguayos y argentinos, Potulski vio “más o menos las mismas problemáticas. En primer lugar, la falta de credibilidad en los jóvenes para entrar al mercado. Vemos que en Argentina y Uruguay tienen más o menos ese problema, el de la falta de espacio. Por eso aquí tratamos en talleres el ingreso de los jóvenes al mercado agrícola, cuáles son las tecnologías y la metodología que los pueden llevar hasta ahí”. “Para los jóvenes que no tienen un soporte de su familia, un campo de su familia, empezar es muy difícil”. En esos casos, aseguró, “la cooperativa de la zona le da un soporte mayor, un trabajo como técnico, o le financia estudios para que sea un buen profesional”.

“Lo que estamos buscando un poco como jóvenes es poder insertarnos en las empresas familiares, que podamos encontrar un nicho, una oportunidad”, comentó por su parte el santafesino Guillermo Tavernier, presidente de la Juventud Agropecuaria de la cooperativa Guillermo Lehmann. “Hay familias más rígidas y familias más flexibles, pero el traspaso generacional es fundamental para que el joven pueda seguir en el sector agropecuario”. Subrayó que “se ve la migración de la gente del sector agropecuario a las ciudades, por temas relacionados a infraestructura, acceso a internet y servicios que son aspectos en los que hay que trabajar fuerte para retener a la gente que está en el campo”.