Tras el incidente del 6 de enero en el que dos guardias de seguridad asfixiaron a un hombre que había intentado robar una moto en un shopping de Paysandú, la Unión Nacional de Trabajadores de la Seguridad privada (Unatrase) emitió un comunicado en repudio del hecho y encendiendo –nuevamente– las alarmas sobre la capacitación insuficiente en el sector: actualmente, los trabajadores de la seguridad privada reciben capacitaciones de 20 horas, que ascienden a 28 para el porte de armas, lo cual, en opinión del sindicato, explica muchos de los desenlaces fatales que involucran a trabajadores de la seguridad. El secretario general de Unatrase, Juan del Valle, conversó con la diaria sobre este problema, las expectativas de cara a la implementación de la Ley 19.721 y otros desafíos del sector.

¿Qué reflexión hace Unatrase sobre el incidente ocurrido el 6 de enero en un shopping de Paysandú, en el que un trabajador asesinó a un hombre que había intentado robar una moto?

Nosotros estamos conceptuados a nivel nacional como la segunda pata de la seguridad pública, o sea que lo que no hace la Policía lo hacemos los que estamos, entre comillas, más capacitados, que somos la seguridad privada. Por eso se han dado temas complejos, tanto actuando como seguridad privada como en complemento de la Policía. Lo que pasó en Paysandú es el resumen de la falta de capacitación. Un guardia de seguridad, para ejercer como tal, tiene que pasar por una capacitación de 20 o 28 horas, lo cual es terrible. Gracias a esto han fallecido muchos compañeros mientras trabajaban. La persona que actúa como guardia de seguridad actúa como le dicta su conciencia en el momento, y a veces pasan cosas embromadas, como lo ocurrido en Paysandú, que es lo último que nosotros queremos que pase. Hay cosas que los guardias de seguridad pueden hacer y otras que no; ese caso fue resultado de las cosas que no se pueden ni se deben hacer. El resultado del trabajo de un guardia de seguridad no puede ser una muerte, no importa de quién sea. En este caso, la persona ya estaba tirada en el piso; no era necesario que estuvieran sentados arriba de él, uno con la rodilla en el cuello, otro agarrándole las manos. No había necesidad, y además había mucha gente alrededor. Sin embargo, siguieron para adelante. Es un reverendo disparate. Yo puedo ser crítico con la decisión personal que los trabajadores tomaron en ese momento, pero no sé qué tipo de capacitación tenían.

Acá no hay un tema de salarios, porque hace entre diez y 12 años que venimos creciendo. En 2003 el salario del guardia de seguridad estaba por debajo del índice de pobreza, que estaba fijado en 2.500 pesos: el guardia de seguridad ganaba 1.700 y era jornalero. Hoy los trabajadores son mensuales, ganan 26.905 pesos y tienen una serie de beneficios como el porte de armas y el uso de perros. Han mejorado el tema salarial y la seguridad laboral, pero lamentablemente no hemos logrado pasar la barrera de la capacitación, lo que está dando como resultado que las noticias que nos ponen en la prensa tienen que ver con malas cuestiones.

¿En qué consiste la capacitación que reciben hoy los trabajadores de la seguridad privada?

Nosotros seguimos insistiendo con el tema de la capacitación; el tema es que siempre caemos en saco roto cuando llegamos a la ecuación económica. Hay empresas que entienden que apostar a la capacitación es una inversión, pero otras no. Los Consejos de Salarios establecen que la capacitación de los trabajadores corre por cuenta de la empresa, que te capacita, te registra y te habilita en el Ministerio del Interior [MI]. Cuando aumentó el contenido de los cursos en la Escuela de Policía, nos pasó como algo similar a lo ocurrido con los chalecos antibalas: sólo aquellas empresas que entienden que la seguridad debe ser una cuestión profesional aceptaron incluirlos, mientras que con las otras costó una enormidad. Y fijate las vidas que puede salvar un chaleco. Hoy, si tenés un problema en la calle y no hay un policía, podés dirigirte al guardia de seguridad. Sin embargo, el trabajador no tiene la capacidad suficiente para enfrentar ciertos delitos. Lo que es tristísimo es que interesa hablar con la gente de la seguridad solamente cuando muere alguien, y no sólo en este caso. Hace un año y poco, estábamos haciendo una volanteada cuando murió un trabajador y vino gente del MI a decirnos que el ministro nos estaba esperando para escuchar lo que teníamos para decir. Nos aburrimos de hablar de esto.

Hay empresas de seguridad que se crean a partir de una persona que tiene un baile y le pide a un amigo que arme una: se juntan cinco o seis personas, se habilita, se pagan los depósitos y ya está trabajando y es la seguridad de un baile, con toda la responsabilidad que eso implica. En situaciones como esa se dan casos como el de Jorginho Gularte: quienes hicieron lo que hicieron no estaban capacitados y no tenían la preparación debida. Imaginate eso traducido a 27.000 trabajadores de la seguridad privada que hay hoy activos. Pero lo más grave no son las personas que trabajan, lo más grave son las empresas que no capacitan debidamente. Yo no digo que capacitar vaya a solucionar todo, pero va a minimizar el riesgo ante ciertos eventos. Si no contamos con esas herramientas y actuamos de motu proprio, es más probable que nos equivoquemos. Capaz que con un poco más de capacitación tenés un método más de convencimiento, de hablar con la persona; básicamente, de minimizar el riesgo en la actuación. No olvidemos que el guardia de seguridad es como cualquier trabajador: quiere hacer sus ocho horas e irse para su casa. Nos pasó que hemos tenido que explicarle a una madre por qué su hijo salió a trabajar y volvió en un cajón. Esas cosas te marcan.

¿Qué contenidos abarca esta capacitación?

Incluye varios aspectos, pero están muy resumidos. Te enseñan lo que tiene que ver con el Código Penal, la diferencia entre hurto, rapiña, delitos que se cometen con violencia, arrebatos, porque dependiendo de cada delito es el protocolo que uno sigue. Pero no nos enseñan defensa personal ni cómo reducir a una persona: nuestra tarea es marcar presencia y colaborar con la Policía brindando datos; incluso el concepto de tener un arma, hasta el momento, es que es parte del uniforme. Hay muchas empresas que ni siquiera hacen mantenimiento de las armas.

¿El rol del guardia de seguridad debe ser disuasorio en vez de represivo?

Indudablemente. El guardia de seguridad tiene que marcar presencia, que vos sepas que está. Si se comete un delito, la tarea del guardia es describir lo más ajustadamente posible lo que recuerde del hecho: vestimenta, vehículo, datos que se brindan a la Policía. Cuando una persona pasa la barrera y decide cometer el delito incluso en un lugar donde hay un guardia de seguridad, va decidido a todo. Esa es la realidad. Pero, por ejemplo, en un banco están todos los bienes asegurados, la que no está asegurada es la vida de la gente.

¿Cree que hay un contexto social y político que fomenta este tipo de actos violentos contra personas que cometen ciertos tipos de delitos?

Lo primero que habría que decirles a las personas que celebran estos hechos es que si vos mañana matás a alguien convencido de que tiene la culpa y después te das cuenta de que no era así, ¿cómo arreglás esa situación? Hace poco tiempo ocurrió que una persona entró a una casa y el dueño salió pensando que era un delincuente y le disparó, y era una de las hijas. Si alguien piensa que poniendo más armas en la calle va a solucionar algo, tiene que entender que el problema es cultural. El uso de un arma no implica sólo el mantenimiento y que tenga las balas adentro. Es también la cabeza de quien la va a usar. No creo que la solución a la violencia sea festejar que mataron a un delincuente que había intentado robar una moto. También es preciso hablar del otro problema: después de reprimir –que a mí me ha tocado– lo mandamos [al delincuente] a estar hacinado en un lugar donde están amontonados, donde no aprende nada y donde, seguramente, no va a evolucionar ni tener tiempo de arrepentirse. Si no reconocemos que estamos en una sociedad violenta, todos los cambios que pretendamos hacer van a ser inútiles. El contexto de hoy es violento: es violento en el tránsito, es violento en el deporte, es violento en la cola del supermercado. Y no es lo mismo un sistema de seguridad en ese contexto que en otro, donde haya determinada educación y, por sobre todo, prime el respeto por las personas.

¿Qué cambios va a introducir la Ley 19.721, que regula la seguridad privada, una vez que se reglamente?

La ley trae algunas cuestiones muy interesantes. Para profesionalizar el sector hay que determinar que no todos los guardias sirven para los mismos servicios, porque cada servicio tiene requerimientos distintos: no es lo mismo trabajar en un sanatorio que en un banco o en un supermercado. La ley trae un cuadro de reglamentación: hasta cuándo se puede trabajar, qué requerimientos debe tener. Hay un aspecto físico a considerar. Otra cosa que es interesante es que trae todo un código de faltas para aplicarles las empresas que no cumplen con la normativa vigente. Esta ley alcanza a la generalidad de la actividad, aunque en algunas áreas no profundiza mucho; en las actividades nuevas van a tener que ir actualizándola mediante decretos, porque, por ejemplo, la seguridad electrónica cambia día a día. Un tótem en un edificio son tres o cuatro trabajadores que no se van a precisar más.

Un tema que quedó por la mitad es la seguridad en el deporte: el MI planteó que los privados debían encargarse de la seguridad en el interior de los recintos y la Policía en el perímetro; eso duró dos partidos. El grupo GEO se cansó de hacer el pulmón en el estadio. ¿Cómo podemos hacer nosotros una actividad de ese tipo sin la Policía? Cuando se empezó a discutir la ley fuimos a la Comisión de Seguridad del Senado, donde se propuso que a los guardias de seguridad que trabajaran en el estadio los vistieran como al grupo GEO, tipo tortugas ninja; un reverendo disparate. Al final, cuando se votó el artículo quedó definido que del vestuario se encargará la Dirección General de Fiscalización de Empresas. Punto. El seguro de vida también es un tema complicado. Hoy por hoy, las empresas de seguridad tienen seguros de vida colectivos, es decir, si el día de mañana pasa algo, esa prima se divide entre la cantidad de empleados. La nueva ley establece contratos individuales, lo que hace la prima más grande, pero eso trae un costo para la empresa. Por ahora, creo que va a ser difícil esto que se implemente. Esos capítulos son muy genéricos.