Este martes se celebró por primera vez el Día de la Concienciación sobre la Pérdida y Desperdicio de Alimentos (PDA), por esto la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) reiteró su compromiso de incrementar al máximo posible la disponibilidad de alimentos para consumo humano a nivel mundial.

En 2016 se creó en Uruguay el Grupo de Trabajo Interinstitucional para la Disminución de Pérdidas y Desperdicios de Alimentos, y en la actualidad cuenta con la participación de representantes de los ministerios de Ambiente; Ganadería, Agricultura y Pesca; Desarrollo Social; la Intendencia de Montevideo; y la Comisión Especial de Asesoramiento Legislativo sobre el Derecho a la Alimentación de la Asamblea General.

El PDA realizó el estudio “Estimación de pérdidas y desperdicios de alimentos en el Uruguay: Alcance y causas”, publicado en 2018, con la colaboración de la Fundación Ricaldoni, la Universidad de la República y Equipos Consultores.

Las principales conclusiones de esa investigación fueron que, en Uruguay, entre 2011 y 2016 se perdió o desperdició, en promedio, un millón de toneladas de alimentos por año, lo que representa el 10% de la oferta disponible para el consumo humano; además, el estudio evidenció que la mayoría de las pérdidas suceden en las etapas de producción y poscosecha.

En ocasión de la presentación del estudio la socióloga María Julia Acosta, de Equipos Consultores, que estuvo encargada del diseño y el testeo en 50 hogares, aseguró: “La gente de ingresos económicos bajos tiene muy claro” cómo gerencia las compras y planifica las comidas, reseña la página web de la FAO.

El estudio arrojó que “el tener que comer siempre lo mismo es una fuente de estrés” en ese sector. “El arroz con huevo es la comida más barata, según los entrevistados. A fin de mes, si no tienen plata, comen eso, y cuando cobran comen asado”, afirmó.

Este año, la crisis generada por la covid-19 provocó “un aumento en la cantidad de alimentos que se pierden y desperdician a nivel mundial, debido a las múltiples restricciones que los países han implementado para enfrentar la pandemia”, escribió Sara Granados, asesora regional de la FAO para América Latina y el Caribe.

La experta recordó que en América Latina y el Caribe se pierde cerca de 11% de los alimentos que se producen, unas 220 millones de toneladas al año. “Pero no es sólo la comida la que se pierde, sino también debemos considerar el agua, la tierra, las horas de trabajo y el esfuerzo humano y tecnológico que hay detrás”.

A su vez, la FAO señala que la huella de carbono que deja la pérdida y el desperdicio de alimentos a nivel mundial es de 3,3 gigatoneladas de dióxido de carbono (CO2), 7% de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial.

En cuanto a la tierra, se usan 1.400 millones de hectáreas, lo que equivale a 30% de las tierras agrícolas del mundo, en productos que terminan no siendo consumidos, y el uso de agua atribuible a estos alimentos representa cerca de 6% de la extracción total de agua a nivel mundial.

Algunas de las soluciones que propone la FAO son “aprovechar los procesos culturales y tecnológicos en marcha para prevenir las pérdidas, con aplicaciones digitales que permitan monitorear puntos críticos”; crear alianzas público-privadas que “generen un mejor uso de los recursos mediante la innovación”; la resignificación de los objetos descartados y obsoletos, transformando los alimentos que están destinado a desecharse en recursos”, menciona Granados en su artículo.

La finalidad de estos cambios es que se genere una “economía de lo vital y disponible, y no una producción y consumo serial que equipara al alimento con un producto genérico”.