El martes 11 de mayo el Sindicato Único Nacional de la Construcción y Anexos (Sunca) cumple 63 años y lo festejará saliendo a la calle a recolectar firmas para convocar a un referéndum para derogar 135 artículos de la ley de urgente consideración (LUC). Daniel Diverio, secretario general del sindicato, dijo a la diaria que haber llegado a las 445.526 firmas es “un gran espaldarazo”. “El 1° de mayo marcó la cancha porque hubo miles de militantes que juntaron firmas y el resultado fue muy contundente, eso permitió darle un empujón a la militancia. Este 11 de mayo tenemos definido que es un día de lucha y por eso vamos a instalar decenas y decenas de mesas en todo el país, vamos a hacer barriadas porque ese es el mejor homenaje que les podemos a hacer a nuestros viejos: juntar firmas”.

Diverio habla de las personas que iniciaron el sindicato, en 1958 como los viejos, pero recuerda que “la industria tiene una historia de lucha ya desde la construcción del fuerte de Santa Teresa [cuya primera fortificación se hizo en 1762, la segunda al año siguiente y la tercera entre 1765-1772]”. Según un estudio, los trabajadores de la época pedían “no exponerse los días de tormenta eléctrica y no recibir castigos por no cumplir con la tarea”, comentó Diverio. “Siempre hubo mojones de lucha. Después se fueron formando por oficios: estaban los de la madera, los sanitarios o herreros, hasta había sindicatos regionales, pero las luchas eran dispersas. En 1958, esos viejos queridos fueron capaces de dejar esas mochilas cargadas de derrotas y encontrar un espacio de unidad para formar el Sunca”, relató.

En este aniversario el Sunca tiene varios desafíos. Al contrario que otros rubros, la construcción no ha parado a causa de la pandemia generada por la covid-19: “Cuando firmamos el convenio colectivo en 2020 teníamos 42.000 trabajadores registrados en caja hoy tenemos 45.000; eso es porque hay obras que vienen del período anterior, como UPM2, el Ferrocarril Central u obras en el puerto de Montevideo, pero está claro que son obras que se van a terminar, y es posible que en 2023, si no hay un cambio en la inversión pública, caiga la ocupación”. Un descenso en la cantidad de obras generaría dificultades en otras áreas, “porque por cada puesto directo hay uno o dos indirectos”, como por ejemplo el de las empresas que suministran materiales, cemento, hierro, aberturas, cerámicas, entre otras. “A su vez, lo que tenemos que plantearnos es qué va a pasar con la obra pública, que es la que da trabajo a 35% de las personas”.

Sobre la pandemia dijo que, como en todo el país, el aumento de los contagios y las muertes desbordó, por lo que están reclamando nuevas medidas. Una de ellas es que en UPM2, donde hay 3.500 empleados, los ómnibus que llevan a los trabajadores, coches que ahora están con 50% de aforo, no los dejen en la puerta para después tener que pasar por los molinetes, porque es donde “la burbuja se rompe” y se producen aglomeraciones. Lo que el sindicato quiere es que entren directo al área en la que tienen que hacer sus tareas.

“Sin ser UPM2, en el resto de las obras el contagio no ha sido muy alto porque estamos al aire libre y podemos tener distanciamiento social, pero tenemos la misma preocupación que el resto de la población. Estamos en un escenario muy complejo y las medidas que se están tomando desde el gobierno priorizan la economía por encima de la salud”, aseguró.

Cambiar el chip

Sobre esa creencia popular de que una mujer no puede pasar frente a una obra sin que le digan algo aseguró: “Antes chiflarle a una mujer que pasaba por la vereda era un acto casi necesario, entonces la primera discusión que empezamos a dar para cambiar el chip fue dentro del sindicato, pero más que un problema de los trabajadores de la construcción es de la sociedad machista y patriarcal. Nosotros hicimos un trabajo para reconvertir esa situación, reconstruyendo nuestra propia cabeza, porque fuimos criados en una sociedad machista”, dijo, y valoró como un avance muy importante el ingreso de mujeres a las obras.

“Eso nos permitió cambiar nuestra cultura machista, muchas compañeras entraron a trabajar, se hicieron del oficio y además fueron parte de la herramienta de la organización”. A pesar de todo, aseguró que todavía tienen el problema de que las empresas aún “se niegan a tener la misma mirada para las mujeres que para los hombres”: entre un currículum de un hombre y el de una mujer eligen el del varón. “Hay un rechazo muy jodido del sector empresarial; no lo dicen, pero lo hacen”, aseguró.