“La pandemia de covid-19 ha causado una disrupción sin precedentes en todo el mundo por las repercusiones devastadoras que ha tenido en la salud pública, el empleo y los medios de vida. Los gobiernos y las organizaciones de trabajadores y de empleadores de todo el mundo han tomado medidas inmediatas para hacer frente a la crisis, preservar los puestos de trabajo y proteger los ingresos, aunque el alcance y la generosidad de estas iniciativas han sido muy dispares. Si bien es cierto que estas medidas han sido esenciales para mitigar la crisis, todos los países han sufrido un pronunciado deterioro del empleo y de los ingresos nacionales, lo cual ha acentuado las desigualdades existentes y ahora corre el riesgo de perjudicar de forma duradera a los trabajadores y las empresas. Es preciso adoptar una respuesta política firme para hacer frente a la fragilidad y la desigualdad de las condiciones sociales y económicas, así como para lograr una recuperación centrada en las personas”. Así comienza el resumen del informe “Perspectivas sociales y del empleo en el mundo: tendencias 2021”, dado a conocer la semana pasada por la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Según el documento, en 2020 se calcula que se perdió “8,8% del total de horas de trabajo”, lo que equivale a las horas trabajadas en un año por 255 millones de trabajadores a tiempo completo. La mitad de esas horas se perdió como consecuencia de la reducción de jornadas de trabajo de aquellos que mantuvieron sus empleos, mientras que la otra mitad se perdió por “la destrucción de empleo”. “Si no hubiera habido pandemia, se calcula que se habrían creado unos 30 millones de nuevos puestos de trabajo en 2020 en todo el mundo”, observa la OIT, pero, por el contrario, “el déficit mundial del empleo aumentó en 144 millones de puestos de trabajo en 2020, lo que acentuó aún más la escasez de oportunidades de empleo que ya existía antes de la pandemia” de coronavirus.
Según el informe, América Latina, el Caribe, Europa y Asia Central “son las dos regiones más afectadas, con pérdidas estimadas de horas de trabajo en cada caso superiores a 8% en el primer trimestre y a 6% en el segundo trimestre de 2021”.
Esta pérdida se ha traducido en “una fuerte caída de los ingresos laborales y en un aumento de la pobreza”. En comparación con 2019, la OIT estima que “otros 108 millones de trabajadores son ahora extremada o moderadamente pobres, lo que significa que ellos y los miembros de sus familias tienen que vivir con menos de 3,20 dólares al día en términos de paridad de poder adquisitivo”. Para la organización, se perdieron cinco años de avances hacia la erradicación de la pobreza laboral, “ya que esta ha alcanzado tasas equivalentes a las de 2015”.
Recuperación paulatina y desigual de la economía mundial a partir del segundo semestre de 2021
En perspectiva, la OIT advierte que el crecimiento del empleo previsto no será suficiente para cubrir las brechas abiertas por la crisis. “Cabe esperar que a partir del segundo semestre de 2021 se inicie una recuperación paulatina y desigual de la economía mundial, impulsada por los avances en la vacunación y el gasto presupuestario a gran escala”, indica. Se estima que a nivel global se crearán 100 millones de puestos de trabajo en 2021 y otros 80 millones en 2022.
“Sin embargo, el empleo proyectado para 2021 seguirá siendo más bajo que su nivel previo a la crisis. Además, es probable que haya menos puestos de trabajo de los que se habrían creado sin la pandemia. Teniendo en cuenta esta previsible falta de crecimiento del empleo, se calcula que el déficit mundial de puestos de trabajo inducido por la crisis se situará en 75 millones en 2021 y en 23 millones en 2022”, señala el informe.
En cuanto al desempleo, la OIT advierte que el crecimiento previsto del empleo “será demasiado débil para ofrecer suficientes oportunidades de empleo a quienes perdieron su empleo o abandonaron la fuerza de trabajo durante la pandemia y a las cohortes más jóvenes que se incorporan al mercado laboral y que han sufrido importantes interrupciones en sus estudios y formación”.
Esto implica que habrá “un aumento sostenido y pronunciado del desempleo”, que pasará de 187 millones en 2019 a 220 millones en 2020, 220 millones en 2021 y 205 millones en 2022.
Como para complicar aún más el panorama, la OIT advierte que “muchos de los empleos recién creados” serán poco productivos y de mala calidad. Todas estas previsiones hacen dudar de que se alcance “el objetivo de erradicar la pobreza de aquí a 2030”.
Entre los impactos más importantes de la pandemia sobre el trabajo, el informe destaca el quiebre o “futuro muy incierto” de muchas micro y pequeñas empresas, la afectación sobre el trabajo informal, el peligro sobre los avances en materia de igualdad de género, “ya que las mujeres han sufrido muchas más pérdidas de empleo, a la vez que ha aumentado su tiempo de trabajo no remunerado”, la situación de muchos jóvenes “en un momento crucial de sus vidas, interrumpiendo su transición de la escuela o la universidad al trabajo”, y la emergencia de “la vulnerabilidad de los trabajadores migrantes”.
Para contrarrestar esta crisis, lo que la OIT propone es “una intervención política internacional que garantice el acceso mundial a las vacunas y la ayuda financiera para los países en desarrollo, incluso mediante la reestructuración de la deuda”. “Los gobiernos, en consulta con las organizaciones de empleadores y de trabajadores, deben aprovechar la ocasión y abordar los déficits de trabajo decente que existen desde hace mucho tiempo, de modo que los mercados de trabajo puedan reconstruirse de forma más justa y sostenible”, agrega.
La organización propone que se promueva un crecimiento económico generalizado y la creación de empleo productivo “mediante la inversión en sectores que puedan ser fuente de puestos de trabajo decentes y que favorezcan una transición justa, la igualdad de género y unos mercados laborales dinámicos”.
Finalmente, planeta que hay que apoyar los ingresos de los hogares y las transiciones en el mercado de trabajo, “en particular para las personas más perjudicadas por la crisis, por medio de políticas activas del mercado de trabajo, servicios públicos de empleo y servicios de asistencia de alta calidad prestados por el sector público”, reforzar las bases institucionales “de un crecimiento económico y un desarrollo inclusivos, sostenibles y resilientes”, y participar en el diálogo social “para elaborar estrategias de recuperación centradas en las personas, y garantizar su aplicación efectiva”.