Catalina tiene 18 años y trabaja en un peluquería especializada en hombres, pero le gustaría estudiar profesorado de Educación Física y Fisioterapia. Está en sexto año, cursando el bachillerato de Deporte y Recreación, y es una de las 38 jóvenes que participan en el programa de Apoyo a los Procesos de Autonomía y Protagonismo (APAP) de adolescentes y jóvenes, un proyecto que ejecuta la asociación civil Vida y Educación en convenio con el Instituto del Niño y Adolescentes del Uruguay (INAU).

“Yo no pasé por un hogar, aunque sí tuve una infancia bastante dura. A lo largo de esa etapa llegué a uno de los clubes, de Gurises Unidos, y desde ahí me derivaron. Tuve las preetapas en las que me explicaron lo que iba a pasar y me preguntaron de qué me servía estar acá. Yo me lo tomé como una forma de autoconocimiento”, relató a la diaria.

Para poder entrar en el programa los jóvenes tienen una serie de entrevistas en las que los educadores les explican cómo es el proceso y juntos deciden si puede resultar útil. En una de esas instancias se presentan, Catalina decidió hacerlo por escrito. “Tengo muy marcada la parte en la que decía que entrar era sacarme una mochila que tenía desde hace muchos años”, dijo, pero no pudo seguir porque se emocionó. En la sala donde se realizaba la entrevista grupal hubo unos segundos de silencio. Uno de los entrevistados hizo un chiste tratando de descomprimir la situación, y una de las educadoras dijo, casi por lo bajo, que era un proceso muy movilizador. Había un paquete de servilletas sobre la mesa y alguien se lo acercó para que las pudiera usar de pañuelo. Catalina continuó: “Hay gurises a los que nos toca por pasar cosas difíciles, y acá tenemos el acompañamiento que necesitamos. Una de las cosas que decía en esa carta era eso, que no iba a sentir esa falta de acompañamiento. En realidad, no lloro de tristeza sino de emoción”, aclaró. La entrevista siguió: “Quiero estudiar, trabajar y ser alguien; con eso me refiero a no ser llamada la hija de, sino ser yo”, aseguró.

Sobre la carrera que quiere cursar dijo que es consciente de las dificultades para entrar, porque en el Instituto Superior de Educación Física hay pocos cupos por año. “Hace poco tuve la oportunidad de trabajar en un club grande, fue en una colonia de vacaciones de niños, pero también estuve en la parte de administración. Mi idea es trabajar con niños y acompañarlos. A mí me pasó que la escuela era el único momento en el que me sentía acompañada, y sé que hay otros niños a los que les pasa lo mismo, por eso quiero estudiar deporte, fue algo que me inculcó una profesora”, contó.

Su filosofía con relación al trabajo es hacer lo que a uno le guste, porque “todos tenemos algo; a veces uno se lleva mucho por lo que te van a pagar, porque es real que la plata es necesaria, pero un consejo que les doy a los jóvenes es que estudien lo que les guste porque por más plata que te paguen, si no hacés lo que te gusta es al pepe”.

¿Qué es APAP?

Además de Catalina participaron en la entrevista varios jóvenes que están en el programa, una egresada y dos educadoras. Estas últimas explicaron a la diaria que APAP se dedica a acompañar a jóvenes en su proceso de autonomía. En la actualidad hay un equipo de diez educadores formados en distintas disciplinas. El cupo es de 50 personas, pero hoy hay 38 jóvenes. El INAU financia el proyecto y aprueba las prórrogas luego de que los participantes cumplen 18 años.

Valeria Bonet, una de las educadoras, dijo que todo empezó en 1971 cuando un grupo de los Scouts Católicos del Uruguay creó la chacra La Frontera en Pando. En 1989 un grupo de educadores constituyeron la asociación civil Vida y Educación, que en la actualidad tiene dos programas de calle, un club de niños, una casa joven y un Caif, estos dos últimos en Barros Blancos. APAP surgió como proyecto en 2000.

Los jóvenes que están en APAP, en su mayoría, pasaron por el sistema de protección de hogares de 24 horas, y el acompañamiento de la organización es hasta los 21 años. “Cuando un joven egresa de los hogares hay pocos o nulos vínculos familiares, obviamente no hay un apoyo económico de ningún tipo y APAP los acompaña económicamente para que estén en residencias estudiantiles, para que sigan estudiando y se inserten en el mercado laboral. Son cosas que llevan un tiempo”, dijo Bonet.

Mauro Méndez, participante del programa Apoyo a los Procesos de Autonomía y Protagonismo (APAP).

Mauro Méndez, participante del programa Apoyo a los Procesos de Autonomía y Protagonismo (APAP).

Foto: Federico Gutiérrez

En APAP se trabaja en etapas. La primera es el ingreso. “El primer año es de ensayo y error. Empiezan a manejar su dinero para comprar alimentos y artículos de higiene, eso se charla con cada educador. En la segunda etapa del proyecto empiezan a decidir lo que quieren estudiar o si desean trabajar. Cada joven que llega tiene un proyecto distinto; nosotros no les decimos lo que tienen que hacer, ellos son los que deciden y nosotros acompañamos”, aseguró la educadora.

Si bien la mayoría vive en residencias estudiantiles, también hay un convenio con el Ministerio de Vivienda y Ordenamiento Territorial que subsidia el alquiler, pero son pocos casos; otros jóvenes alquilan junto a otras personas, sean amigos o pareja.

Valeria Martínez, otra de las educadoras, dijo que apuestan a que vayan ganando autonomía y encuentren alternativas nuevas. Contó que cuando un joven es derivado al programa lo primero que hacen es una preetapa, que consiste una serie de entrevistas para que conozcan “la propuesta y empiecen a pensar cuál es el proyecto que vamos a acompañar. Son entre seis y ocho entrevistas”; después entre los educadores y los jóvenes se decide si se hace el ingreso. “Hay algo que tiene que ver con apurar algunos procesos que quizá no acompañen los evolutivos, porque muchos a los 18 años no estábamos preparados para vivir solos. En estos casos la institución requiere que los jóvenes salgan y los jóvenes requieren que se los acompañe”, explicó.

Martínez dijo que cada uno de los educadores acompaña a cinco o seis jóvenes, pero cuando consideran que es necesario un aporte más, son dos los técnicos que hacen el seguimiento.

Martínez aseguró que la parte económica, lo que llaman becas, es muy importante porque se arma para cada uno de los participantes: “Eso lo diseña el educador junto con el joven”. El dinero se puede entregar con frecuencia semanal; esta es una modalidad que puede variar según la etapa y llegar a ser quincenal o bimensual, dependiendo del momento.

Bonet agregó que el monto de las becas es personal y depende de la necesidad de cada beneficiario. “Si bien tenemos montos estipulados de lo que podemos gastar en cada rubro, después hay singularidades que tienen que ver con los procesos”. Por su parte, Martínez dijo que la idea es que en la medida en que vayan avanzando esa beca se va reduciendo, y “el día que se vayan eso ya no sea necesario”.

Los jóvenes que estuvieron en alguna institución vinculada al INAU tienen un “peculio”, que es el dinero acumulado que les corresponde por la asignación familiar que nadie cobró por ellos.

Además de administrarse, otro de los cambios que atraviesan estos jóvenes es poder manejarse en lugares públicos. “En el INAU todos se atienden en el mismo lugar, todos van a pasear a determinados sitios, eso es algo a desarmar para que puedan transitar otros espacios como lo hace cualquier ciudadano”, dijo Martínez. Bonet agregó que la circulación social “es un efecto de la institucionalización”, ya que “ven reducidas sus redes”, por lo que hay que ampliarlas, tanto las afectivas como las de los recursos institucionales.

Etapa a etapa

Cindy tiene 19 años e ingresó a APAP derivada de un hogar de medio camino y hoy vive en Parque Rodó en una residencia. En conversación con la diaria dijo que agradece mucho a la organización porque pasó por muchas cosas que los demás “no ven”, y calificó el cambio como radical.

Está en la segunda etapa terminando bachillerato (sexto de Medicina) y su intención es estudiar en la Facultad de Enfermería. “Voy a probar si me gusta; si no, voy a hacer una carrera de medicina general. Eso me va a llevar tiempo y dedicación, pero se puede”, aseguró.

Para Cindy, en la vida se trata de ver el lado positivo y pensar: “Yo no quiero repetir las mismas cosas que me hicieron”. Sobre la edad de egreso de las instituciones aseguró: “Un muchacho o una muchacha de 18 no es lo suficientemente madura como para tener una vida autónoma, la verdad es que a veces una se siente demasiado sola, no tener alguien con quien hablar te inhabilita a avanzar”, dijo.

Otra de las chicas que participaron de la entrevista fue Marina, de 20 años. Ella entró al proyecto con 17 y en la actualidad trabaja en el INAU en una beca laboral que termina en julio de este año y, además, está terminando sexto Humanístico. Contó que le gustaría ser maestra o educadora social y trabajar en un hogar de protección 24 horas.

Sobre su trabajo actual comentó que para los jóvenes que estuvieron institucionalizados hay becas para distintos organismos y empresas del Estado que se dan cerca del egreso. El problema es que hay pocos cupos para la cantidad de gente que quiere entrar, además es por sorteo.

Sobre APAP dijo que al ingresar no sabía mucho sobre la organización, pero destacó que se trata de una buena manera para empezar a independizase, tanto desde el punto de vista económico como emocional.

Cindy Bernhardt, Catalina Cabrera y Marina Dorta.

Cindy Bernhardt, Catalina Cabrera y Marina Dorta.

Foto: Federico Gutiérrez

Marina estuvo en un hogar desde los 11 años hasta los 17 y, si bien no tiene ninguna queja sobre el sitio, reconoce las carencias del sistema. La chica comentó que en 2021 tuvo un problema, desde el INAU no aprobaron una prórroga y se lo dijeron “de la noche a la mañana. Prácticamente entré en crisis. No te pueden decir que tu prórroga terminó y ya está”.

Sobre estas prórrogas las educadoras explicaron que al pedirlas presentan un informe técnico con las explicaciones pertinentes, pero a veces no son renovadas. Esa es una de las razones por las que en la actualidad atienden a 38 jóvenes y no a 50.

Bonet comentó que cuando el INAU niega una prórroga sin dar sus argumentos APAP vuelve a presentar un informe. En el caso de Marina fue gracias a ese nuevo intento que logró quedarse en el programa.

Marina expresó que al estar intitucionalizada “se pide alguna cosa y te la dan”, pero al salir de un hogar no “sabés como funcionar. Yo todavía me quiero arrancar los pelos cuando salgo del supermercado, porque ahora sí dependo de mi sueldo y es difícil”.

Mauro, el único varón que participó en la entrevista, tiene 20 años y está en la tercera etapa en APAP, espera poder estudiar Comunicación Social, más que nada porque le gusta hablar con las personas y es muy extrovertido. Entró al INAU a los cuatro años y una manera de manejarse fue la espontaneidad y no quedarse mucho tiempo quieto.

“Tengo una novia que me dice que nunca estoy en casa. Yo llego, le hago de comer para que no se me enoje, pero siempre salgo. Es mi manera de distraerme del pasado”, explicó. Sobre su pasaje por el hogar contó que le daban lo que quería: “Les pedís un curso para ir a la Luna y al otro día lo tenés”. En su caso se cruzó con un educador que le dijo que eso era una especie de “trampa”, porque después la vida no es así. El joven contó que le dijo: “Vos te levantás y lo único que falta es que te lleven el desayuno a la cama”. A pesar de que solicitar cosas y tenerlas parecería ser una ventaja, también contó que en los hogares hay horarios para todo.

Marina comentó que en los hogares de varones hay más libertad que en el de mujeres: “Con Mauro fuimos delegados y tuvimos mucha experiencias al ir recorriendo los hogares. Los de mujeres son mucho más estrictos. A nosotras no nos dejaban salir más que a la puerta y a veces ni siquiera eso, no nos dejaban ir solas a la plaza, no podíamos juntarnos, había que avisar una semana antes si te querías quedarte a dormir en la casa de una amiga. También tuve hermanos en hogares, y a ellos los dejan salir con más libertad y flexibilidad de horarios. A nosotras nos revisaban las redes sociales de arriba a abajo”, dijo.

Como delegados se juntaban con otros jóvenes para ver qué necesitaba cada hogar. Podría ser que necesitaran desde un mueble o festejar un cumpleaños.

Finalmente, dio su testimonio Ángela, de 21 años, que egresó en julio de 2021 y durante su pasaje por APAP quedó embarazada. En la actualidad vive con su hija de dos años y medio, y hace poco empezó a trabajar en el depósito de un supermercado. Ella es dominicana y contó que situaciones familiares la llevaron al hospital Saint-Bois, desde ahí la derivaron al proyecto Travesías del INAU y después de un año entró en APAP. Sobre su proceso dijo que siempre se sintió acompañada, aún más en el embarazo.