Veintiocho de los 30 trabajadores de la secundaria del colegio católico Jesús Sacramentado, ubicado en la ciudad de Tacuarembó, fueron despedidos el 28 de febrero, luego del cierre del dictado de clases en ese nivel educativo. A casi cinco meses de efectuados los despidos, la institución educativa debe “salarios vacacionales de tres años, aguinaldos de 2020 y 2021, los salarios desde la mitad de octubre del año pasado y los despidos”, dijo a la diaria Ana Peralta, docente, extrabajadora del colegio e integrante del Sindicato Nacional de Trabajadores y Trabajadoras de la Educación Privada (Sintep).

Según Peralta, en principio los dueños del colegio les dijeron que iban a saldar la deuda, pero luego les presentaron como propuesta pagarla en 14 cuotas y con una reducción de 15%, pero, “en realidad, la pérdida es de 25%, porque ellos ya estaban pasados de la fecha legal para pagarnos, ya corría un recargo de 10%”. “Hicieron sus propios cálculos y querían pagar la deuda con sus números, que no coincidían con los cálculos del sindicato”, dijo Peralta. De los 28 trabajadores despedidos, 21 aceptaron la oferta. “¡Hay que estar cinco meses sin cobrar! Es complicado. Algunas personas estaban de verdad desesperadas y aceptaron las 14 cuotas”, expresó la docente.

El colegio pertenece a la congregación religiosa Siervas de Jesús Sacramentado. Sus representantes explicaron que hicieron esa propuesta porque no tienen los recursos para saldar la deuda completa. Sin embargo, Peralta apuntó que los trabajadores hubieran podido entender ese argumento en caso de que fuera una empresa uruguaya pequeña, pero este no es el caso: “Ellos tienen propiedades en Uruguay y un colegio que, dicho por las propias hermanas [religiosas de la congregación], cuenta con más de 1.000 alumnos en Buenos Aires. Estamos hablando de la iglesia católica, no son pobres”.

El 24 de mayo fue la última de cinco instancias de conciliación que tuvieron los representantes de los propietarios del colegio y los trabajadores, con la mediación del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS), en Tacuarembó. Según Peralta, en esa reunión los representantes de la institución no presentaron ninguna propuesta y no mostraron voluntad de negociar. “Le dejamos claro a la abogada de ellos que estamos abiertos a escuchar ofertas siempre, es más, hicimos dos propuestas nuevas que ella dijo que se las iba a transmitir. Nunca más obtuvimos respuesta”, contó Peralta.

Un colegio con historia

Según su sitio web, el colegio Jesús Sacramentado es “un instituto religioso de vida apostólica, de derecho pontificio, dedicado a la adoración y al servicio de Cristo”. La congregación de religiosas tiene dos colegios en Argentina, uno en España, uno en Paraguay y el ya mencionado en Uruguay, además de varias propiedades más en esos países. La hermana Nimia Villalba es madre superiora de la congregación y la ecónoma es la hermana Corina Guzmán; ambas fueron las encargadas de mantener las negociaciones con los trabajadores despedidos.

La historia del colegio en Tacuarembó se remonta a 1945, año en que se fundó y empezó a funcionar la primaria. Un año después, se habilitó que la institución tuviera también un liceo. 76 años después, el colegio cerró su secundaria en febrero de este año, que fue el desencadenante de los despidos. Peralta contó que el año pasado la institución estaba en una situación compleja: “Había unos 50 o 60 alumnos en secundaria, porque las dueñas del colegio habían decidido cerrar bachillerato el año anterior, se fueron una enorme cantidad de gurises”. El colegio aún ofrece educación inicial y primaria, pero tiene poca matrícula. Peralta planteó que una de sus preocupaciones es que los dueños vendan las propiedades que tienen y se vayan del país. Un indicio de esto es que el colegio tiene galpones a la venta y hay interesados en comprarlos.

Peralta agregó que en las instituciones de educación privada de Tacuarembó no está bien visto organizarse sindicalmente. “Había mucha gente disconforme con la situación del colegio desde hacía tiempo y ninguno se animó a sindicalizarse. En Tacuarembó está mal visto ser sindicalista, se ve como una afrenta a la patronal, se percibe como que el trabajador quiere atacar el puesto de trabajo, no se ve como una defensa. Hay mucho desconocimiento acá, fue difícil para nosotros”, concluyó.