“Si ustedes me preguntan cuál es el trabajo del mañana… No sabemos. Pero sí tenemos algunos indicios: es inestable, más autónomo, requiere mayor calificación. El derecho laboral debe acompañar esos procesos dinámicos”, dijo Mario Arizti, subsecretario de Trabajo y Seguridad Social. Así comenzó el cierre de un seminario internacional, organizado el lunes por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Facultad de Derecho de la Universidad de la República (Udelar), acerca de “la ordenación del tiempo de trabajo en un mundo en transformación”.
En su análisis del panorama actual y futuro, Arizti afirmó que Uruguay requiere sí o sí de modificaciones a la normativa que regula las relaciones de trabajo. La herramienta para llevar a cabo esos cambios, sostuvo, es la negociación colectiva. A su entender, en ambos puntos existe consenso entre las tres partes que componen los Consejos de Salarios: el gobierno, los trabajadores y los empresarios, todos presentes en el seminario.
“La negociación colectiva es un instrumento formidable para adaptarse a los cambios en el mundo del trabajo; formidable para acordar y modificar los tiempos de trabajo de acuerdo a la realidad de una rama de actividad o de una empresa”, señaló Arizti, y definió a la negociación colectiva como “un principio de este gobierno”.
Argumentó la necesidad de acordar nuevas reglas en el tiempo de trabajo porque “en definitiva” el mercado laboral actual “está armado bajo la consigna de horarios fijos” que obstaculizan “otras modalidades de flexibilización que permitan organizar el trabajo de manera diferente”. En comparación a la tendencia internacional, advirtió que en Uruguay “estamos bastante atrasados en atacar este problema”.
En sintonía con el jerarca del gobierno, Gonzalo Irrazábal, asesor de la Cámara de Industrias del Uruguay, manifestó: “A veces los uruguayos padecemos del síndrome del 50. Porque el Uruguay fue, fue, fue... Es hora de avanzar en la organización del trabajo”. Si bien reconoció que “se han aggiornado una cantidad de normas”, señaló que “es necesario seguir adecuando” la reglamentación a los nuevos desafíos. Y aclaró que, a su entender, adecuación no es sinónimo de flexibilidad, que a su vez tampoco es sinónimo de desprotección.
A modo de ejemplo de nueva legislación en torno a los horarios de trabajo, Irrazábal destacó la ley de teletrabajo, aprobada en agosto de 2021. “Nos sacudió la modorra”, señaló. Pese a “algunos desaciertos”, aseguró que la ley de teletrabajo “avanzó” en la ordenación del tiempo de trabajo.
Un paréntesis
Pero no todo fue consenso en el seminario. En representación del PIT-CNT, Milton Castellanos, director del Instituto Cuesta Duarte, manifestó su rechazo ante cualquier innovación de la legislación del horario de trabajo que implique un retroceso de “los derechos de la ciudadanía”. Cuestionó que el problema de la duración de las jornadas laborales, cuya existencia admitió, es que se aborde exclusivamente desde una mirada productiva o jurídica.
“Yo soy un reformista, me gustan las transformaciones e incluso revolucionar las situaciones. Si es por eso, sin duda van a tener una opinión favorable, [pero] el tema no es en forma abstracta. ¿Cuál es el contenido de la reforma?”, preguntó.
Yendo al pasado para proyectarse al futuro, Castellanos apuntó que “los cambios más importantes en las relaciones laborales se construyeron sobre la base de nuevos derechos”. El avance histórico de la humanidad, sostuvo, ha sido crear normas para acceder a nuevas y mejores condiciones de vida.
“Ni que hablar de las ocho horas”, agregó. El régimen general de las ocho horas “es el último parámetro que tenemos” en cuanto a la ordenación del tiempo de la jornada laboral, puntualizó; y recordó que, por definición, el concepto de las ocho horas de trabajo incluye otras ocho horas para el descanso y ocho horas para el esparcimiento.
Sobre este último punto, el representante del PIT-CNT criticó que actualmente se proponga pactar jornadas laborales de 12 o 14 horas “porque después lo voy a acumular a fin de año con un par de días libres más”, lo cual supone un retroceso en “las condiciones sociales” en favor de “las condiciones productivas”.
A lo largo de su intervención, Castellanos reiteró su preocupación por la reducción del tiempo libre a causa de las nuevas modalidades de trabajo. “Se habla de flexibilidad, pero no se nombra la reducción de la jornada, cuando debería ser uno de los contenidos básicos. Si hay tantos cambios tecnológicos, tanta eficiencia, ¿por qué no hablamos de la reducción de la jornada?”, planteó. “En última instancia, todo lo que hacemos como sociedad es para generar mayor bienestar”, agregó.
Un nuevo derecho
Para Arizti, la introducción de cambios en la ordenación del tiempo de trabajo es “un beneficio” para el trabajador. Indicó que la tarea de las autoridades y los actores sociales consiste en diseñar un nuevo esquema que evite que el trabajo represente “un obstáculo para el desarrollo de otras actividades”. Expresó que si bien “el trabajo es el centro de su vida, la persona requiere de tiempo libre para cuestiones importantes”; como por ejemplo, la formación profesional, dado que “cada día se exige más que las personas se capaciten”.
Arizti subrayó que hay un interés compartido entre trabajadores y empresarios en avanzar en el tema. A nivel empresarial, señaló que los cambios “permanentes y continuos” en el proceso productivo empujan a los empresarios a “reorganizar la prestación del trabajo de sus propias empresas”. Lo cual a veces colapsa con “la normativa legal que hoy tenemos en nuestro país”, que definió como “rígida” y “fragmentada”.
A su turno, Irrazábal recuperó el comentario de Arizti sobre adecuar la legislación en beneficio tanto de empresarios como de trabajadores. Para estos últimos, a diferencia de la preocupación de Castellanos, sostuvo que “no se pierde un derecho, se crea uno nuevo, el derecho que tiene el trabajador a disponer de su tiempo”.
Para Irrazábal, la ordenación del tiempo de trabajo es un asunto del futuro, pero también del presente: “Nos estamos enfrentando a una nueva organización del trabajo y a nuevos derechos. La realidad es tan cambiante que necesita una adecuación cuasi permanente”. Reiteró que esa adecuación, “necesaria e imperiosa”, no conlleva un deterioro de “los principios protectores generales”, sino más bien un mejoramiento de “la parte operativa”.
La interrogante
La mesa que reunió a Castellanos, Irrazábal y Arizti pretendía confeccionar una respuesta a la pregunta: ¿Es necesario reformar la normativa uruguaya sobre regulación del tiempo de trabajo? Y los tres contestaron: “Sí, sí y sí”. Categórico, Irrazábal propuso incluso “crear una norma”. Y añadió comentarios sobre cómo hacerla. “Yo celebro el consenso, no lo deifico. Creo que a veces pecamos de la deificación del consenso. Creo que tenemos que avanzar hacia un consenso, pero después de lo imposible, se tiene que legislar”, opinó.
Arizti expresó que reformar la normativa vigente en torno al horario laboral es algo necesario para dar certeza jurídica a “la compensación del trabajo que se realiza en tiempo extraordinario” y también para dar espacio a otros mecanismos de flexibilización, como por ejemplo, límites máximos diarios, semanales o anuales.
Castellanos fue el más cauto: “Queremos reforma, queremos transformaciones, pero en el centro está el ser humano, las personas. Si por lo productivo y lo jurídico yo pierdo derechos, no”, declaró.
Asimismo, advirtió acerca de la idealización de las nuevas relaciones de trabajo: “La realidad dice que más del 75% de los trabajadores uruguayos venden su fuerza de trabajo en empresas de menos de cuatro trabajadores. ¿Qué margen de negociación pueden tener ahí? No hagamos un mundo ideal”.