Con el foco en los conceptos de productividad, flexibilidad y tecnología, actores relevantes del mundo laboral uruguayo plantearon su visión sobre la posibilidad de reducir la jornada laboral. La sala Francisco Acuña de Figueroa del edificio anexo del Palacio Legislativo fue la sede del evento, que fue organizado por el senador frenteamplista José Nunes.
El propio legislador fue el encargado de comenzar con la oratoria y argumentó a favor de reducir el tiempo de trabajo. Afirmó que el objetivo debe ser mejorar la calidad de vida de la gente y que acortar las jornadas laborales va en ese sentido. Además, indicó que la medida debería estar orientada a “repartir mejor la riqueza” y a generar “una vida más digna”.
De acuerdo con el ministro de Trabajo y Seguridad Social, Pablo Mieres, “es absolutamente necesario” asociar la discusión sobre la duración de la jornada laboral a la productividad, que, a su criterio, es una variable que no se analiza frecuentemente en la negociación colectiva. “Hay que cuidar de que un avance en la reducción de la jornada laboral no nos lleve a que las empresas vayan por caminos que lleven a que haya pérdida de puestos de trabajo”, advirtió.
Por eso llamó a que en la próxima ronda de consejos de salarios se discuta la posibilidad de la reducción de la jornada laboral. El objetivo es que se continúe “generando las condiciones para que eventualmente podamos dar con certeza pasos legislativos, en algún punto que no es inmediato”, agregó.
“Acá queremos conquistar vida, tiene que ver con la creación artística, con el deporte, con el disfrute, con construir una sociedad más equilibrada, más humana desde el punto de vista de las relaciones laborales, de la relación con la naturaleza y con nosotros mismos. Por esa razón, desde nuestra perspectiva, esto es para una ley”, dijo el presidente del PIT-CNT, Marcelo Abdala.
De todas formas, aclaró que “eso no significa que no se discuta en la negociación colectiva”. “Nos parece que está buenísimo que a principios de siglo XXI se considere una ley que humanice las relaciones de trabajo y nos ponga nuevamente a la vanguardia de los países de América Latina, porque hemos quedado un tanto atrasados”, planteó.
Por el lado de los empresarios, Diego O’Neill, presidente de la Confederación de Cámaras Empresariales, reiteró la posición que ya había manifestado luego de que Abdala planteara la reducción de la jornada laboral el pasado 1º de mayo: “Una medida de carácter general para todos los sectores no nos parece oportuna en el Uruguay de hoy, pero sí se puede avanzar en sectores específicos de actividad”.
Por su parte, Alma Espino, economista de la Intersocial Feminista, planteó que la reducción de la jornada laboral “debería debatirse y el horizonte debería ser mejorar la calidad de vida de la gente” y que, de concretarse, “toda la sociedad ganará más, es un paso hacia la igualdad social y de género”. Luego, Marisol Fuentes, presidenta de la Federación de Cooperativas de Producción del Uruguay, dijo que desde el cooperativismo se suman a la propuesta de reducir la jornada laboral porque significa “una mejora en la calidad de vida y se propone una vida más digna y más plena”.
Atrasados con respecto a la región
El evento también contó con representantes del “conocimiento científico”, como indicó Nunes. Una delegación del Instituto de Relaciones Laborales de la Universidad de la República hizo una presentación con datos sobre casos de reducción de la jornada laboral en el mundo y la situación actual en Uruguay. Los encargados de llevar a cabo la presentación fueron los abogados especialistas en derecho laboral Bruno Sande y Mariana Fernández.
En principio, Fernández se enfocó en mostrar algunas iniciativas privadas en el mundo que probaron reducir la jornada laboral y que tuvieron buenos resultados. Puso como ejemplos casos en los que se redujo la semana laboral a cuatro días sin pagarles menos a los trabajadores, con la condición de no disminuir la productividad.
En estas experiencias se registraron beneficios como baja de estrés laboral, mejora en la salud general y la mental, se redujeron los días libres por situaciones personales y las certificaciones por enfermedad. Además se generó una mejor conciliación entre la vida laboral y familiar de las personas. Incluso, hubo una mejoría en la productividad de cada trabajador.
También se refirió a otro tipo de experiencias privadas de reducción del tiempo de trabajo, específicamente la empresa de ropa española Desigual, que puso a votación entre un grupo de sus trabajadores la opción de reducir la jornada laboral, pero con una pérdida salarial. Los empleados se decidieron por la reducción de su horario y pasaron a trabajar 30% menos en su jornada a cambio de 15% menos de salario.
En materia de legislación, Fernández habló sobre la situación en Europa, donde la jornada ya es reducida en comparación a América Latina, con jornadas menores a las 40 horas y buenos resultados. Ya con relación a Uruguay, Sande comentó que “es un país de avanzada con respecto a la reducción de la jornada laboral”, en referencia a la ley de ocho horas que se aprobó en 1915, que fue pionera en América Latina. Sin embargo, en la actualidad quedó atrasado con respecto a otros países de la región.
En ese sentido presentó el caso de Chile, donde se decidió reducir la jornada de 45 a 40 horas semanales de forma gradual. Además, la reducción va acompañada de flexibilización de los horarios de trabajo para que se puedan distribuir en acuerdo entre empresarios y trabajadores. También nombró a Colombia, que reducirá de manera gradual las horas de trabajo de 48 a 42 sin disminuir el salario de los trabajadores e incorpora la flexibilización laboral.
En comparación, definió el sistema uruguayo como “bastante rígido” con respecto a la poca flexibilidad para distribuir las horas de trabajo y “con mucha carga horaria”, ya que la jornada es de 48 horas semanales, “de las más altas del mundo”, y la tendencia en el mundo es ir hacia las 40 horas por semana. De todas formas, destacó las experiencias del sector de la construcción y el naval, que mediante la negociación colectiva redujeron su jornada laboral de 48 a 44 horas y de 48 a 40, respectivamente.
“Nos preguntamos si este paradigma legal sigue vigente”, planteó Sande, que explicó que el sistema actual tiene varias dificultades, ya que es “anticuado”, “los trabajadores trabajan muchas horas” y “no permite una compensación de tiempos de trabajo excesivos con tiempos libres”. “Me parece que es hora de que en Uruguay se legisle sobre este tema tanto, en la reducción de la jornada semanal y en la flexibilización de cómo se distribuyen esas horas de trabajo”, sostuvo.
Los cambios en el mundo del trabajo
La productividad fue uno de los puntos clave que se trataron. Ante la preocupación de Mieres de que la variable sea incluida en el debate, Espino señaló que “parece obvio” que hay que hablar del tema. Pero también afirmó que “hay que discutir cómo se distribuye el aumento de productividad a causa de la aparición de nueva tecnología”: “¿Quién se lleva todas esas mejoras? Me parece que hay que hacer un esfuerzo desde el lado de la política pública para promover el avance tecnológico, pero también promover políticas compensatorias”, indicó.
Por su parte, Abdala dijo que “el propio funcionamiento objetivo del sistema capitalista” es el que instala la reducción del tiempo de trabajo, porque “permanentemente, por la vía de una mayor productividad, que surge del cambio de la composición orgánica del capital, está presionando al achicamiento del tiempo de trabajo necesario en la producción de la mercancía”. “Si la aceleradísima transformación tecnológica no es acompañada por una reducción del tiempo del trabajo, lo que se exacerba son los procesos de redistribución regresiva y antiigualitaria en la riqueza de producción”, planteó.
En cuanto al avance tecnológico, Fuentes comentó que desde el cooperativismo las nuevas tecnologías “son bienvenidas” porque las pueden “socializar” y poner en manos de los trabajadores, por medio de capacitaciones y formación. Pero planteó la necesidad de generar oportunidades para hacer valer esas capacitaciones.
Por otro lado, O’Neill apuntó que “como es obvio, la reducción de la jornada laboral con mantenimiento del salario, salvo que haya una compensación por aumento de la productividad, implica un mayor costo”. Por lo tanto, habría “una menor producción, un menor producto interno bruto y una menor caja del Estado para políticas sociales”. Planteó que en Uruguay no existe una institucionalidad que trate el tema de la productividad y que no hay datos sobre el tema: “Lleva años generar información, pero si no empezamos ahora no la vamos a tener nunca”.
Además, afirmó que Uruguay se enfrenta a problemas como un bajo crecimiento económico y demográfico, pero hizo especial énfasis en que hay una parte de la población que no pudo desarrollar competencias adecuadas para los cambios en el mundo del trabajo, que es “más exigente”. “Desde el mundo empresarial hay que ver cómo desarrollamos instrumentos de capacitación para que las personas puedan incorporarse al mundo del trabajo”, planteó.
De todas formas, apuntó que la normativa laboral uruguaya es “excesivamente rígida”, “dificulta la actividad empresarial y afecta el empleo”. “Necesitamos una flexibilización de la normativa, eso no quiere decir precarización”, afirmó.
Para Mieres, los cambios en el mundo del trabajo pueden ser un “proceso traumático y duro” que implica “la eliminación de puestos de trabajo y una demanda creciente de nuevos puestos y nuevas competencias”. Incluso manifestó que “este último cambio tecnológico es de una virulencia y velocidad mayor que los anteriores”. Por eso planteó que el desafío es “construir redes de protección social que permitan acompañar el proceso de ajuste, el mercado laboral y lo que se genera a continuación”.