“¿Estamos en un punto ideal? No. Somos 1% las trabajadoras de la construcción; ellos son 99%”, dijo a la diaria Estefanía Trentín, integrante del Sindicato Único Nacional de la Construcción y Anexos (Sunca). Desde 2022 forma parte de la Comisión de Género del sindicato y aseguró que, aunque son minoría, las mujeres ocupan diversos cargos dentro de la organización, lo que ha permitido fortalecer el diálogo y el vínculo con sus compañeros varones.

Laura Pereira, presidenta de la departamental del Sunca en Florida y responsable de la Comisión de Género, comparte esa visión. Militante desde 2011, sostuvo que se siente orgullosa del sindicato, donde “ya no está presente el prejuicio de que una mujer no puede ser albañil”. Para ella, “la comisión de género ha cambiado cabezas”. Además, destacó el apoyo que ha recibido de compañeros de larga trayectoria: “He trabajado con hombres que trabajaron con mi padre, y muchas veces son ellos quienes enseñan a las mujeres que recién ingresan. Ver ese cambio entre los compañeros lo es todo”.

Desde otra perspectiva, las arquitectas Valentina Massud y Belén Dalmaso, creadoras del estudio Almar, también reflexionaron sobre la presencia femenina en el rubro. Contaron a la diaria que han trabajado con pintoras, herreras, yeseras y actualmente con una sanitaria, pero aún no con albañilas. “Sería un sueño trabajar con mujeres en obra”, comentaron, y agregaron que hoy se sienten cómodas con la cuadrilla de JM Construcciones, integrada por varones: “Son hombres bastante nuevos en el rubro, y fuimos aprendiendo a la par. Creo que eso hace que estén más abiertos al diálogo que otros que llevan más tiempo en el oficio”, señaló Massud.

La transformación está en marcha

Tanto Pereira como Trentín vienen de familias de trabajadores. Estefanía destacó que la política estuvo presente en su hogar desde que tiene memoria. Laura, en cambio, recuerda con entusiasmo las veces que acompañaba a su padre al trabajo: “Me encantaba ir a la obra. Al principio él no quería que me dedicara a la construcción porque no era algo de ‘nenas’”, contó.“Los varones están con nosotras, trabajamos de forma horizontal”, afirmó Estefanía, quien subraya que dentro del sindicato la lucha feminista no se concibe como una tarea exclusiva de las mujeres, sino como una responsabilidad compartida.

Laura comentó que le apasiona su trabajo: “Me gusta ir por la calle con el uniforme y que la gente vea que soy una mujer obrera”. Trentín, que cumple tareas administrativas en el Sunca, resaltó que, aunque los roles sean distintos, el diálogo entre sectores es constante y el trabajo es colectivo.

Para Trentín, el cambio se construye en la práctica: “No se trata de dejar a los hombres afuera de las problemáticas que sufrimos las mujeres, sino de incluirlos para que puedan apropiarse de la lucha. Ellos saben lo que pasa con sus compañeras porque lo viven con nosotras”, aseguró.

El 8 de marzo de 2024, el sindicato paró y marchó por un mayor ingreso de mujeres al rubro de la construcción. En ese marco, Pereira aseguró que su ingreso al rubro fue gracias a un sorteo que realizó el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, y que esa sigue siendo la única forma de que trabajadoras ingresen a una obra.

Según ella, si la elección queda en manos de las empresas, siempre van a elegir a un hombre, porque las mujeres vienen con “un paquete”, comentó en referencia a que muchas trabajadoras también son madres, y algunas, madres solteras. En ese sentido, sostuvo que el sindicato está haciendo “de todo” y que el proceso es como “un camino de hormigas”.

Por su parte, Trentín dijo que las mujeres “tenemos que entender que la palabra feminismo ha generado rechazos”. Aun así, destacó que el proceso de transformación está en marcha dentro del Sunca desde hace tiempo, a través de talleres, instancias de formación y el intercambio cotidiano. “Los compañeros nos acompañan a las marchas, el 8 de marzo paran con nosotras... a mí eso me llena de orgullo”, agregó Pereira.

Laura Pereira y Estefania Trentin

Laura Pereira y Estefania Trentin

Foto: Alessandro Maradei

Otras formas de trabajo son posibles

Almar Estudio fue creado de manera independiente por Massud y Dalmaso, que son, antes que socias, amigas. Además de ser las primeras profesionales de sus familias, para ellas la arquitectura es una “pasión adquirida”. Coincidieron en que la facultad también es un espacio machista, y relataron que las veces que hicieron trabajos en equipo con varones, las autoridades y docentes se dirigían directamente a ellos, pasando por alto a las mujeres del grupo. Eso, señalaron, hace que el síndrome de la impostora se haga presente en muchas profesionales.

“Es duro recuperar la pasión cuando salís al mundo”, comentó Dalmaso, y agregó que los primeros trabajos son “muy difíciles”, porque los puestos se liberaban, sobre todo, a varones o personas con cierto estatus económico.

Gracias a las primeras experiencias en diferentes estudios, Valentina y Belén decidieron crear Almar Estudio. “Sabemos lo que no queremos y eso hizo que nos lancemos de forma independiente”, agregó Massud.

“Creemos que otras formas de trabajo son posibles”, aseguraron las socias, y comentaron que muchas veces hay malos tratos de parte de hombres profesionales, inversores y clientes hacia los peones: “Lo ves en la obra, ves cómo les hablan; a nosotras nos lo hacen también”.

Almar Estudio se reserva el derecho de cancelar el trabajo o el contrato si no se aseguran los pagos de los jornales a los trabajadores. “Siempre tenés al cliente que quiere sacar y negociar jornales con el trabajador. No es el camino: es su derecho y su jubilación”, comentó Valentina, y agregó: “De repente vas a una obra y hay un peón que está en chancletas entre los hierros. No se puede trabajar así. Están sujetos a ese universo de explotación y precarización”, concluyó.

“No hay que olvidarse de nuestra historia”

Pereira y Trentín se refirieron al Sunca como un “hogar” que inspira sentido de pertenencia y lucha colectiva. “Nosotras empezamos a hacer una obra y muchas veces allí va a vivir una familia”, comentó Laura, y agregó que ha pasado por proyectos anteriores y que “saber que hay una familia viviendo ahí lo es todo”.

En esa línea, las arquitectas de Almar Estudio afirmaron: “Hay otra visión de la ciudad que queremos dejar, que tiene que ver con el afecto. [...] Es entender que alguien va a habitar esos espacios que construimos”. Hace poco el equipo terminó el proyecto de Casa Berraco, una casona de 1900 que se transformó en cafetería y está ubicada en La Blanqueada. Enfatizaron la importancia de “recuperar” el patrimonio: “Está pasando mucho en Montevideo que la inversión se está llevando puesto al patrimonio”.

En relación con la búsqueda de nuevos ingresos femeninos en la construcción, Trentín comentó que el sindicato cuenta con la posibilidad de capacitación gracias al Fondo de Capacitación: “Es una herramienta maravillosa que peleamos con muchísimo intelecto”, aseguró. Además, destacó que el rubro es “muy bien remunerado” y que las mujeres lo están eligiendo para “desarrollar su vida”, pero “no están teniendo las posibilidades”.

“Necesitamos que más compañeras ingresen a trabajar, que puedan tener un crecimiento profesional”, remarcó, y afirmó que van a hacer todo lo posible para que más mujeres ingresen a la construcción. “Hubo otra que nos pasó la posta a nosotras; no hay que olvidarse de nuestra historia”, concluyó.

Tanto Valentina y Belén, de Almar Estudio, como Laura y Estefanía, del Sunca, coinciden en que el diálogo es la forma, y que es posible construir desde el cuidado y el amor un urbanismo feminista.