La Organización Internacional del Trabajo (OIT) presentó el trabajo “Reducción de la jornada laboral: evolución global y desafíos para América Latina”, escrito por la especialista en Salarios y Tiempo de Trabajo de la OIT Cono Sur Sonia Gontero y por la investigadora Sonia Albornoz. El informe toma en consideración el avance de las normas internacionales en este tema y se toma en cuenta también el histórico Convenio 1 del año 1919, que pautó las ocho horas diarias y las 48 horas semanales.

El PIT-CNT ha venido planteando como una de sus reivindicaciones principales la de reducir la jornada laboral, algo que la Cámara de Industrias del Uruguay rechaza.

En el documento, la OIT aclara que la expresión “horas de trabajo” se refiere “al tiempo durante el cual el personal está a disposición del empleador, excluyendo los períodos de descanso en los que el trabajador no se encuentra disponible”. Agrega que, “aunque esta definición es ampliamente aceptada, algunos países introducen matices, como la exigencia de que la persona esté efectivamente realizando una tarea o función específica, o bien incluyen dentro del cómputo ciertas pausas o descansos entre las horas normales (OIT, 2018)”.

El informe destaca también que las horas de trabajo pueden dividirse en horas normales y horas extraordinarias, entendidas estas últimas como las que se trabajan en exceso de la jornada normal. La OIT expresa que “la mayoría de los países en todo el mundo han adoptado leyes que abordan los numerosos aspectos del tiempo de trabajo y los períodos de descanso. Estas normas establecen estándares internacionales mínimos que los países pueden superar adoptando regulaciones más favorables para los trabajadores”.

Pese a esto, el organismo entiende que “es esencial que las legislaciones nacionales se adapten a las realidades económicas y sociales de cada país, equilibrando la necesidad de proteger a los trabajadores con las demandas de productividad”.

En otro pasaje del informe se explica que la OIT identificó cinco dimensiones del trabajo decente relacionadas con el tiempo: promover la salud y la seguridad, aumentar la productividad y la sostenibilidad de las empresas, facilitar la conciliación entre la vida laboral y familiar, promover la igualdad de género y facilitar la elección y la influencia del trabajador en sus horas de trabajo (OIT, 2019). “Estas cinco dimensiones del tiempo de trabajo decente sirven de base para concebir una organización del tiempo de trabajo que logre un equilibrio entre las necesidades del trabajador y las exigencias de las empresas”, agrega al respecto.

En cuanto a ejemplos recientes, la OIT recuerda que entre los países que introdujeron nuevos cambios en las horas laborales está Australia, que, en 2009, redujo la jornada semanal de 40 a 38 horas, mientras que España se encuentra actualmente debatiendo una nueva reducción, 37,5 horas por semana. Además, menciona que empresas en Estados Unidos, Nueva Zelanda, Irlanda, Reino Unido y Suecia ganaron rápidamente visibilidad al probar el régimen de trabajo de cuatro días a la semana, “llevando a varios gobiernos a prestar atención a esos planes piloto”.

El organismo internacional explica que todos los países “continúan enfrentando presiones para adaptarse a las nuevas realidades geopolíticas, tecnológicas, demográficas y ambientales”, que reabren el debate sobre la organización del tiempo de trabajo. “Entre los factores más relevantes se destacan la creciente expansión del teletrabajo, el aumento del trabajo en plataformas digitales, la necesidad de proveer cuidados a una población cada vez más longeva y la urgencia de ajustar los horarios laborales en respuesta a condiciones climáticas extremas”, dice el documento.

En lo que refiere a América Latina, reconoce que “aún predominan los límites legales de 48 horas semanales, aunque se han observado avances entre los trabajadores del sector público y rezagos para los trabajadoras y trabajadores del servicio doméstico remunerado. En términos generales, las políticas de reducción de la jornada legal ordinaria tienden a traducirse en una disminución de las horas efectivas trabajadas. No obstante, la evaluación de impactos indirectos sobre otras variables económicas presenta diversos desafíos metodológicos”. También menciona como ejemplos a Colombia y Chile, quienes han avanzado en la reducción de la jornada laboral.

Entre las conclusiones, el informe expresa que “las aceleradas transformaciones tecnológicas, sociales y ambientales están modificando el mercado laboral y amplificando la tensión entre las preferencias de los trabajadores respecto a horas de trabajo y las exigencias del sector productivo. Esto podría generar presiones crecientes por reformar los marcos normativos actuales o por nuevos acuerdos sobre la organización del tiempo de trabajo, que otorguen mayor autonomía a los trabajadores sobre el uso de su tiempo”.

Agrega que en ese contexto “es fundamental que las legislaciones nacionales se adapten a las realidades económicas y sociales de cada país, equilibrando la protección de los trabajadores con las necesidades del sector productivo. El diálogo social puede jugar un papel clave en conciliar los distintos intereses de los actores del mundo del trabajo y avanzar hacia modelos más sostenibles y equitativos de organización laboral”.

“El tiempo es un recurso finito e irrecuperable. La forma en que se distribuye entre trabajo, vida personal y descanso impacta profundamente en la salud, la productividad y la cohesión social. Por ello, el diálogo será trascendente para construir marcos normativos que respondan tanto a las necesidades de los trabajadores como a las exigencias de las empresas”, subraya.