El acceso al agua a través de pozos subterráneos poco profundos es una práctica común en el área costera, sobre todo en donde no hay acceso al agua potable a través de tuberías, o cuando no hay sistema de saneamiento. Un ejemplo de esto es el parque nacional Cabo Polonio en Rocha. Allí las personas recurren al uso de “cachimbas” -pozos de agua limpia para uso doméstico- y pozos negros para depositar las aguas residuales. Esta situación, sumada a la falta de planificación para la eliminación de estas aguas, genera un escenario propicio para la contaminación fecal de las aguas subterráneas lo que constituye un riesgo para la salud humana.

Claudia Piccini es microbióloga del Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable y “asidua visitante” de Cabo Polonio. En el verano de 2012, durante uno de sus paseos habituales por el balneario, mientras observaba el paisaje se detuvo a pensar en la calidad del agua de las cachimbas y en el impacto que reciben estos pozos de agua dulce debido a la construcción de casas y fosas sépticas “sin tener en cuenta una distancia adecuada entre pozos negros y cachimbas”, comentó la experta en diálogo con la diaria.

Fue hilando ideas hasta que decidió estudiar la presencia de coliformes fecales -un indicador habitual de contaminación fecal en los análisis de calidad de agua- en las cachimbas, su potencial patogenicidad e implicaciones para la salud de las personas. Para Piccini, Cabo Polonio se presentó como un escenario de estudio no sólo por su cariño al lugar sino por las ventajas que presenta para llevar adelante este tipo de investigaciones. Si bien en los últimos años aumentó su densidad poblacional, tiene una superficie manejable y un “número conocido y acotado” de casas. También al formar parte del Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNAP), existe un registro de la cantidad de personas que ingresan día a día durante todo el año, comentó la microbióloga.

Piccini presentó esta propuesta a otras investigadoras e investigadores del Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable (IIBCE), de las facultades de Ciencias e Ingeniería de la Universidad de la República (Udelar) y del Centro Universitario Regional del Este (CURE). Así, aquella idea que surgió en un paseo ordinario, culminó en la publicación del estudio “Dinámica espacial y temporal y patogenicidad potencial de coliformes fecales en pozos costeros de aguas subterráneas poco profundas” en la revista Environmental Monitoring and Assessment en enero de 2022.

El equipo de investigadores evaluó la dinámica espacial -incluida la arena de la playa cercana a los sitios más contaminados- y temporal (alta y baja temporada) de la contaminación fecal de aguas subterráneas durante el verano y el invierno de 2013 y 2014 en Cabo Polonio. Además, evaluaron el riesgo para la salud de las personas a través de un método, llamado qPCR, que identifica los genes patógenos en el ADN de coliformes fecales.

Cachimbas y pozos negros

“Las cachimbas son pozos de agua limpia, similares a los aljibes, con la diferencia de que no se llenan con agua de lluvia, sino que se abastecen con aguas subterráneas. Se busca el lugar por donde acceder al agua dulce subterránea y se hace un pozo”, explicó Piccini. Señaló que, por lo general, en los lugares donde no hay acceso a agua potable se construyen pozos que pueden alcanzar “decenas de metros de profundidad”. Pero en la zona costera arenosa a veces no hay necesidad de cavar profundo; la napa está muy cerca de la superficie. Por eso, las cachimbas en el Cabo Polonio alcanzan pocos metros de profundidad.

Si bien es agua que la mayoría de la gente no bebe directamente porque compran agua envasada, quienes no tienen esa posibilidad la hierven para eliminar todas las bacterias potencialmente patógenas y beberla. De todas formas, las personas la utilizan para lavarse los dientes, bañarse, limpiar, entre otras actividades, que pueden generar un consumo accidental.

En Cabo Polonio la disposición de las cachimbas y pozos negros a menudo no está regulada. Esto conduce a que muchas veces los pozos se dispongan de mala manera sin una distancia apropiada entre ellos para evitar la filtración de microorganismos de uno a otro. De acuerdo al estudio, la distancia promedio entre los pozos negros y cachimbas en las casas de Cabo Polonio es de diez metros, pero algunos están aún más cerca.

Los pozos negros tienen una vida corta y suelen desarrollar grietas que permiten infiltraciones en el suelo. Con demasiada frecuencia, se perforan a propósito para evitar obstrucciones y que los pozos se llenen. “Es sabido que en gran parte de la costa, específicamente en Cabo Polonio, donde no hay servicio de barométrica, los pozos negros no son estancos, sino que cuentan con un sistema que permite la salida de líquidos como por ejemplo un pozo robador. Esto hace que a menudo, cuando se llena el pozo, comience a drenar hacia la arena”, dijo Piccini.

Algo huele mal

La primera tarea del equipo de investigación fue cuantificar la cantidad de coliformes fecales presente en los pozos de agua dulce para el consumo doméstico. Dentro de este grupo de bacterias buscaron específicamente la presencia de Escherichia coli, sostuvo Piccini. Esta bacteria forma parte de la microbiota intestinal de los animales, incluido el ser humano, y la mayoría de sus cepas son “inocuas”. “De hecho, nosotros las necesitamos en nuestro intestino; si no estuvieran, nuestra fisiología se vería afectada. Son bacterias necesarias para nosotros”, dijo.

No obstante, añadió que por sus características las bacterias “evolucionan y cambian muy rápido” y “algunas cepas de E. coli pueden adquirir la capacidad de ser patógenas y generar enfermedad” como diarrea, diarrea hemorrágica, infecciones urinarias, entre otras. Ese fue el paso siguiente; en los pozos donde se encontró esta bacteria, tanto en verano como en invierno, el equipo llevó adelante un análisis para encontrar genes pertenecientes a las cepas plausibles de generar enfermedad.

Las investigadoras y sus colegas encontraron que la abundancia de coliformes fecales en las cachimbas fue “significativamente mayor” durante el verano por la afluencia turística, sostiene el documento. No obstante, en las cachimbas de las zonas más pobladas la contaminación, aunque baja, se mantiene todo el año y en algunas de ellas se encontraron genes de bacterias patógenas que implican un riesgo para la salud humana.

Hacia la playa

El estudio además determinó que la contaminación por materia fecal no sólo alcanza las aguas subterráneas, también llega a la playa del balneario y contamina la arena y el agua. En la playa La Calavera se detectaron coliformes en 57% de las muestras (68 de 120). La frecuencia más alta de muestras positivas (92 %) ocurrió en la cercanía de las áreas más pobladas y la cantidad más baja de muestras positivas (25 %) ocurrió en las estaciones más alejadas del pueblo.

La presencia de agua contaminada por coliformes fecales en la arena de playa también supone riesgos para la salud humana, sobre todo para niñas y niños pequeños que juegan en la arena o en la orilla del agua y “comen arena” intencionalmente o de manera accidental. “Eventualmente esa niña o niño podría tragar E. coli patógena y tener una diarrea”, dijo la investigadora.

Otro riesgo para la salud es el consumo de “moluscos tales como los mejillones”, que viven en el ambiente cercano a la contaminación fecal y son “animales filtradores” que pueden “concentrar E. coli en su interior”. “Comerlos crudos o poco cocidos puede generar enfermedades”, planteó Piccini.

Además de afectar la salud de las personas, la contaminación por materia fecal tiene repercusiones que no conocemos para el resto del ecosistema. “Los coliformes fecales patógenos de E. coli generan zoonosis, es decir enfermedades que se transmiten de los animales a los humanos y viceversa. Quizás nuestra contaminación fecal pueda afectar la salud de otros mamíferos”, dijo la microbióloga. Pero subrayó que no puede decirlo “con certeza” porque la evaluación de estos riesgos y otras implicancias ambientales no estuvieron presentes en la investigación.

La gestión necesaria

Piccini aclaró que los niveles de bacterias fecales detectadas estuvieron en “todo momento” por debajo del permitido por la normativa uruguaya para la prevención de contaminación ambiental a través del control de las aguas. El Decreto 253/979, de 1979, estipula un máximo de 2.000 coliformes fecales en 100 mililitros de aguas “destinadas o que pueden ser destinadas al abastecimiento de agua potable a poblaciones con tratamiento convencional”. Si bien las aguas subterráneas no están directamente incluidas en este apartado, las mediciones en la investigación tomaron este parámetro porque el agua de las cachimbas se usa como fuente de agua para el consumo humano. En el estudio el número máximo de coliformes fecales estuvo por debajo de 1.000 en 100 mililitros de agua.

Como se trata de agua que se utiliza para lavarse los dientes, bañarse, lavarse la cara y otras actividades cotidianas, puede “accidentalmente” terminar por consumirse. “La cantidad de patógenos que tenés que consumir para generar enfermedad por lo general es baja. Depende de la bacteria, de la cepa y de la salud de quien la ingiere”, comentó Piccini.

“Lo interesante de este tipo de estudios es que demuestran que se está a tiempo para establecer políticas de gestión para evitar que la contaminación con materia fecal alcance niveles irreversibles”, sostuvo Piccini y añadió que los resultados de la investigación encienden una “alerta” y deja visible la necesidad de “tomar medidas”.

A modo de ejemplo, Piccini señaló que se puede establecer una regulación en la construcción de pozos negros y determinar que sean “estancos” y no viertan las aguas a la arena. “Cabo Polonio es un área protegida que se supone que tiene que tener determinadas condiciones de calidad ambiental; si no, ¿qué es lo que estamos protegiendo? Si no se protege el agua dulce, que es la base de la vida -los seres vivos somos básicamente bolsas de agua-, es difícil proteger la calidad ambiental”, expresó.

¿Área protegida?

En el artículo publicado se explica que las áreas protegidas “pueden ser una herramienta poderosa” para promover la conservación del ambiente, la protección de la biodiversidad y el paisaje, además de establecer mecanismos de control y monitoreo de contaminación. Sin embargo, aunque el parque nacional Cabo Polonio pertenece al SNAP desde 2009, aún no existe una regulación de las distancias que debe existir entre pozos para evitar la filtración de aguas residuales al agua que se va a beber y al resto del ecosistema.

Otro problema para los autores es la afluencia turística que recibe el balneario cada verano. “El turismo trae beneficios económicos, pero también puede tener costos socioeconómicos y ambientales sustanciales que pueden ser abrumadores para las localidades pequeñas” y consideran que eso ocurre en Cabo Polonio, “donde podría aplicarse la teoría de la autodestrucción del turismo: comenzó como un atractivo asentamiento pequeño, natural y de baja densidad que se convirtió en un destino para el turismo masivo. Tal evolución tuvo algunas consecuencias esperadas e inesperadas para el medioambiente”, sostienen en el trabajo publicado.

Según reportan, de acuerdo con los niveles de contaminación encontrados, Cabo Polonio “estaría recibiendo un flujo de turistas insostenible que está impactando fuertemente, al menos, en la calidad de sus aguas subterráneas”. “Se debe tomar medidas de gestión para ajustar el número de visitantes a la capacidad de carga del lugar con prontitud”, apuntan.

El monitoreo de la calidad del agua no se limitó a 2013 y 2014, sigue en el marco de un grupo de estudio de todas las playas de la costa de Rocha integrado por investigadoras e investigadores del Instituto de Investigaciones Biológicas y el CURE. Este grupo, además de analizar la presencia de coliformes fecales en el agua y la arena, incluirá en sus estudios otras variables como la presencia de estas bacterias en moluscos, algas y “fauna de consumo” como “forma de protección de la propia fauna y de la salud de las personas que las consumen”, contó Piccini.

Artículo: “Spatial and temporal dynamics and potential pathogenicity of fecal coliforms in coastal shallow groundwater wells”
Publicación: Environmental Monitoring and Assessment (enero 2022)
Autores: Martina Soumastre, Juan Piccini, Lorena Rodríguez-Gallego, Leticia González, Laura Rodríguez Graña, Danilo Calliari y Claudia Piccini.