Las cianobacterias, pese a que no han cobrado protagonismo en la agenda durante este verano, están en nuestros recursos hídricos. Luis Aubriot, investigador del Instituto de Ecología y Ciencias Ambientales de la Facultad de Ciencias, se encuentra atento a esta problemática. Durante la semana pasada, junto con un grupo de colegas, tomaron muestras en los embalses ubicados en el Río Negro. En diálogo con la diaria, contó con preocupación que las floraciones en este lugar “son muy grandes” y envió fotografías para demostrarlo. Las aguas teñidas de tonalidad verdosa están a la vista; sin embargo, para él no son una novedad. En 2019, cuando las playas de Colonia, San José, Montevideo, Canelones, Maldonado y Rocha se vieron afectadas por el mayor bloom de cianobacterias registrado, integró un grupo de científicos que rastreó su origen. Precisamente, se generaron en los embalses del Río Negro y determinaron que, debido a la intensificación de las precipitaciones en la cuenca del Río de la Plata a fines del 2018, la floración se transportara hacia las costas de todo el país.
Los científicos Marcel Achkar, Bernardo Zabaleta, Signe Haakonsson y Aubriot continuaron con esta línea de investigación: esta vez, centrados en nuestro estuario. En el marco del programa Iniciación a la Investigación de la Comisión Sectorial de Investigación Científica (CSIC) de la Universidad de la República, se presentaron para llevar adelante el proyecto denominado Dinámica espacio temporal de las floraciones fitoplanctónicas en el estuario del Río de la Plata. En agosto, compartieron con este medio un documento con los resultados preliminares. Uno de los principales hallazgos es que en la zona de Arazatí –lugar donde se instalará la nueva planta potabilizadora de agua, conocida como proyecto Neptuno–, las floraciones se dieron en todos los meses de 2021.
En la actualidad, su trabajo está siendo revisado por pares, con el objetivo de publicarse en una revista científica internacional. “Buscamos determinar si era posible mapear en el Río de la Plata zonas de alta frecuencia de floraciones de cianobacterias. Es decir, si se podía a través de un análisis estadístico a largo plazo, con un repositorio de imágenes, ver dónde se aprecian con mayor frecuencia las floraciones” explicó Aubriot.
En la investigación, los autores aplicaron la teledetección, una herramienta que se utiliza hace más de cuatro décadas con el objetivo de evaluar la concentración de pigmentos fitoplanctónicos –entre ellos, los que corresponden a las cianobacterias–, para monitorear océanos y grandes lagos. Tomaron las imágenes del satélite Sentinel-2, que fue puesto en órbita a mediados de 2015 por la Agencia Espacial Europea y cuenta con un sensor que tiene características ideales para determinar la clorofila, un indicador de biomasa fitoplanctónica en aguas. A lo largo del trabajo, procesaron y analizaron un total de 250 imágenes satelitales del Río de la Plata, que abarcan el período 2016-2021. “Se pudo mapear cuatro zonas estadísticamente bien claras en el Río de la Plata. Dos son de la costa argentina y dos son de nuestra costa. Una de las zonas va desde Colonia hasta Kiyú, su centro es Boca del Cufré y Arazatí. Encontramos que se trata de zonas de alta frecuencia de floraciones. Esto ya no es una opinión, es un análisis”, remarcó el investigador.
Se confirma la tendencia
Movilizado por la curiosidad, durante la semana pasada Aubriot encontró en imágenes satélites que la zona de Arazatí nuevamente estaba siendo un sumidero de cianobacterias. “Queríamos ver cómo sigue comportándose la zona, en particular por el proyecto Neptuno. Es una preocupación y las imágenes confirman parte de las tendencias que teníamos en el artículo, ya que como es una zona de alta frecuencia, es esperable encontrar cianobacterias allí” dice Aubriot. Y eso fue lo que sucedió: “desde finales de diciembre comenzó a acumularse una floración en la zona que es enorme, muy grande. Dependiendo de los vientos y otros factores, se acerca o se aleja de la costa. Es muy contundente y llega hasta el frente de turbidez del Río de la Plata, que es una zona de transición entre el agua dulce y el agua un poco más salada. Allí, las floraciones que vienen bajando se frenan y deberían tener algún problema por el cambio de salinidad”, explicó.
A su vez, Aubriot volvió a plantear su preocupación sobre el vínculo entre las floraciones del Río Negro y Arazatí: “es una zona por donde van a bajar las floraciones del Río Negro y el embalse de Salto Grande. Estuvimos en estos lugares, las floraciones son bestiales. En cierta medida, las bajas precipitaciones hacen que no se descarguen. Ya son catastróficas a nivel local, lo serían mucho más si se desplazaran hacia el Río de la Plata. Por ejemplo, si estuviéramos en un año de mucha lluvia, los embalses tendrían mayor volumen de agua y descargarían las floraciones. Se depositarían en Boca del Cufré, Arazatí, Kiyú y seguirían a lo largo de la costa”. Pero en años secos tampoco tenemos que guardar la calma, porque Arazatí aún en estas circunstancias es una zona “de alto riesgo por la alta acumulación de estas cianobacterias tóxicas”. La advertencia de Aubriot queda plasmada en su investigación, en las nuevas imágenes satelitales y en fotografías enviadas desde territorio por vecinos.
La necesidad de un cambio real
“La tendencia, hasta que no haya un cambio en la manera de producir, es que estos fenómenos se acentúen. A nivel industrial los aportes aumentan, en el agro también. Entonces, dependiendo de las condiciones climáticas, de una u otra forma vamos a tener una tendencia de aumento de las floraciones. Esto es porque tenemos los nutrientes en el agua, además se suman los cambios de temperatura que puedan haber hacia futuro. Es muy preocupante, cada vez es más difícil encontrar una fuente de agua que no esté afectada”, lamentó Aubriot. Recordemos que factores como la expansión de la agricultura, las grandes represas hidroeléctricas y la contaminación por fuentes puntuales de urbanización e industrialización están degradando los recursos hídricos y desencadenando su eutrofización.
Sin embargo, el investigador puso sobre la mesa otro punto: “Si la fuente de agua es interior al país, es decir, si la fuente pertenece a nuestro territorio, tenemos soberanía sobre la cuenca y las decisiones que se tomen. Podemos elegir qué hacemos con la producción y cuál es la prioridad. En el caso del Río de la Plata, por cómo se comporta, es muy limitada esa soberanía. Tenemos muchas influencias”. Sin dudas, el estuario es un sistema dinámico que se transforma por varios factores. Por ejemplo, las descargas de los ríos Paraná y Uruguay, vientos, precipitaciones y variabilidad climática a gran escala. “A esto se suma que hay proyectos en vías de finalizar, como el colector argentino de la ciudad de Buenos Aires. Hay discusión sobre si tendría o no impactos sobre nuestra costa, pero es una situación que no tendríamos forma de controlar”, agregó.
Por otra parte, también comentó que existe “desánimo” en parte de la comunidad científica por la decisión “tan firme” de los gobernantes en determinar que Arazatí será el lugar de la nueva planta. “Si existe una planta potabilizadora y comienza a tener problemas de mala calidad del agua, hay que seguir adelante porque la construcción está ahí, hay que ver formas de mejorar el agua. Pero el tema es si uno decide instalar una nueva planta en un lugar que ya está mal, que ya sabe por los antecedentes que tiene problemas de calidad de agua muy importantes. Va a tener que recurrir a los mejores métodos de potabilización, de descontaminación, de desintoxicación del agua y asumir que se van a hacer bien, de la mejor manera posible, que van a haber controles, porque va a haber un riesgo en potabilizar agua con toxinas”, apuntó Aubriot.
El científico reafirmó lo establecido en el manifiesto que elaboró junto a 11 investigadores e investigadoras del Instituto de Ecología y Ciencias Ambientales, donde abordaron las principales problemáticas vinculadas al abastecimiento de agua potable en el área metropolitana y plantearon soluciones para mitigarlas. “Es necesario poder gestionar la cuenca del Santa Lucía de la mejor manera para que la calidad del agua comience a mejorar de una buena vez. Sería lo más sustentable a largo plazo y para las próximas generaciones, que no deberían depender de la tecnología frente a un evento climático que ya estaba predicho”, finalizó.