Uruguay 11-Asia 1 fue el contundente tanteador global de la mini- gira asiática de la selección. El 4 a 0 conseguido ayer ante China, con excelente rendimiento, se sumó al 7-1 contra Indonesia del viernes, redondeando así un promisorio reencuentro de Tabárez y los jugadores mundialistas.
Bajo lluvia permanente y con niebla en la noche de la ciudad china de Wuhan, Uruguay anduvo clarito. La oncena celeste, a la cual Tabárez le hizo ajustes previsibles y ya experimentados muchas veces, se mostró suelta en su técnica de juego y compacta en la expresión colectiva, marcando superioridad plena con respecto al empeñoso y por momentos desorientado seleccionado chino.
El Mono Pereira pasó de volante a lateral derecho, Fucile se corrió a la izquierda y Palito Pereira jugó de volante izquierdo. Entraron Muslera por Castillo y Forlán por Cristian Rodríguez. Un Uruguay mundialista sin Arévalo Ríos y Godín.
Lo que queda como saldo del partido es esa imagen del equipo celeste aplomada, serena, firme, símil de la mundialista y marcando una continuidad que alienta hacia el futuro.
También quedan otras imágenes menores que marcan ese sendero positivo, como el abrazo de todo el equipo alrededor del Cebolla Rodríguez y de Sebastián Fernández, cuando ellos convirtieron el tercer y cuarto tanto, respectivamente. El equipo volcó su alegría y el reconocimiento en esos compañeros, uno de los cuales estuvo ausente del Mundial y el otro tuvo participación mínima en la cancha. También importa destacar una actuación redondita, sin fallas, con categoría, de Martín Cáceres como defensa central. Jugó con decisión, cubrió zonas amplias, apoyó siempre al pie y no estuvo tan destemplado como en otras ocasiones. Fue una exhibición en la que un jugador de categoría llega a su punto justo, haciendo atisbar una posible zaga central Godín-Cáceres que da tranquilidad a futuro.
También pasó que dos grandes figuras del equipo como Forlán y Lugano tuvieron actuaciones opacas. Al delantero no se le dio el partido. Habitó la zona más ocupada por piernas chinas y tuvo marca permanente -la fama tiene su precio- de la que no pudo escapar en los 60 minutos de actuación. Y Lugano flaqueó -es raro usar este verbo en él- cuando el equipo chino creció en el partido allá por el minuto 60. Paró con falta a un delantero chino usando el brazo y cuatro minutos después, a los 64, marcó mal, cometió falta, tomó amarilla y se ganó el cambio que Tabárez produjo de inmediato haciendo entrar a Victorino. Y volvemos al partido: en esos momentos China mostraba su perfil más suelto, llegó a andar cerca del arco de Muslera. Algo es algo. El 0 a 0 se prolongaba más de lo que había mostrado el partido en una hora de juego con total supremacía celeste.
Por lo que se vio se puede suponer que el DT chino debe haberles dicho algo así como “si nos golean puedo perder el cargo, así que perdamos pero por poco y, para eso, vamos a defendernos mucho”. Y fue esa defensa con 16 a 20 piernas la que embarulló el fondo y le impidió a Uruguay llegar al gol. Siempre llegaba alguna para parar la posibilidad del gol, que anduvo cerca tantas veces, con un equipo uruguayo de buena posesión de pelota y excelente actitud de búsqueda del área rival.
Y debe de haber tenido que ver ese tímido tirarse adelante de los locales. Algunos espacios se produjeron en retaguardia y una buena acción de ataque culminó con pase de cabeza al centro del área de Cavani, una rabona en el aire de Suárez (¡las cosas que hace el salteño!) que confundió a un defensa que mandó la pelota contra su arco, en tanto la acción era en el área chica.
Hacía dos minutos que la dupla oral de Tenfield-VTV nos acababa de informar -contrariando lo que habíamos visto por la misma vía- que “con la pelota Uruguay ha sido hoy deficitario”, algo no reiterado en la medida que, de inmediato, llegaron los goles.
Del 1-0 se pasó rápido al 4-0, con conquistas de Cavani con tiro seco de afuera del área a los 78 minutos con el del Cebolla en sociedad con Ramírez a los 81 y el de Papelito Fernández, como bien le pusieron los argentinos, a los 83. El partido encontraba así su real reflejo en el marcador.
Hay que recalcarlo: Uruguay jugó buen fútbol, tuvo buena posesión de pelota, no corrió riesgo en defensa y en tanto el rival defendió con mucha gente se demoró la apertura del tanteador. Después de roto ese planteo, la goleada sobrevino.
La confianza que se tiene Uruguay en este pos Mundial es un valor agregado, algo que se incorpora a las calidades del equipo. Ahora tiene mucha confianza en sus fuerzas, en tanto que las ha medido con los mejores y funcionó bien.
Eso se mostró con plena aprobación en estos partidos en Indonesia y China, y el próximo desafío será en nuestro territorio sudamericano ante Chile, el miércoles 17 de noviembre.
Y allí estará este conjunto celeste continuista, crecido, consolidado.