Qué historia la del Cilindro municipal. Mirá que pasaron cosas ahí. Ya de arranque nomás su génesis como hiperlocación de la primera Exposición Nacional de la Producción, en 1956, generó una de las construcciones más removedoras del momento. Es que el tacuaremboense Leonel Viera, que nunca llegó a recibirse de ingeniero, concibió y ejecutó una construcción revolucionaria, sin columnas que sostuvieran el techo. Viera, el mismo que realizó el puente ondulado de la Barra de Maldonado, solucionó la cuestión del techo haciéndolo abovedado, pero invertido.
De un anillo central partían hasta ayer radialmente tensores de acero, sobre los cuales se armó la cubierta de cerámica armada. Ese techo colgante se transformó en referencia mundial por sus características, pero también porque la ausencia de pilares abarató los costos de construcción: del techo, que ocupaba un espacio de 290 metros de circunferencia, colgaban 260 cables que sostenían 7.000 metros cuadrados de losetas.
En ese mismo 1956, el 7 de diciembre, en un galpón de bloques y chapas ubicado dentro de la Exposición Nacional de la Producción se emitió la primera señal televisiva del país por Saeta Canal 10. Once años después, aquel sorprendente edificio sin nada adentro se transformó en estadio cerrado para ser sede del Mundial de Básquetbol que Uruguay organizó en 1967. Se hicieron la cancha de parqué, las tribunas, los vestuarios y las cabinas para un torneo ecuménico que ganó la Unión Soviética al derrotar en la final a Yugoslavia.
Unos años después, siendo depósito de las urnas de las elecciones nacionales de 1971, fue el lugar donde tal vez se haya gestado el presunto fraude que desde ese entonces han denunciado los wilsonistas. Pero vendrían cosas peores, porque en 1973, ya con el golpe de Estado consumado, aquel estadio se transformó en oscura y lúgubre cárcel para cientos de trabajadores.
Cuando en la dictadura se reabrió para espectáculos se instaló la pantalla gigante color en la que se pudo ver, a altísimos precios, los partidos del Mundial de Argentina 78 y la pelea por el título mundial de los pesos pesados de Alfredo Bichuchi Evangelista frente a Larry Holmes. Vuelto a estadio, fue sede de los campeonatos sudamericanos juveniles; allí, en 1981 Uruguay retomó su título de campeón sudamericano de básquetbol de mayores al vencer a Argentina en la final, en un cuadro en el que brillaban Tato López, Fefo Ruiz, Peinado, Fonsi Núñez y Peje Larrosa.
Catorce años después, tras otros torneos internacionales, como preolímpicos y sudamericanos de clubes, los celestes volvieron a cortar las redes del cilindro al coronarse nuevamente como los mejores de América del Sur. Fue la última gran victoria que miles de espectadores pudieron vivir en ese mágico lugar que fue edificio revolucionario, estadio mundialista, cárcel, depósito de urnas electivas, centro de espectáculos y el más grande estadio cerrado del Uruguay, ahora totalmente abierto.