Ubicar la casona donde todo transcurre es fácil. Por más que no se recuerde el número de puerta, la fachada de Urbano Espacio Cultural es la única colorida en la cuadra: está pintada con un intenso celeste que se destaca del gris que la rodea. Una vez dentro, los colores siguen marcando el camino. Paredes rojas, violetas y turquesas tornan moderna la casa antigua y generan un espacio agradable que invita a quedarse.

De lunes a viernes se desarrollan actividades que están pautadas por un cronograma que es revisado mes a mes en función de los intereses de los concurrentes. En octubre hubo taller literario, de lectura de noticias y de identidad y candombe, también cine, fotografía estenopeica, clases de stencil, computación y taller de arte, entre otras cosas. Cada 15 días los responsables del centro cultural y quienes más lo frecuentan se juntan en lo que denominan La Cocina y organizan el calendario para los días siguientes. Este mes, por ejemplo, incorporaron biodanza, dinámica que comenzará a partir de mañana.

El educador social y psicólogo Alfredo Correa, coordinador del proyecto, explicó a la diaria que el trabajo está centrado en tres ejes temáticos y que La Cocina forma parte del eje Vida cotidiana y convivencia. “Se intenta abordar de qué manera los asistentes se van apropiando del centro, tanto del consumo como de la producción de cultura, y generando nuevas propuestas”, contó. Otro eje es Memoria, identidad y ciudadanía: “Aquí entra la mayoría de los talleres propuestos, en los cuales las personas pueden producir procesos expresivos y creativos”, detalló Correa.

Cultura libre es el tercer eje programático, que “de alguna manera ocurre en los pasillos”, dijo Correa en alusión a la muestra fotográfica expuesta en el corredor del centro y por el intercambio que se genera entre los asistentes o con otras instituciones.

“El centro cultural necesita tener puertas abiertas. Tenemos que tener en claro que si bien estaba destinado a personas en situación de calle, desde el inicio creemos que para que esto sea una propuesta válida tenemos que lograr la integración social, lo que involucra a toda la comunidad”, reflexionó el coordinador del proyecto.

Y… ¿funciona?

La idea nació a partir de un llamado interinstitucional entre el Ministerio de Educación y Cultura (MEC), a través de la Dirección Nacional de Cultura (DNC), el Ministerio de Desarrollo Social (Mides), mediante el Programa de Atención a los Sin Techo y la Intendencia de Montevideo, con la colaboración de las Naciones Unidas. La asociación civil sin fines de lucro Luna Nueva resultó seleccionada para la gestión y elaboración de propuestas.

Urbano comenzó a funcionar los primeros días de julio, es una experiencia piloto y está previsto que se extienda hasta marzo de 2011.

Gustavo Robaina, referente del programa Ciudadanía Cultural de la DNC, dijo a la diaria que el MEC y el Mides en forma conjunta se encargan de la evaluación y el monitoreo. Si bien los resultados finales se darán a conocer cuando se cumplan los ocho meses de trabajo previstos, adelantó que “la experiencia viene siendo sumamente positiva”, tanto en la cantidad de personas que asisten a las actividades dirigidas como a las dinámicas libres.

Asimismo explicó que los participantes fueron evaluados y volverán a serlo al finalizar el plazo del plan piloto con el fin de indagar si hubo cambios en materia de relacionamiento social y en el fomento del consumo cultural. Las encuestas permitirán también conocer el perfil de quienes acuden a los talleres.

Por su parte, Correa adelantó que si bien el público cautivo serían aproximadamente unas 800 personas que están en situación de calle, hoy han pasado por el centro más de 80 personas. Básicamente la población se divide en mayores de 60 años, personas que no siempre vivieron en la calle, y jóvenes de 24 y 30 años que tienen menos tiempo en la calle pero una vida más intensa. La mayoría proviene de los refugios donde pasan la noche pero cierran en horas del día y llegan a Urbano por el comentario boca a boca de quienes ya lo conocen.

Arte y conductas

Quienes viven en la calle tienen que pelear el día a día, por ese motivo quedan a un lado las metas a largo plazo y los proyectos de vida. Claudia Baico, psicóloga especializada en arte-terapeuta, se desempeña como tallerista. Por momentos no duda en presentar el material utilizado para las artesanías como un personaje: “El barro necesita que se seque para poder pintarlo, si se quiebra le puedo pegar la pieza, lo puedo reparar, se puede modificar, extender, necesita su tiempo, no se puede secar rápido porque se quiebra; lo mismo pasa con la pintura…”.

Para ella crear con barro o con otras materias primas permite incentivar la creatividad, pero también la ejercitación personal, el hábito de tener que esperar para poder continuar trabajando, porque si no la obra se arruina. “La ejercitación personal es una falta grande para la gente que vive el día a día. Ser creador genera la posibilidad de proyección a futuro; es reafirmar la identidad, la personalidad y generar estrategias y herramientas que sirven para cualquier otro trabajo, porque si somos capaces de hacer estas cosas, ¿por qué no somos capaces de hacer otras como trabajar?”.