Ya a los 12 minutos Peñarol sacó la primera diferencia con una muy buena jugada e igual definición de Tony Pacheco, el claro goleador del torneo, con 6 tantos en cuatro juegos.
Diego Aguirre decidió una formación igual a la que había colocado en el partido en que venció a Racing una semana antes, con una excepción que había mantenido oculta: la vuelta a la titularidad de Darío Rodríguez, quien, con varios kilos de menos, desplazó al juvenil valor Emiliano Albín. El equipo suma aportes experimentados partido a partido: en una ocasión fue el Pato Sosa quien asomó con algunos minutos; en otra fue Diego Alonso, que en este partido entró a jugar los últimos 25 minutos, o el sanducero Bosco Frontán, quien otra vez tomó minutos prestados, como antes lo había hecho Egidio Arévalo Ríos, ya pilar del conjunto. Todos van contribuyendo en la solidez de un equipo que basa su consistencia en el doble cinco de Egidio y Sergio Orteman pero que suma jugadores con oficio de atacantes: los tres enlaces, Urretaviscaya, Pacheco y Ramírez, más el delantero argentino Martinuccio, que se ganó un lugar. A todo esto el banco de suplentes se agranda en calidad y por ahí se cuela un juvenil, como el sábado sucedió con Cristian Palacios.
Mientras, en el cuarto partido del fixture, el que debió jugarse en el Estadio Goyenola, el dominio aurinegro se fue haciendo sostenido, hasta que pasada la media hora el buen golero Jonny da Silva erró el cálculo y puso sus manos sobre las piernas del delantero argentino al no cazar la bola que huía hacia afuera, cayendo, entonces, en delito de penal. Tiró Pacheco y se produjo una gran atajada de Da Silva, pero Carlos Changala detectó adelantamiento de un pasito del golero e hizo ejecutar nuevamente la pena. Fue una decisión justa pero de ésas que dejan pensando qué se hubiera cobrado si el hecho hubiera sucedido en el arco de enfrente, pero tampoco es justo culpar a Changala de cobrar bien lo que la mayoría cobra mal. Lo cierto fue que Pacheco tiró nuevamente y esta vez no hubo atajada: el segundo gol quedó plasmado para dar la sensación de partido liquidado. Pero como hablamos de fútbol ya no pareció tan liquidada la cuestión cuando casi en la hora descontó el Tacua en una muy linda definición.
En el segundo tiempo, en menos de 10 minutos, Guillermo Almada hizo entrar a un buen delantero, el argentino Nicolás Nicolay, y varió a un esquema 4-3-3.
En ese momento del partido Peñarol flaqueó. Seba Sosa salió a cortar una pelota fuera del área y allí tocó una pelota que le valió una amarilla y contener la respiración ante el tiro libre que se cobró al borde del área. No pasó nada -la pelota débil impulsada por Nicolay se quedó en la barrera- pero, sin embargo, pasaba.
Diego empezó con los cambios como para despertar al equipo: entraron Albín y Diego Alonso, más adelante el sanducero del buen pie, Bosquito Frontán, como le dicen en “13 a 0” recordando que quien usaba el raro nombre propio de Bosco ya era el padre.
Y como contestando a varios intentos de los locales en cancha ajena -por ejemplo, entre varias jugadas de ataque, un centro de Nicolay que cabeceó Gularte en neta jugada de gol, los aurinegros se fueron a buscar la seguridad del 3 a 1 cuando peligraba el empate. Hubo posibilidades de gol claras a los 72 y a los 74 minutos, pero el tercer tanto llegó en gran jugada colectiva con despliegues de Egidio y Aguirregaray a los que se sumó la participación estelar de Jonathan, que aunque tuvo pasajes de dormidera siempre aporta esa cuota de diferenciación, ese pequeño matiz estético y efectivo que logra la gran distancia en el tanteador. Todo eso antes del bombazo final de Alonso en su mejor aparición en el Peñarol de los últimos meses -el de Ribas y el de Púa- y de las últimas semanas -el de Diego Aguirre-.
Marchen elogios para el Peñarol de las cuatro victorias, para el líder del campeonato, para el gran club resucitado. Y como Diego y su equipo de colaboradores intentan seguir sumando aportes para un equipo al que sólo le sirve ser campeón, hasta se puede apostar a que le encontrarán un hueco para que ponga su cuota al Pollo Olivera, quien tiene la posibilidad del regreso para el fin de semana próximo cuando se enfrente, en gran lucha, a Liverpool.
Al final del partido del sábado, a la hinchada que casi llenó la Colombes le costó irse del Estadio y alargó los cánticos que dejaban claro que el equipo al que quieren ganador después de tantos golpes “es el glorioso Peñarol”.