Ahí donde dicen que salir no es tan fácil como entrar, donde Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner juegan al ajedrez con los punteros peronistas, donde Mariano Closs y Fernando Niembro van a la cancha sólo porque a Banfield se le ocurrió ganar el último Torneo Clausura argentino, donde los cuchilleros borgianos le cedieron las esquinas al ringui-ranga de la cumbia villera, donde los micrófonos y las cámaras de Crónica TV religiosa y anualmente captaron gemidos y lencería de señoras mayores siempre dispuestas a cantarle el feliz cumpleaños a un Sandro en bata entre sorbos de mate dulce... ahí, Nacional bancó y ganó.
Restó el IVA y los prejuicios: derrotó a Banfield por 2 a 0 porque fue ordenado tácticamente, duro en la marca y prolijo con la pelota. Porque, como si hubiera tomado nota durante el juego que la semana pasada lo enfrentó al mismo rival en Montevideo, aprovechó las falencias que el Taladro trajo entre bombos al Estadio Centenario. Porque combinó aciertos de ocasión con experiencias acumuladas, parientas de su condición de equipo que disputa la Copa Libertadores ininterrumpidamente desde 1997. ¿Cuántas canchas de América conoce Óscar Javier Morales? ¿Cuántos partidos internacionales suman Gustavo Varela y Mario Regueiro? ¿Hasta qué punto no pesará positivamente en la seguridad del plantel la experiencia transmitida por los sobrevivientes de la semifinal copera del año pasado?
Tras los dos partidos jugados en menos de una semana entre argentinos y uruguayos, la promocionada fortaleza defensiva de Banfield quedó reducida a la categoría de preconcepto que bien les puede caber a algunas de las frases que intentaron caracterizar al sur bonaerense en la apertura de la nota. La azotea albiverde se volvió a llover cada vez que Nacional metió centros. La receta rindió para el primer gol, que tuvo asistente y anotador cantados: Matute como con la mano y Coates con peinada, respectivamente. Carambola mediante, el recurso también parió el segundo y último grito. Gonzalo Godoy, que ingresó desde el banco tras la temprana salida por lesión de Lembo, remató con precisión luego de que dos defensores argentinos se molestaran entre sí al defender un centro y le regalaran la pelota. El primer tiempo no había terminado cuando Nacional ya ganaba por 2 a 0.
La copa se encargará de decir cuánto hubo de problemas locatarios y cuánto de aciertos visitantes en lo de las goteras del Taladro. Quizá Banfield realmente tenga una defensa de respeto. En ese caso, Nacional debería convencerse de que su juego aéreo es una carta pesada.
Con la ventaja tricolor crecida, hubo poco espacio para que Erviti, James Rodríguez y Seba Fernández hicieran de las suyas. Cuando mejor lo hicieron, Rodrigo Muñoz respondió con la sobriedad de siempre y le bajó las revoluciones a los intentos locatarios de arrinconar a Nacional sobre el amanecer del complemento. Acevedo arriesgó al colocar a Balsas y sacar a Tito Ferro en momentos en que el viento del sur todavía soplaba. Sin embargo, el grandote entró tan bien como en la visita a Morelia y participó con acierto en los contragolpes protagonizados por el trío que formó junto con Varela y Regueiro. El cambio también le achicó el margen a la inferioridad numérica, porque Ferro se excedió de entrada y jugó con tarjeta amarilla durante 52 minutos. La tranquilidad incambiada tras la salida del sauceño evidenció cuán buena fue la noche de OJ Morales y de Calzada, un marcador corredor que en cuestión de días avanzó varios casilleros en el plantel tricolor.
Nacional pasó a liderar el Grupo 6. Otra buena nueva para el fútbol uruguayo, que se acostumbra a salir con la cabeza levantada de las mismas situaciones que hasta hace poco lo dejaban de cabeza gacha. Se vuelve necesario aprovechar el momento para preguntarse por qué, para sacar conclusiones con valor de uso antes de que pase la ola.