No fue un partido más para Nacional y se notó de entrada. A las sendas derrotas ante los equipos del Cerro se sumó el festejo carbonero de la tarde anterior. Y a todo esto, la presencia amenazante de Recoba con la camiseta de Danubio. El clima de final se instaló pronto en cada hincha tricolor, incluso en mocosos de diez años que pedían la cabeza de ese Chino al que, alguna que otra vez, sus padres alentaron con devoción. Recoba tuvo la virtud de no esconderse y jugó a sabiendas de que sobre él cargaba toda la presión. Sobre los ocho minutos, con gran pase, generó la primera jugada peligrosa, aunque Míguez la culminó mal. Nacional tomó la iniciativa luego de ese sofocón y llegó a fondo con Tata González por derecha. Siguieron diez minutos de claro dominio tricolor, pero de escaso peligro. Pereyra y Morales se repartieron la generación de fútbol, pero ni Varela ni Regueiro supieron generar espacios ni encarar con éxito a la zaga danubiana.

Y de nuevo Recoba. Sobre los 21 minutos enfiló en diagonal hacia el área, esquivando muñecos para finalmente habilitar a García, que no hizo esfuerzo alguno por buscar una pelota que era de gol. Grossmüller casi no participó en el juego, entre perdido y opacado por un Recoba que acapara mucha atención de sus compañeros y rezonga por todo error que cometen los demás. En Nacional comenzó a ganar confianza Calzada, que con un par de tranques y algunos pases de calidad (uno de cuchara para Varela) se ganó el bramido de la gente.

Pero ni el aliento ni la supremacía física que impuso Nacional conseguían doblegar la resistencia hasta pasiva, por momentos, que ofrecía Danubio, que acostumbró a Nacional a jugar cerca de su área. Y con una grosera desatención facilitó la jugada con que Regueiro obligó al córner del que nació el primer gol tricolor. También fue mala la gestión de la defensa al marcar esa jugada, pero el mérito fue nuevamente de Regueiro, que se lanzó con todo a una pelota perdida y consiguió anotar el tanto, ya sobre la hora del primer tiempo.

Álvaro mío

Danubio salió activo al complemento y encerró en su cancha a Nacional. Martínez, volcado a la izquierda del ataque, levantó mucho su rendimiento y logró algunas buenas apiladas. Pero siguió siendo Recoba, con sus filosos zurdazos, el más peligroso. Así Danubio ganó un par de córners, y así también llegó el empate: con centro envenenado del Chino y elevación más cabezazo fulminante de Marcelo Silva, a los 53 minutos.

La buena estrella acompañó a los de la Curva unos minutos más, durante los que apuró al fondo tricolor, siempre con Recoba tocando o asistiendo (o reprochando, si alguien fallaba). Recién sobre la quincena del período Nacional se pudo desahogar un poco, cuando el Tata González conectó la pelota con potente volea que contuvo Goicoechea. Y con ese envión favorable llegó después una de Morales, que probó con tiro combado, y otra de Goñi, que encontró la pelota en el área y su tiro fue contenido por un atento Goicoechea.

El fútbol ya no volvió a aparecer y dejó lugar a los nervios y la lucha. El desenlace se podía oler muy intenso, condimentado por los entrenadores que cambiaron jugadores para ganar, más el cansancio de los que quedaban y algunas jugadas bruscas, y el bullicio de la gente, porque el clásico, y encima el Chino. Y quién otro que el Chino iba a ser, que paralizó a todos cuando sobre los 83 minutos puso en carrera de gol a Píriz, que demoró tanto en definir que, cuando lo hizo, apareció Muñoz para devolver el alma al cuerpo de los bolsilludos. Ésa fue la última de Danubio y faltaría la última para Nacional, que corrió con mejor suerte y convicción en sus jugadores. Entonces qué mejor que un Álvaro para conjurar tamaña mezcla de sensaciones, que se llevó todo puesto a los 85 minutos y se mandó una patriada para puntear con el último aliento el gol de la victoria.