En los clásicos hay favoritos. Si no gana, el que llega mejor generalmente empata. Lo de ayer fue una excepción a una historia con pocos casos semejantes. Por eso el logro de Nacional cobra una relevancia extra.

El día en que Peñarol preparó el Estadio para sacarse las ganas acumuladas tras siete años, el equipo de Acevedo volvió de palo los casi 40.000 hinchas ajenos y les torció el brazo. Lo consiguió presionado por un reglamento que lo obligaba a ganar como única manera de seguir con vida. Paró un cuadro más ofensivo, gozó de la resurrección del Morro y frenó velocidad e invicto de un equipo que se comió el Clausura y la tabla anual pero no se tomó el tren de la consagración. Ayer la copa estuvo a una victoria de Peñarol. La ventaja se extinguió: habrá dos finales más. Será de igual a igual.

¿Pensabas que no venía?

Iban 13 minutos cuando el Morro García la bajó luego de un pinchazo de Varela, que quedó con calle libre tras un cambio de frente de Matute. El delantero le ganó al ahogo del arquero Sosa y Nacional le cambió el libreto a la primera escena de una noche que pintaba para que el papel de bueno fuera ajeno.

La puntería del Morro invirtió los roles, porque los aurinegros habían arrancado mejor. Lembo usó el matafuego en un centro de Gastón Ramírez que Martinuccio no conectó por pelos, en uno de los dos o tres ejemplos de la tempranera vocación aurinegra de combinar rapidez y precisión.

Con menos jugadores lanzados pero aprovechando que Peñarol regalaba más metros que Oca, Nacional tuvo 15 minutos para pegar la cachetada que se haría esperar. OJ se destacó quitando y pasando bien, Matute no brilló aunque pesó desde su baldosa y el Morro peleó pero malogró dos claras a los 20 y a los 24 minutos.

Peñarol se lavó la cara a la media hora, porque Urretaviscaya abrió la temporada de desbordes buscando la pata de palo de su marcador Núñez. Nacional puso la cola contra la Amsterdam. Martinuccio tuvo la más clara cuando estrelló un cabezazo en el palo y volvió a errar tras un rebote buscón, una de las pocas veces en las que Lembo y Coates no cerraron la azotea. Larrionda calentó tribunas y mesas de bar cuando no le mostró la segunda amarilla a Orteman, luego de una falta de atrás cometida en los descuentos del primer tiempo. Hasta ese momento el arbitraje había sido de pitazos seguidos pero certeros.

Resistiré

Sobre el inicio del segundo tiempo, Nacional tramitó su supervivencia. Presentó una fotocopia del arranque del partido. Jugó 15 minutos acalorado por las corridas de Urretasizcaya y beneficiado por el penal que Larrionda no le pitó a OJ, pero volvió a jugar la carta del Morro luego de un triángulo perfecto que parió el 2 a 0. Hubo un antes y un después. La Olímpica ya no volvería a empujar corridas del puntero aurinegro, Alonso y Olivera no cambiarían el panorama.

Peñarol entregó lo que vino tras el 0-2, en un partido al que le sobró media hora. Ahora la presión se cambió de cuadro, aunque el sábado que viene nadie padecerá la que afrontó Nacional porque se avecina una serie a dos juegos. El equipo de Aguirre intentará demostrar que su primera derrota oficial en seis meses no le dejó las huellas que el capitán, Antonio Pacheco, hubiera querido marcarle a la copa.