Duala -Douala en francés- es una ciudad portuaria de Camerún, del otro lado del océano Atlántico. Es el centro comercial del país africano. Tiene cerca de un millón y medio de habitantes, lo que fuerza dos similitudes con Montevideo. Sin embargo, Antoine Helha, nacido del otro lado del océano en 1982, destaca las diferencias y recuerda su infancia, con algunas limitaciones económicas. “Vengo de un hogar humilde, donde vivía con mi padre, mi madre y mis tres hermanos. Siempre tuve que cuidar a mis dos hermanas más chicas”, contó.
El juego con amigos tuvo un lugar preponderante en esa etapa de su vida. La pelota bajo el brazo es un gesto que reconoce y atesora. Su familia, especialmente su padre, lo incentivó desde muy pequeño a seguir los cursos obligatorios en la educación y lo alentó para comenzar la Facultad de Derecho. El fútbol como profesión no estaba dentro de los planes de la familia Helha, ni siquiera del propio Antoine.
El calce de botines llega a sus 17 años cuando comienza a jugar en un equipo de la divisional B de Camerún, motivado por un contratista que lo ve jugar en la calle y le propone integrarse. “Pensé enseguida que mi padre no iba a querer. Llegué a mi casa y conté que me habían hecho una buena propuesta, ya que me iban a pagar los estudios y cobraría un sueldo mensual. En esas condiciones dije que sí”, recordó el jugador. Más tarde, le proponen la firma de un contrato en el norte del país en un cuadro de la A, propiedad de una empresa textil. Este pase le hizo perder sus cursos en la facultad. Luego llegó el paso por la Selección Nacional de Camerún sub 20 y con ello la propuesta de Dominique Tenne (ayudante contratista, ex jugador de Tacuarembó FC) de viajar a Uruguay. “Te llevo a Urugüé”, enfatiza la pronunciación francesa. “¿Uruguay?”, preguntó Antoine. Le dieron las coordenadas para ubicarlo: “Está entre Argentina y Brasil, en América del Sur”, y se ubicó. Era el otro lado del mundo, pero como se colaron promesas de llegar al fútbol de México o Europa no lo dudó.
En Urugüé
Llegó en octubre de 2004 a Uruguay y el frío lo paralizó. “Mi país es cálido, hay 26 grados. No es fácil acostumbrarse al frío. Otra cosa difícil fue aprender español, fue un proceso muy duro, pero como me vine a preparar para jugar al año siguiente lo tomé con calma”, recordó Antoine.
Otro hito inolvidable es el primer partido jugado: “No fue muy excepcional. En 2005 me contrató Plaza Colonia y me tocó jugar contra Nacional, aunque no estaba de titular. Se hablaba en la prensa de los cameruneses como los ‘tigres africanos’. Considero que tuve mala suerte. En una jugada fuerte, con OJ Morales, el juez me saca tarjeta roja directa porque alegó que fue una falta durísima”, repasó, como quien sabe que lo mató la “mala fama”.
Luego de ese comienzo recuerda su pasaje por Bella Vista como una experiencia fugaz y no tanto de campo, ya que se lesionó y lo “bajaron” a tercera. Más tarde, en 2007 se fue a Boston River y un año después vistió la camiseta de El Tanque Sisley, ocupando el segundo puesto de la tabla de goleadores con 15 anotaciones. “Ahí se me abrieron varias puertas”, dijo.
En 2009 incursionó en el fútbol chileno, en Coquimbo Unido y vivió en Santiago de Chile cerca de seis meses. Esa experiencia lo hizo reflexionar sobre lo aprendido en tierras uruguayas. “Confirmé lo que me dijeron antes de llegar al país: el fútbol uruguayo es físico y técnico. Se juega fuerte. Perfeccioné el cabezazo y el doble ritmo. En Camerún yo no hubiese sabido nunca qué es esto. Físicamente somos fuertes y tenemos asimilado el salto, pero ningún director técnico te habla de otros conceptos. Sin embargo, en Uruguay cuando un técnico ve una cualidad en el jugador, trata de perfeccionarla”, explicó.
Antoine gusta de ver fútbol por la tele y elige los partidos europeos o los argentinos. Ante la pregunta de qué diferencias encuentra entre lo que ve y vive, se toma un tiempo y responde: “Lo que me parece es que hay poca hinchada en Uruguay y eso hace lento al fútbol dentro de la cancha. Si tenés un montón de gente que te motiva a correr y moverte, eso agrega dinámica al encuentro”, acota.
Desde la calle Santa Mónica
El Tanque es una familia. Los hinchas del cuadro son pocos y se conocen. Algunos invitan a los jugadores a su casa a compartir un trago o una cena. Así lo vive y lo cuenta Antoine.
El ascenso de El Tanque Sisley fue increíble. En el partido contra la IASA iba perdiendo 2 a 0, pero en un periquete se puso 3 a 2. Alegría não tem fim. Antoine recuerda la experiencia como la más significativa de su vida. “Es algo histórico lo que pasó. Fue excepcional. Hacía 20 años que el cuadro no ascendía a la A y por eso entramos en la historia. Haber sido parte de eso fue muy lindo. Quiero seguir disfrutando de este grupo que es unido y estoy seguro de que si se mantiene el equipo daremos que hablar en la A”, dijo emocionado.
La rareza del mate
“En Uruguay sentí un cambio cultural brutal. La comida es distinta. Lo primero que me marcó fue el mate y hasta hoy no entiendo cuál es la esencia, no sé de qué sirve. Pero hay compañeros de Camerún que viviendo acá se hacen el mate todos los días. De esa manera yo no logré adaptarme”, contó. Para sentirse un poco del otro lado del océano, Antoine compra palta y papayas para hacer ensaladas. Son alimentos que le recuerdan los aromas de su infancia. “En lo que no fallo es en la música. Escucho todo el tiempo música religiosa de mi país. Me da mucha paz interior”, sostuvo.
Sin embargo, hay momentos tristes. “La discriminación siempre pasa”, cuenta Antoine y para explicarlo separa dos aspectos: “Una cosa es lo que me gritan en la cancha, cosas como ‘negro de mierda’, ‘andá a correr leones’, o me escupen, y otra es la que siento en las calles de Montevideo cuando la gente no se me acerca pensando que por ser negro soy chorro”, acota. De esta manera el jugador diferencia la discriminación explícita de la implícita: “Lo siento en los gestos, en las actitudes de las personas. Me ha pasado que se me apartan en una parada de ómnibus, por ejemplo. […] Lo de la cancha me molestaba mucho al principio, me dolía, pero tiempo después pude recuperarme de eso y en vez de amargarme o entristecerme me potenciaba, entonces comencé a correr más rápido, a jugar más intensamente”, explicó.
El jugador tiene una vida profesional corta, se dice comúnmente. Antoine reconoce esta sentencia y por eso estudia reparación de PC con el fin de adquirir conocimientos que cuando se avecine el fin de la carrera futbolística se conviertan en una herramienta para salir adelante. También proyecta estudiar para ser director técnico o periodista deportivo. Si bien el viaje al exterior -aquel que fuera mencionado como posibilidad antes de su arribo a Uruguay- aún no se ha dado, no descarta hacer las valijas si es por trabajo. Sin embargo, el viaje a su tierra natal es un asunto pendiente: “Hace tres años y medio que no puedo viajar a ver a mi familia porque los ingresos no me alcanzan. Los pasajes son muy caros”, lamentó.
Antoine tampoco descarta seguir viviendo en Uruguay, ya que si bien no quería enamorarse, no pudo evitarlo. El amor, ¿está en todos lados?