Apenas entrados al cuatrienio hacia la Copa del Mundo Brasil 2014 -una nueva forma de contabilizar el trascurrir del tiempo-, todavía queda mucho por analizar referente a la gran fiesta del fútbol finalizada hace apenas ocho días en Sudáfrica. A partir de la pregunta “¿qué fútbol se jugó?”, demos un vistazo general.
Propuesta inviable
Luego de un mes seguido de fútbol a borbotones, su falta deja un vacío imposible de llenar. Para asimilar en buena forma los 64 partidos disputados habría que disponer una Copa del Mundo de 64 días y que se jugara un partido por jornada: ésa es la primera propuesta imposible que permitiría saborear a pleno cada encuentro.
Estadísticas e interpretaciones
Cada dato estadístico permite al menos dos conclusiones. Veamos un primer ejemplo: FIFA dice que “261 faltas se han cometido en Sudáfrica 2010, una cifra significativamente inferior a la de Alemania 2006: 346; como consecuencia, las expulsiones también se vieron muy reducidas, con sólo 17 tarjetas rojas mostradas frente a las 26 de hace cuatro años”. Y ahora, ¿cuál es la conclusión? ¿Que los futbolistas, los equipos, han mejorado sustancialmente su conducta en los campos de juego? ¿O que los árbitros han sido más tolerantes, menos firmes frente al juego ilegal? La verdad navega vacilante frente a estas situaciones.
Goles a la baja
Antes del comienzo del Mundial dejamos planteada una pregunta: ¿continuaría la tendencia descendente en conversión de goles que se registraba desde 1998? La respuesta es positiva. 145 goles se han marcado en Sudáfrica 2010, el menor número en una edición de la Copa Mundial de la FIFA desde que el torneo adoptó el formato de 64 partidos. De hecho, esta marca continúa aquella tendencia descendente que marcáramos, la que fue producida desde que el primer certamen de 64 encuentros se celebró hace 12 años: en Francia 1998 se contabilizaron 171 goles, 2,67 por partido; en Corea/Japón 2002 se vieron 161 goles, 2,52 por partido; en Alemania 2006 fueron 147 tantos, 2,30 por partido. Ahora, en Sudáfrica 2010, se registraron sólo 145 goles, 2,27.
Aquí también las interpretaciones pueden ser múltiples. Que hay menos calidad de juego puede ser la más simple, que se ataca poco o que los planteos defensivos superan a los atacantes, que hay muchos equipos que “limitan” con éxito las virtudes de los rivales, para usar la terminología que ha popularizado Óscar Washington Tabárez.
La discusión también tiene lugar en el Grupo de Estudios Técnicos (TSG) de la FIFA, integrado por 16 entrenadores, uno de los cuales fue hace varios años el maestro Tabárez, un hecho registrado con mínima difusión por el periodismo uruguayo. Uno de ellos, Holger Osieck, ha dicho que “todos los equipos tienen un concepto defensivo sólido, están bien organizados y juegan de forma compacta”. Para Osieck, quien fue ayudante de Franz Beckenbauer en la comisión técnica de la selección de Alemania que conquistó el Mundial de 1990, los equipos debieron sortear, con mayor o menor éxito, a lo largo del Mundial sudafricano el buen trabajo defensivo de sus rivales, lo que posiblemente explica el bajo número de goles registrado, sobre todo, en las primeras jornadas y en la final. Analizando lo sucedido en 2006, el peruano Teófilo Cubillas manifestaba: “Los equipos han estado más preocupados por no perder que por ganar, creo que se debería fomentar un fútbol más ofensivo”. Cualquiera sea la conclusión, el hecho está ahí y debe preocupar a la FIFA: no menos goles, en lo posible más goles. Es el sabor máximo del fútbol. Hay que ayudar a los equipos que lo buscan de la mejor forma.
Sólo agrego, en el final, que entre las varias formas posibles de afirmar una tendencia en aumento de goles, en oposición a la vigente, está la de mejorar la actuación arbitral en jugadas decisivas y la de limitar el alcance de la ley de la posición adelantada (off side) y sin acudir, obviamente, a soluciones simplistas como la de agrandar los arcos o disminuir el número de jugadores de once a diez por equipo, cosas que se han llegado a plantear. Sobre lo primero, un agregado: para mi gusto no hay peor error arbitral que aquel que evita el nacimiento o la concreción de un gol válido. Valgan como ejemplo en este caso aquella jugada en que Suárez encara ante los surcoreanos desde media cancha hacia el arco rival y le cobran -mal- posición adelantada o el gol que Mauricio Espinoza y Jorge Larrionda les deben a los ingleses.
Formas de jugar
No creo que nadie pueda decir que en la pasada Copa del Mundo hubo novedades de gran porte en sistemas o tácticas empleadas. Sin embargo, hay algunas continuidades que deben señalarse.
En Alemania 2006 tuvo lugar un quiebre, el que marcó la predominancia de la línea de cuatro defensas en vez de la de tres defensas con dos carrileros (o laterales-volantes). En los mundiales anteriores (1994, 1998 y 2002), las dos formas de jugar se dividían -en grueso- en 50% y 50%. En Alemania se dio el vuelco y las dos selecciones finalistas -Italia y Francia- más una semifinalista, Portugal, jugaron con el sistema 4-2-3-1.
En la edición actual esa postura se confirmó, con toda claridad, en holandeses y alemanes y fue jugada por momentos por España. El esquema de línea de cuatro y dos volantes o mediocampistas estuvo presente en esos tres casos, sólo que España jugó en algún momento con un solo volante neto (Sergio Busquets). Cuando el equipo de Del Bosque jugó con dos volantes centrales variaron, según el partido y el momento, en la ubicación de los cuatro “avancistas” probando el 3-1 o el 2-2 en otras situaciones.
En Holanda y Alemania la línea defensiva de cuatro recibió el apoyo de dos complementos pocos metros adelante. Mark van Bommel y Nigel de Jong (De Zeeuw contra Uruguay) fueron los recuperadores en Holanda, Bastian Schweinsteiger y Sami Khedira en Alemania, haciéndolo en la mayoría de las situaciones Xabi Alonso y Busquets en España.
Y en el ataque, como mínimo, en el 3-1 hubo al menos tres jugadores con depuradas características técnicas, buen despliegue físico y mucha ambición goleadora, normalmente delanteros de oficio que se convertían en los enlaces entre la estructura defensiva y el atacante neto. En esos equipos fueron importantes los holandeses Arjen Robben, Wesley Sneijder y Dirk Kuyt y los alemanes Müeller, Özil y Podolski más, en su caso, los españoles Xavi, Iniesta y un tercero cambiante, digamos Cesc Fábregas para ejemplificar.
El 4-2-3-1 -que en nuestro medio utilizó en tiempo prolongado Juan Verzeri en Racing y en el rutilante Clausura 2010 Diego Aguirre en Peñarol- funcionó en el Mundial como el esquema que les quedó bien a las mejores selecciones, cuyo mayor valor fue elevar a su máxima expresión el valor del equipo. Ningún talento individual sustituyó, aun en su mejor momento, la estructura sólida de un colectivo dinámico. En ese tren, utilizando otros sistemas, según el partido, estuvo Uruguay y cantó ausencia Argentina.