Sobre las 8.30 de ayer la playa Pocitos de Montevideo lucía espléndida. La tormenta dominical había limpiado todo y pese a estar un tanto fresca la mañana ya había bañistas disfrutando del cálido sol. Al pie del sendero de madera que continúa la rampa se encontraba parte del equipo de profesores de educación física, mientras que el resto acompañaba al grupo que caminaba a la orilla del agua.
Alrededor del sitio donde se ubicaban los profesores había una cancha de tejo, otra de volley, un tablero de básquetbol, y un par de conos oficiaban de arcos de un campo de fútbol. Poco antes de las 9.00 llegaron los que estaban caminando y eligieron entre las variadas ofertas. Cuando el sol comenzaba a templar un poco más, varios se metieron al agua. En todos los espacios predominaban la alegría, las risas y una diversión contagiosa y saludable.
De 8.00 a 9.00 se desarrolla el espacio “Puertas abiertas”, a donde se concurre individualmente, y de 9.00 a 11.00 está destinado para los que pertenecen a instituciones (escuelas, centros públicos y privados), que se trasladan en camionetas y ómnibus de la intendencia.
Santiago Guido, uno de los docentes, indicó que todos los años sobre fines de febrero realizan una actividad a la que concurren personas de todos los grupos, que otros años ha llegado a congregar entre 450 y 500 personas. De todas formas el docente aclaró: “El éxito de una actividad no depende del número de personas que participa, sobre todo en discapacidad. No por meter mucha gente es una actividad exitosa, porque puede haber momentos de integración, pero una actividad en la que haya un ciego, un sordo, un motriz y un intelectual a la larga no termina siendo una actividad bien hecha. La meta es atender a cada persona lo mejor posible”.
Durante la mañana se realizaron varios campeonatos de tejo, algunos eran uno a uno con el docente, pero hubo otro en el que participaron seis varones (la gran mayoría de los participantes eran varones). La actividad resultaba doblemente saludable al observar que el objetivo era la recreación y no la competencia, y que las limitaciones pasaban a un segundo lugar. Por ejemplo, cuando iba a tirar uno de los muchachos el docente se trasladaba hacia la cancha y le indicaba, golpeando las manos, el sitio donde se encontraba el tejín al que debía aproximar los discos, puesto que su capacidad visual no le permitía detectarlo, pero aun así, el chico formaba parte del juego y festejaba a la par del resto. La calidez del trato se reflejaba en la frescura con que el docente llamaba a cada participante por su nombre y comentaba algo sobre el tiro, diciendo que era muy bueno, o que “había comido poco” cuando no pasaba la raya. Uno de los chicos, Juan Carlos Olviera, de 24 años, de Peñarol y de Hebraica y Macabi, como se definió, venía de la caminata cuando dijo a la diaria que hacía “pila” que concurría a la actividad de verano, y resaltó su gusto por las caminatas y jugar al fúbtol. “Me encanta”, sintetizó a la vez que se abrazaba cariñosamente a los profesores y ellos le decían “1, 2, 3” y él completaba la frase diciendo “¡buenísimo!”.
Otro par suyo, Juan Carlos Flamini, de 25 años, dijo: “Es muy buena la playa. Hacemos gimnasia con los profesores, y es muy buena la clase. Hacemos caminata, tejo, natación en el agua, y les recomendamos a todos los turistas que vengan a disfrutar de las playas de Montevideo, tanto venezolanos como argentinos o brasileños”. Luego mencionó a los siete profesores por su nombre y agregó: “Son muy buenos, vengo todos los días de lunes a sábados, les recomiendo a todos los discapacitados que vengan a hacer deportes”, y al preguntársele desde dónde venía, explicó: “De la Aguada, solo, en el 149”.
Salteando obstáculos
El espacio de los lunes de 9.00 a 11.00 en Pocitos está reservado para discapacitados motrices procedentes de instituciones, y por eso se reúnen allí los siete docentes especializados para brindar una atención más personalizada. Cuentan con sillas de ruedas para paseos por la arena y para ingresar al agua. Pocitos es la única playa con accesibilidad, puesto que Malvín tiene rampa pero no sendero de madera para transitar sobre la arena.
Los docentes dijeron que una ínfima parte de los discapacitados motrices puede concurrir a la playa. Hay complicaciones constantes que tienen lugar frente a los semáforos, al cruzar la calle, por no disponer de rampas o no tener acceso a baños, porque Pocitos carece de un sendero que permita acceder a ellos mediante sillas. Otro factor limitante es la locomoción. Quienes se trasladan con apoyo de instituciones tienen el transporte solucionado, pero no aquellos que lo hacen de modo particular. “Conozco a una chiquilina que vive en Belvedere y venir a la playa le cuesta 300 pesos”, ejemplificó uno de los docentes.
En diálogo con la diaria María Josefina, madre adoptiva de tres niños, una de ellas con parálisis cerebral, destacó la accesibilidad de Pocitos: “Uno no reparaba, si no tenía un chico así, en que la forma de llegar a la playa no es fácil, y aquí tenemos un grupo de profesores para hacer de este rato un rato más agradable. Ellos tienen el mismo derecho de bañarse y estar en la playa”. Además, afirmó: “En otras playas la niña va gateando hasta el agua, disfruta de las olas, pero a las sillas no se accede fácilmente, acá bajamos y puedo disfrutar también porque estoy ayudada”.
Otras limitaciones
Los docentes dijeron que la formación en educación física en nuestro país no presenta contenidos específicos sobre discapacidad, en la carrera pública ni en las privadas. “Te la vas haciendo con la práctica pero no existe formación específica en el área y tampoco existen cursos de posgrado, que es lo que realmente te da herramientas para trabajar mejor, hay que hacer cursos en el exterior o los que salgan eventualmente. En el ISEF [Instituto Superior de Educación Física] había optativas, talleres, algo básico, pero no específico; para la cantidad de patologías es muy rudimentario, te dan la iniciación para que después te especialices”, describieron los profesores.
Indicaron que algunos complementan la formación estudiando fisioterapia pero que ésta “es una carrera técnica, y Educación Física es docencia, el enfoque es distinto. Fisioterapia se enfoca a la rehabilitación y reeducación, mientras que la Educación Física apunta hacia lo pedagógico, hacia lo didáctico. Además, Fisoterapia está muy enfocada a patologías motrices, acá tenemos una visión más global de la discapacidad y atendemos de todo tipo de discapacidades, psíquicas, intelectuales, motrices, sensoriales es decir, ciegos, sordos, hay de todo un poco”. “No existe la formación en Uruguay de la discapacidad, lo cual es un gran déficit porque el 10% de la población tiene algún tipo de discapacidad”, indicó Guido.
Si bien las actividades para discapacitados han ido en ascenso en el Programa Verano, los docentes indicaron que este año se limitó un poco, porque la intendencia bajó la categoría de los contratos zafrales, y por eso, para un programa que incluía a ocho docentes sólo se presentaron siete, y el ajuste se realizó disminuyendo las actividades en la zona oeste. Por otra parte, observaron que las actividades no son inclusivas y que sería bueno integrar a los grupos a otros niños, dado que la interacción puede ser sumamente fructífera.