No fue 5-0, como en los estrenos hacia Alemania 2006 y Sudáfrica 2010 de la clasificatoria sudamericana, pero debió parecérsele más que ese maquillado tanteador final de 4-2. En el juego, en lo mostrado en la cancha, Uruguay marcó una diferencia ante Bolivia mayor que esos dos goles parcos. La buena exhibición celeste tuvo un comienzo avasallante y se mantuvo luego a pesar de la primera interrupción con consecuencia en el tanteador, ya que a los 17 minutos los rivales encontraron un gol en un buen pase apertura hacia la izquierda definido con acierto por el mejor de los verdes, Rudy Cardozo.
Después del gol inicial de Suárez, Maxi Pereira, jugando casi permanentemente como un delantero más, resbaló en la puerta del área chica y no pudo concretar el segundo. Iban 14 minutos, y dos después un centro de Palito Pereira desde la otra banda fue conectado de cabeza por Cavani: afuera. Ya con el 1-1 siguió siendo superior Uruguay y un tiro libre desde el medio de la cancha, donde cualquier equipo de elite sale normalmente tocando en corto, Diego Forlán tomó la pelota casi con la solemnidad de un penal, vio donde se colocaba Lugano, sobre la línea del área grande un poco tirado a la izquierda, y se la colocó para el salto felino, preciso y contundente que puso en ventaja otra vez a los celestes.
Diez minutos después ya estuvo la distancia más clara con el 3-1, otra vez de cabeza pero de Cavani, tras acción de Godín y pase final del Mono Pereira.
El partido se pudo dar por terminado allí mismo. Bolivia aportaba al encuentro, que se realizaba bajo lluvia y con sólo 20.000 personas en las tribunas mojadas, un toque liviano que tantos confundieron con un mejor fútbol que el mostrado por el equipo uruguayo. Tabárez lo debería explicar una vez más después del partido: fútbol es todo, ya sea defendiendo o atacando, por abajo y por arriba, con los pies o de cabeza. Y los goles valen lo mismo luego de una combinación perfecta usando los pies y la movilidad, como uno de tiro libre, otro de cabeza o en contra, producto de una jugada entreverada o en torbellino made in Suárez.
Sólo era esperable que Uruguay aumentara su caudal de goles. Se estuvo cerca, a pesar que el equipo celeste muchas veces apuraba acciones que terminaban en poder del rival, que en otras oportunidades era impreciso en el manejo de los pases elementales, o en muchas ocasiones se quisiera saltear etapas y se apresuraba a llegar a la zona de definición en jugadas no clarificadas. Nuestro equipo ganaba en las dos áreas, no siempre en el juego medio.
En el segundo tiempo, Suárez tuvo dos oportunidades desaprovechadas a los dos minutos por apurarse, y a los cuatro al no recepcionar bien un pase de Forlán cuando quedaba solo ante el arco. A los seis, el mismo jugador del Liverpool inglés provocó una mano de un rival y en el tiro libre de Forlán -¿de quien iba a ser?- cabeceó Cáceres y se la atajaron.
Hubo un interregno de antifútbol entre más o menos los 13 minutos (cuando se produjo aquella gran pelota en cortada de Cavani a Suárez y el golero Arias le ganó el mano a mano) hasta los 25 cuando aumentó la cantidad de faltas, creció el índice de desaciertos en los pases y aumentaron las interrupciones incluidas, aquellas producidas por las entradas al terreno de Fucile, el eterno Joselito Vaca y el Cebolla (¿?).
Y a los 25 minutos fue cuando previo centro de Forlán casi lo hace Godín y fue más rápido Lugano para colocar un 4-1 bastante representativo de lo que era el partido, dando paso a un posible 5-1 o 6-1 final. Éso no sucedió porque un toque de calidad de Forlán a los 32 minutos no dio frutos, porque Lugano estuvo cerca de su tercer gol -y hubiera sido el mejor- en un gran cabezazo sacado en la línea a los 33, porque cuando se esperaba una tonificación final con la entrada de Abel Hernández o Seba Abreu, a los 39 minutos, Tabárez mandó terminar el calentamiento de los diez suplentes renunciando al tercer cambio (¿?). Por el contrario, en esos últimos diez minutos Muslera hizo su mejor atajada ante un cabezazo de Martins, quien luego convertiría un penalcito cobrado a Egidio.
Quedaron tres puntos bien ganados, un rendimiento muy aceptable para ser el de un debut, cuatro jugadores con tarjeta amarilla (Arévalo Ríos, Álvaro Pereira, Maxi Pereira y Luis Suárez) y, por lo tanto, en riesgo normal de tomar otra en Asunción y no poder jugar ante Chile en noviembre. Sin oscilaciones del equipo nacional, en composición y rendimiento, estamos en el camino previsible hacia la Copa del Mundo de Brasil. Lo mejor está por venir.