La actividad, organizada por extensión universitaria, Ecos, que es la coordinadora de radios comunitarias del Uruguay, y AMARC, la asociación mundial de radios comunitarias, tuvo lugar el jueves pasado en el subsuelo de casa INJU, en el Espacio Audiovisual cogestionado en común por Extensión Universitaria de la Universidad de la República, el Instituto Nacional de la Juventud (INJU) y diferentes colectivos audiovisuales y artísticos.

Frutos comunitarios

El colectivo audiovisual Árbol TV participativa fue el encargado de la realización de los documentales proyectados. En ellos se muestran las realidades de las radios comunitarias La voz FM, de Lezica, en Montevideo, y Palmira FM, de Nueva Palmira, en Colonia.

Árbol es una organización social que surge en 2003, dentro del canal municipal TV Ciudad con el objetivo de “fortalecer la participación ciudadana y la identidad comunitaria, basándonos en valores de convivencia, mediante la promoción y el apoyo a la difusión y producción de audiovisuales comunitarios”.

Después de los documentales y de las palabras de los presentes, todos los participantes de proyectos de radio y audiovisual comunitario, quedó en claro que hay características diferentes en cada radio, en cuanto a contenidos y a organización interna, y también hay otras que parecen ser comunes.

Se trata de personas que se organizan para salir al aire y trabajar a puertas abiertas con el fin de nuclear a la comunidad que las rodea. Difunden información local variada, de defensa y desarrollo de políticas y culturas comunitarias, o ejercen una vocación por la comunicación que muchas veces no encuentra lugar en el espacio radiofónico comercial.

La Voz FM tiene secciones fijas que definen al proyecto y que son trabajadas y discutidas en colectivo: “Un informativo, una editorial política y un programa barrial”. El resto de las secciones o programas lo lleva adelante personas del barrio que no necesariamente participan de las otras secciones y, por lo tanto, “no participan del proyecto en sí”. Uno de sus integrantes comenta que aunque no llegó a la radio por eso -tampoco aclara por qué llegó-, encontró “un medio a través del cual le devuelvo algo al mundo, una alternativa de participación y de militancia social”. Otro cuenta que la radio “me abrió la puerta al toque” y que desde el primer momento “mi voto vale igual que el de cualquiera”. Otro destaca que la participación en la radio le da “formación en lo comunicacional, en lo ideológico y sobre cómo resolver problemas y vincularme”.

Palmira FM busca “incidir con lo alternativo, que haya otra opción, porque el pueblo es monótono”. En algún momento habían pensado en “cambiar algo” de esa monotonía mediante una “planta de reciclaje” pero al final optaron por la radio comunitaria.

Martín, el representante de la radio en el debate, cuenta que Palmira FM hace dos años que “no ha podido salir al aire” pero que en este tiempo crecieron como grupo y lograron profundizar el vínculo con la comunidad. Antes trasmitían desde un local prestado y ahora funcionan en uno propio que acondicionaron ellos y convirtieron en punto de reunión. Tocan bandas y funciona un taller literario. Además, hacen transmisiones por internet, donde no se exigen reglamentaciones, y cada tanto, organizan fonoplateas en vivo.

La ley

Según la Ley de Radiodifusión Comunitaria vigente, para ser legales, las radios comunitarias deben, en primer lugar, inscribirse en la Unidad Reguladora de Servicios de Comunicaciones (Ursec), donde se analiza la solicitud y, en base a ciertos requisitos, se decide si se adjudica el permiso.

Si lo obtienen, las emisoras tienen derecho a utilizar durante diez años una parte del espectro radioeléctrico y la obligación de hacerlo los siete días de la semana entre seis y doce horas diarias. Y las emisoras deben estar sin trasmitir al momento de inscribirse en la Ursec.

Entre otros requisitos, para que una radio sea considerada comunitaria, debe ser de propiedad colectiva y representar a un conjunto organizado de personas que difundan información y opinión con una finalidad social y no de lucro, y no está permitido el proselitismo partidario o religioso.

El proceso de regularización toma tiempo porque se evalua cada proyecto y, al final de una etapa de análisis, se vuelven a abrir las inscripciones a proyectos. Entonces pueden volver a presentarse, reformulados, los que fueron denegados antes y los demás que quieran hacerlo.

Marco legal

Al foro llegó una integrante de Radio Utopía de Treinta y Tres con la expresa inquietud de conocer la fecha de inscripciones para su departamento. Según tenía entendido, iba a ser en agosto y la radio dejó de trasmitir desde antes de esa fecha para cumplir con el requisito de inscripción. Todavía hoy siguen sin trasmitir y, según cuenta, los integrantes de la radio están “ansiosos” por volver al aire y los oyentes por escucharlos. En el foro nadie tenía respuesta a su pregunta.

En los intercambios entre los presentes se discutió lo favorable de la legalización. Hay quienes destacan las garantías de estar regularizado y otros el condicionamiento que significa; hay que crear una asociación civil gastando dinero en trámites y generando una estructura de funcionamiento que requiere determinada organización, reuniones y actas, y algún tipo de jerarquía que en muchos casos difiere o no existe en el funcionamiento normal de la radio.

Alguien opina que si la gente que hace las radios y sus comunidades no están atentas, la institución reguladora por sí sola no ofrece garantías de trabajar cómodos. 

Comentan que muchas veces son las radios comerciales las que denuncian a las comunitarias cuando no están regularizadas, y que hay radios comunitarias legales que tienen poco de comunitario.

Siendo el espacio radiofónico y audiovisual amplio y público, o sea, de todos, alguien se cuestiona por qué “el gran problema” de las instituciones reguladoras de los servicios de comunicación parece ser “controlar a los medios comunitarios” cuando no hay control sobre los grandes medios de comunicación, mucho más longevos y tantas veces cuestionados.