La jugada es conocida. El talentoso recibe la pelota cerca del área sobre su perfil derecho, hace un amague, engancha, la bola le queda para la zurda y ahí, en el momento en el que los hinchas contienen el aire y el tiempo se suspende, la pudre cruzada contra el palo. Según el guión la guinda se va abriendo en su trayectoria y se termina metiendo, escapándose de la última estirada del arquero, que unos instantes antes ya se sabía vencido.
Ayer, una vez más, el Chino Recoba anotó un gol de autor, de los que ha hecho por docenas a lo largo de su extensa carrera, pero con la salvedad de que este último valió un campeonato. Cuando a Nacional no le sobraban las ideas Marcelo Gallardo puso a Recoba, cuyo talento alcanzó para definir el partido ante Liverpool, equipo que hasta ese momento y aun después dio batalla y puso en duda la consagración que luego se dio.
Limitado por el buen planteo pergeñado por el Tola Antúnez, Nacional sufrió durante un largo rato antes de poder festejar. Las noticias que llegaban desde Jardines del Hipódromo no colaboraban en tranquilizar a un equipo que padeció, pero que al final festejó. El partido de ayer, visto así, puede ser una condensación de lo que en definitiva fue el Apertura para los tricolores: un largo rato de sufrimiento que desemboca en el final deseado.
Por más que la obtención de los torneos cortos haya caído en su valoración en los últimos tiempos, el conseguido ayer fue particularmente dulce para Nacional, que cerró un año perfecto a nivel local: los albos ganaron el Clausura de la temporada anterior, la final del Uruguayo y el Apertura, igualando así la marca -siempre hablando de la era de los torneos cortos- que habían obtenido en 1998.
Sólo jugando algunos segundos tiempos a Recoba le alcanzó para hacer la diferencia. Eso quizá sea un dato muy ilustrativo acerca de lo que fue este primer campeonato de la temporada, que además de un fin de año feliz asegura un lugar en la definición del título grande.