A mediados de 2008, cuando en EEUU millones de títulos transables sustentados en hipotecas inmobiliarias de alto riesgo (subprime) perdían valor conforme crecía el porcentaje de morosidad de las familias en el cumplimiento de las cuotas, ni Moody's ni Standard and Poor's (S&P) ni Fitch Ratings siquiera advirtieron o, por lo menos no avisaron, de la inminente y segura pérdida de valor nominal de las capas de papeles emitidos contra el valor de esas hipotecas, y con ello, de las empresas e inversiones que los habían adquirido por sus elevados rendimientos.
Garras de águila
El sistema de información crediticia, que conforman de hecho las tres compañías mencionadas, nació en EEUU a fines del siglo XIX para cubrir las necesidades de empresas e inversores individuales que financiaban a gran escala la producción de industrias pesadas vinculadas a la expansión de la infraestructura vial, fundamentalmente de las redes ferroviarias. Gran parte de ese financiamiento se vehiculizó mediante el mecanismo de emisión y colocación de títulos contra deuda futura para captar recursos efectivos destinados a concretar las obras. Poor’s Publishing Co. publicó su primera calificación en 1916, Standard Statistics Bureau inició sus operaciones en 1922 y Fitch Publishing Co. hizo lo propio en 1924. Recién en 1972, en Montreal, se fundó la primera agencia no estadounidense: Canadian Bond Rating Services. Japón inauguró la actividad en 1979 cuando el diario Nikon Keizai Shimbun transformó su servicio informativo sobre bonos en una calificadora de riesgo. A Europa el tiempo le llegó en 1985, en España, con la creación de Renta 4 SA. En América Latina, la primera calificadora de valores surgió en Chile, donde en 1988 fue autorizada a operar, y la segunda fue en México, en enero de 1990.
Uno de los puntos más oscuros surgidos en aquel país a partir de estos episodios es el referido a la estrecha relación, de naturaleza orgánica en todos los casos, entre esas empresas que venden notas de evaluación y las poderosas firmas financieras y parafinancieras de Wall Street, propietarias de las primeras. Ello generó incluso declaraciones de queja desde el Estado, incluyendo al presidente Barack Obama, que, sin embargo, no pasó del dicho al hecho y se conformó con criticar la actuación de la exclusiva tríada.
El derrumbe parcial del sistema financiero ha dado la oportunidad a los bancos, empezando por los de EEUU, de captar fondos del Estado a costo liberados por los gobiernos en el entendido de que sólo el crédito masivo podrá estimular otra vez el consumo, pilar último sobre el que descansa el modo de producción económica dominante en casi todo el orbe. La proximidad y vinculaciones entre los bancos y las calificadoras explican en definitiva por qué el confuso rol que desempeñaron tres años atrás en aquel mercado no fue objeto de una acción correctiva enérgica y determinante del Ejecutivo federal. Éste, pese a expresar reiteradamente su intención de evitar que el grueso del costo del derrumbe recayera sobre la población asalariada y de bajos recursos, cedió a las presiones del sector financiero, que se terminó llevando la parte del león, y como consecuencia de esa decisión ni siquiera promovió la apertura de una investigación pública en torno a los criterios de evaluación aplicados por aquellas compañías.
Cuchillo de palo
Fue este año, hace apenas meses, que las calificadoras dieron sus primeros pasos, tímidos, en la consideración crítica de la economía de EEUU y sus desequilibrios, cuando el Congreso tuvo enormes dificultades para aprobar una ampliación del tope de endeudamiento público del país, indispensable para emitir el volumen de pasivo que reportó finalmente al gobierno los recursos frescos para cubrir vencimientos de corto plazo a punto de ser incumplidos. Ante esa inédita situación en la primera economía del mundo, que podía derivar en un default parcial, las calificadoras señalaron, por primera vez en un siglo, la posibilidad de una rebaja en sus valoraciones sobre las perspectivas de la solvencia de EEUU. Se señaló entonces, sobre todo desde Europa, que las agencias ensombrecían perspectivas y degradaban notas a países que exhibían mejores datos que EEUU, tanto en la relación entre deuda y Producto Interno Bruto (PIB) como entre déficit fiscal y PIB.
Tras el desencadenamiento de la crisis de deuda y fiscal europea después de que los Estados del viejo continente dispusieran voluminosas inyecciones de liquidez como estímulo contra la llegada de la contracción, las calificadoras iniciaron una carrera de asignación de notas cada vez más negativas a las economías más comprometidas de la eurozona. Con ello, amplificaron la percepción negativa de los agentes económicos en torno a la situación de esos países hasta el punto de reproducirla, más distorsionada, mediante declaraciones y emisiones de mensajes entre preocupantes y sombríos. En este punto cabe recordar la profunda trama de relaciones que ata los intereses de esas empresas, los bancos y, como se ha reportado en otras ocasiones desde estas páginas, la academia.
Grecia, Irlanda y Portugal han sido los países más castigados por esas evaluaciones, en menor medida España, y en los últimos meses las empresas sumaron a Bélgica y Francia a la nómina de amonestados por la evolución de sus balances macroeconómicos. Ambas naciones, pese a estar aún jerarquizadas en el privilegiado escalón de grado inversor (investment grade), comenzaron a ser observadas en sus vulnerabilidades asociadas al sector financiero. En el caso de Francia se trata concretamente de la alta exposición de los dos bancos franceses más grandes al pasivo griego, relación similar a la de éste con las grandes entidades financieras germanas.
Paisaje emocional
Las notas que otorgan las agencias de calificación de riesgo son utilizadas por los inversionistas como guía informativa para decidir los grados de riesgo que están dispuestos a asumir al adquirir títulos emitidos por empresas y/o países, y, por ende, son determinantes de las tasas de interés que los mercados terminan exigiendo por la tenencia de esos papeles. A mayor riesgo de impago evaluado desciende su precio y sube el interés que pagan, mientras que una valoración de riesgo bajo (grado inversor, AAA, es la más alta) supone un aumento del precio del título y una reducción de la tasa que sirve. Aun en la actual coyuntura global, los bonos de referencia en materia de calidad crediticia son los emitidos por EEUU y Alemania, buscados por los inversores como valores de refugio durante los picos de volatilidad e incertidumbre.
Pero EEUU no mejora pese a que lo peor de la crisis se desarrolla actualmente en Europa. El miércoles 21 Fitch publicó un informe que incluyó una nueva advertencia sobre una posible degradación de la nota crediticia de EEUU hacia fines de 2013. La empresa considera que el objetivo central del gobierno de Washington debe ser un plan fiable de reducción del déficit presupuestario y estabilización de la ascendente deuda pública. “Sin esta estrategia, la nota soberana se verá probablemente rebajada hacia finales de 2013”, precisa la empresa, que avanza demandando al sistema político un acuerdo sobre el tope de endeudamiento.
Según explicó Fitch, citada por la agencia rusa de noticias RIA Novosti, el volumen del pasivo nacional no es compatible con la máxima nota “AAA” asignada al país, aun teniendo en cuenta otros indicadores más favorables. Esta agencia bajó el mes pasado la perspectiva de la deuda soberana de EEUU de estable a negativa, paso que supone 50% de probabilidad de que la nota de riesgo sea recortada en el correr de los próximos dos años. La empresa dijo basar su decisión en sus crecientes dudas sobre la capacidad de la administración de recuperar la salud financiera del Estado. También en noviembre, el “súper comité” parlamentario conformado por legisladores de ambos partidos, fracasó en consensuar un plan de recorte del déficit presupuestario por 1,2 billones de dólares durante los próximos diez años.
Sol y luna
Este martes, el presidente del Banco Central Popular de China (autoridad monetaria), Zhou Xiaochuan, declaró a favor de reducir la dependencia de los países a las evaluaciones de las agencias extranjeras y de estimular a los grandes bancos de China a potenciar los trabajos de investigación y elaborar evaluaciones de riesgo propias, según consignó RIA Novosti. En ese sentido, precisó que el Ejecutivo de Pekín estudia las vías para impulsar la creación de calificadoras locales de riesgos crediticios, que serían apoyadas por el gobierno.
El anuncio fue realizado durante un foro financiero en la capital nacional y refiere directamente a la decisión política de instrumentar una alternativa informativa a la oferta de las tres grandes agencias estadounidenses. La autonomía de éstas inquieta y disgusta en los sectores de la jerarquía estatal china involucrados con este aspecto de la economía no ajeno a la geopolítica, terreno en el que la conducción de ese país inscribe el modelo de desarrollo que aplica. Claro que la movida no es nueva. En setiembre se instituyó la primera calificadora nacional, China Credit Rating. “Con la rápida expansión del mercado de bonos en China necesitamos agencias de calificación familiarizadas con la situación local”, explicó a la agencia especializada en noticias económicas Bloomberg Lu Zhengwei, economista jefe del Banco Industrial, con sede en Shanghai.
Pero la actuación de las calificadoras ya despertó un importante movimiento crítico en Europa. El presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, opinó este mes que tanto los inversores institucionales como los privados deberían rever su confianza “automática” en las agencias. Ewald Nowotny, miembro del consejo de gobierno del BCE, consideró por su parte que esas empresas se están atribuyendo, cada vez más, un papel de carácter político. El comisario (ministro) de Mercado Interior de la Unión Europea (UE), Michel Barnier, informó por su lado que la Comisión Europea (Ejecutivo del bloque comunitario) analiza la opción de endurecer las exigencias a las agencias para operar en la región, así como la posibilidad de autorizar a los inversores a demandarlas judicialmente y exigirles compensaciones cuando demuestren haber sido perjudicados por sus evaluaciones.
¿Y yogui?
Uruguay presenta una relación deuda/PIB no muy superior a 50% y un déficit fiscal de poco más de 1% del PIB, pero permanece ubicado debajo del grado inversor, reclamado insistentemente por las autoridades de gobierno en declaraciones realizadas a medios locales e internacionales. El ministro de Economía y Finanzas, Fernando Lorenzo, ha lanzado duras evaluaciones a la labor de las calificadoras alegando que sus notas no se corresponden con el éxito y la demanda que obtienen en los mercados mundiales de deuda las emisiones del Estado uruguayo.
La fragilidad del tembladeral financiero europeo es tal que los meros cambios de perspectiva de algunos pasivos por las calificadoras desatan olas de incertidumbre y producen subas de las tasas en cuestión de horas. La incesante presión sobre los rendimientos de los papeles torna inviable el cumplimiento a mediano plazo de las obligaciones soberanas circulantes, incluso para Estados con economías algo más fuertes como las de España, Italia y, según se acumulan indicios con el pasar de los meses, de Francia. El presidente del Eurogrupo, Jean Claude Juncker, definió como “una real preocupación” de la conducción comunitaria la reciente advertencia lanzada por S&P en el sentido de degradar la calificación crediticias a varios países de la eurozona.
Citado por la agencia italiana de noticias ANSA, Juncker se quejó de que ese curso generaría un costo adicional de financiamiento a los países castigados. Aseveró que las medidas anticrisis decididas por la UE serán “probablemente suficientes si se implementan rápidamente y en el modo justo”. En ese punto dio la bienvenida a la posible instrumentación de un tributo regional a las transacciones financieras como “modo de responsabilidad para el sector financiero”. Como el titular de la autoridad monetaria china, Juncker también alentó la creación de una calificadora de riesgo europea que contrapese a las tres estadounidenses. “Podría intervenir con más tacto, eligiendo con mayor conocimiento” el momento para hacerlo, apuntó, para ampliar después: “Lo que más me ha perturbado este año es que las agencias de calificación han anunciado resoluciones o advertencias justo cuando un país estaba empezando a aplicar medidas de corrección o cuando recién lo había empezado a hacer”.