No existen instituciones que desarrollen el potencial que poseen los autistas en el campo deportivo de una manera integral. Las explicaciones parecen empezar a desprenderse de la evolución de la acción física desde la niñez. Según se recoge del libro compilado de Luis Enrique Prego Silva, Autismos, revisando conceptos, en estos niños o niñas existe un desconocimiento en el uso y significación de su cuerpo, lo que se manifiesta en una incapacidad para el salto, la carrera, el uso de los objetos con un fin, en la disminución de la sensibilidad al dolor, al punto de llegar a cometer autoagresiones graves.
Según Prego, quien fuera profesor emerito y figura señera del psicoanálisis y la psiquiatría intanto-juvenil en Latinoamérica, “en el niño autista no existe un aparato psíquico organizado, las pulsiones en general se manifiestan precariamente, sobre todo la pulsión libidinal, que se traduce en el poco o ningún interés que muestran por el entorno, un yo apenas esbozado y un súperyo que no existe”.
Sí hay ejemplos aislados a nivel mundial de la participación en el deporte. Hay récords en natación y también en halterofilia, pero se trata de casos tan inusuales como el del joven estadounidense Jason McElwain, que desde chiquito mostró una gran pasión por el básquetbol. Ya en el liceo entró en el equipo y durante tres años acudió a todos los entrenamientos y partidos. Llevaba la planilla, hacía de alcanza pelotas, aguatero y se cambiaba... pero nunca entraba. Comenzó a hablar a los cinco años y aún hoy en día tiene dificultades para comunicarse: no interpreta el lenguaje corporal y carece de las llamadas habilidades sociales.
Un día los Trojanos disputaron el último partido de la temporada regular ante el Spencerport. El entrenador Johnson premió el arduo trabajo de Jason y lo dejó jugar. A falta de cuatro minutos para el final del encuentro, y con una ventaja de 20 puntos a favor de su equipo, entró en la cancha. Cuando entró la tribuna se vino abajo, y la cazó y se tiró un triple. Nada, centro pasado, se la volvieron a dar, pero de nuevo gatillo y otra vez nadie entró a cabecear. Hasta que en la tercera oportunidad encestó un triple desde siete metros y en los tres minutos restantes clavó seis triples y un doble, sumando 20 puntos, marcando el récord para un basquetbolista de esas categorías.