Desde ayer y hasta el 29 de abril se expondrán en el hall principal del Pereira Rossell y en los pasillos laterales del centro los dibujos de la muestra titulada “El día que nunca olvidaré”. La propuesta reúne pequeñas imágenes compuestas fundamentalmente por chicos de Medio Oriente, de países como Israel, Jordania, Egipto, Turquía y Chipre, y de Estados Unidos y Uruguay. Dentro de poco tiempo se sumarán dibujos de Chile, puesto que la exposición se dirige hacia allí, y la idea es seguir incorporando trabajos realizados por niños y adolescentes de otras partes de la región.

En nuestro país la muestra cuenta con el apoyo de la Embajada de Israel en Uruguay, la B’nai B’rith Uruguay, el Consorcio de Cáncer para Oriente Medio, la fundación Peluffo Giguens y el Servicio Hemato-oncológico Pediátrico del Pereira Rossell.

Desde el interior

Analía Magen, terapeuta en arte que se desempeña en el Departamento Pediátrico Oncológico y Hematológico del hospital Rambam, en Haifa, Israel, coordinó los grupos de trabajo donde los niños hicieron los dibujos que hoy se exhiben.

Magen explicó a la diaria que éstos “reflejan el estado emocional, físico y espiritual de los chicos enfermos de cáncer”. Detalló que la propuesta inicial era un día en sus vidas que nunca olvidarán, día que podía ser “bueno, malo, de miedo, de alegría”.

Pero las ilustraciones expuestas no corresponden sólo a niños enfermos sino que hay algunas que fueron dibujadas por hermanos o padres de los pacientes. “Una vez, la hermana de un paciente dibujó como el día que nunca olvidaría el día en que le hicieran el cumpleaños a ella porque desde que se enfermó su hermano nunca más le habían hecho una fiesta de cumpleaños”, comentó.

Magen demostró que las imágenes sirven de mensaje para las familias y permiten proyectar los sentimientos de los chicos, al tiempo que los ayuda a pensarse a futuro; asimismo aclaró: “Es un recuerdo porque a veces hay chicos que no triunfan en la enfermedad, entonces el dibujo queda como un recuerdo para la familia”.

En cuanto a la técnica utilizada, sostuvo que el arte les proporciona “un lugar seguro”, donde pueden “expresarse sin miedos y sentirse bien ya que [el niño] está haciendo algo de sí mismo, y tiene otra vez el control de algo”.

Extracurricular

La inauguración de la exposición fue en el anfiteatro del hospital estatal. Allí las medidas de seguridad sorprendieron a más de un asistente puesto que revisaron bolsos y carteras para poder ingresar al lugar. El primero en hacer uso de la palabra fue Ney Castillo, director del servicio de Hematoncología del Pereira Rosell, quien reconoció que los esfuerzos hechos hasta ahora permitieron a Uruguay tener “la mayor tasa de curación por cáncer de menores de 15 años en toda Latinoamérica”, comentario que fue cortado por los aplausos del público. Seguidamente agregó: “Pero 80% de los casos de curación no es suficiente, todavía perdemos 20% de nuestros chicos”.

Detalló que el tratamiento médico es acompañado por un montón de actividades extracurriculares, que forman parte de la terapia y hacen más llevaderos los días de los pacientes, que en su mayoría provienen de clases sociales más pobres.

Por su parte, el embajador de Israel en Uruguay, Dori Goren, hizo referencia a lo que representa la muestra: “Es una exposición pequeña que habla de esperanza, que habla de cooperación”, porque “todos saben que en Medio Oriente hay guerras, hay conflicto, hay mucha tensión [...] pero en forma paralela hay muchos proyectos de cooperación”.

En la presentación también se proyectó un video con parte del proceso de trabajo en Uruguay y las instancias previas a que los jóvenes dibujaran. El fruto de las obras puede verse en la muestra; Alejandra, por ejemplo, ilustró su cumpleaños de 15; Juan, de diez años y quien padece leucemia, pintó con sus lápices de colores “El día que Peñarol ganó la copa”; Andrés, también de diez, hizo un dibujo bastante sencillo pero muy emotivo. Se pintó chiquitito junto a su hermano, ambos bajo una nube de la que salían gotas de lluvia: “Ese día yo me enfermé más de lo normal, me desmayé, y mi hermano se quedó llorando. Además estaba lloviendo”, decía junto a la imagen. Jessica, de 16 años, quien tiene un tumor en el sistema nervioso central, fue muy contundente con el texto que acompañaba su obra: “El día que nunca olvidaré será el día que no tenga que venir más al hospital”.

La musicoterapeuta Alejandra Goldfarb fue una de las responsables de coordinar la elaboración de los dibujos en la fundación Peluffo Giguens. En conversación con la diaria explicó que la música es una herramienta que permite “distraídamente trabajar emociones internas, más inconscientes, que desde la palabra, a veces, son más difíciles de expresar”. Compartió que la actividad terapéutica presenta gran complejidad. “A veces es más difícil que la entrada del médico porque el médico entra a la sala y el paciente va a hacer un esfuerzo por sentarse, por responder, por decir lo que le duele. Cuando nosotros entramos, el chiquilín está dolorido, triste o asustado y, sin embargo, tenemos que ir a trabajar con su creatividad, con sus ganas; tratar de que recuerde que puede estar contento igual, y no es tan fácil. ¡Es todo un desafío!”, enfatizó.

Por último, reparó en que los que dedican su vida a la salud de los niños tienen que tener un “temple especial” pero destacó que la tarea es parte de un proceso y fruto de las disciplinas involucradas. “Si yo viniera de vez en cuando con la guitarra, salgo llorando, pero soy parte de toda una estrategia del tratamiento, mi aporte tiene un porqué, una hora y un lugar determinado donde sucede, lo que le da un encuadre, posibilidades de efectividad, utilidad y proyección en el tiempo; más allá de que sí hay momentos que son muy duros y de que tenés que tener la personalidad fortalecida, aunque uno encuentra sus estrategias para cuidarse”.