El segundo en la línea de sucesión al trono de Inglaterra, el príncipe William, se casa hoy con una licenciada en Historia, Kate Middleton, y su boda convirtió en temas de interés para los británicos el menú de los festejos, la negativa del novio a ponerse el anillo de bodas o la historia de la Abadía de Westminster, la iglesia donde se casarán, y también quiénes no fueron incluidos entre los 1.900 invitados.

Entre los ausentes por falta de invitación se cuentan los últimos dos ex primeros ministros británicos -ambos del Partido Laborista- Tony Blair y Gordon Brown. En cambio, sí fueron invitados sus predecesores conservadores, Margaret Thatcher -que se excusó de asistir por razones de salud- y John Major.

Varios parlamentarios laboristas declararon que la exclusión “demuestra favoritismos partidarios”, lo cual sería contradictorio con lo protocolarmente correcto: que la reina Isabel II prácticamente no tenga una dirección partidaria, indicó la cadena británica BBC. En el último antecedente, el casamiento de Carlos y Lady Di, fueron invitados todos los ex primeros ministros vivos de Reino Unido, sin importar su partido.

Desde la casa real se argumentó que los dos ex ministros conservadores pertenecen a la Muy Noble Orden de la Jarretera, a la que pertenecen todos los ex jefes de Estado, y de la cual Blair y Brown aún no forman parte porque tiene cupos limitados y deben esperar a que queden vacantes. Desde la casa real también se ha resaltado que sí se invitó al líder del Partido Laborista, Ed Miliband.

También fue muy criticada la invitación a miembros de la realeza de países considerados tiranías o en los cuales, en los últimos meses se han reprimido en forma violenta las revueltas populares, como la de Bahreim -cuyo príncipe rechazó la invitación-, Arabia Saudita y Suazilandia.

Pero ayer los futuros esposos, como si quisieran frenar las versiones de que en su casamiento “se jugaría a quién es más tirano”, como dijo el grupo antimonárquico Republic, retiraron la invitación del embajador sirio, Sami Khiyami. La cancillería británica, en acuerdo con el palacio de Buckingham, consideró que “a la luz de los ataques de esta semana contra civiles por las fuerzas de seguridad sirias (...) se ha decidido que la presencia del embajador sirio en la boda real sería inaceptable”.