El lunes, la agencia de noticias estatal de Siria, SANA, informó que unos 120 soldados y policías murieron en una emboscada, y de varios ataques de “grupos terroristas” cerca de Jisr al Shughour, una ciudad en la frontera con Turquía. Ayer esa misma fuente acusó a los responsables de esa matanza de haber utilizado vehículos y uniformes oficiales para desacreditar a las fuerzas de seguridad sirias, con el apoyo de los “canales satelitales”. Además, según SANA, luego de los ataques, los cuerpos de las víctimas habrían sido enterrados en fosas comunes para denunciar más adelante su hallazgo y acusar al régimen. La agencia oficial también publicó fotos de los cadáveres.

La versión oficial fue negada por las principales organizaciones sirias militantes por los derechos humanos, que coinciden en hablar de un motín en la interna de las fuerzas de seguridad. El director de la organización siria Insan, Wissam Tarif, aseguró el martes que las 120 personas murieron en enfrentamientos entre las tropas leales al presidente Bashar al Assad y un grupo de soldados desertores.

Otra organización siria, Sawasiah, aseguró que la mayoría de los muertos son civiles o soldados que se negaron a participar en la represión. Un activista presentado como Anwar dijo al diario británico The Guardian, en Líbano -otro país vecino de Siria- que la versión del gobierno es “una mentira” y estimó que es inimaginable que “toda una compañía de soldados profesionales” sea “destruida por gente surgida de los pueblos”.

La agencia de noticias estatal turca, Anadolu, reportó que durante la noche del martes un grupo de 160 sirios, entre ellos mujeres y niños, cruzó la frontera y está ahora en Turquía, instalado en carpas de la Media Luna Roja. Las autoridades turcas indicaron que desde el inicio de las protestas en Siria, hace tres meses, 550 personas escaparon de la represión en ese país cruzando la frontera. El primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, dijo ayer que “en este momento, está descartado cerrar las puertas” a los sirios y llamó al cese de la violencia de ambas partes. Del lado libanés, a principios de abril, había 5.000 sirios refugiados por la crisis.

Varias fuentes advirtieron ayer que habían llegado tropas del gobierno a los pueblos cercanos a Jisr al Shughour, y habitantes de la zona dijeron que unos 40 tanques y vehículos blindados estaban a siete kilómetros de la ciudad. La agencia de noticias Reuters informó que ese lugar, con decenas de miles de habitantes, se transformó en un pueblo fantasma por el temor de su población a las represalias, y que sólo se podían ver jóvenes manifestantes.

Mientras tanto, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas se reunió ayer para intentar adoptar una resolución de condena a la represión del gobierno sirio contra los civiles y exigir que organizaciones de ayuda humanitaria accedan a las víctimas. Otro intento de condena ya fracasó en abril.