Creo que esta historia ya se las conté, y es la que da inicio al mito de la garra celeste. Fue en 1935 cuando los cansados y veteranos ya campeones del mundo, los mejores, llegaron a Lima, a Santa Beatriz, para afrontar una nueva Copa América. Era la primera vez desde el 30, desde la final del mundo que casi genera un conflicto diplomático, y tanto uruguayos como argentinos determinaron que no usarían sus ya clásicas camisetas.
En Perú, esperaban con ilusión y cierta admiración a los campeones, pero en cuanto no vieron el juego florido de aquellos cracks empezaron a mofarse. Así, casi de arrastre, Uruguay llegó al último partido, apenitas, y Argentina con sus jóvenes goleadores llenándoles la canasta a todos. El final de la historia del Sudamericano de Perú ustedes ya lo conocen o lo imaginan.
En un proceso distinto pero marcado por los sueños, la coherencia, el trabajo y la preparación, Uruguay se sacó de arriba a Perú y volvió a meterse en la final de un campeonato del que ha sido dominador histórico. Ninguno de los dos especuló o puso pausa al comienzo, y los dos trataron de meter presión sobre la posesión de la pelota. Se empezaba a apreciar ya de arranque un posicionamiento distinto a la línea de cuatro en Uruguay, sorprendiendo y haciendo el juego más llevadero en la mediacancha.
El primer tiro al arco fue de los peruanos tras jugada preparada. Yotún le pegó duro y Muslera contuvo bien. Enseguida, Luis Suárez se acomodó para quedar solo en pelotazo largo y no se sabe qué cobró el asistente Efraín Castro, que anuló la jugada. Iba a ser el primero.
A pelota seguida, una falta ejecutada por Forlán derivó en los pies de Suárez, que no pudo sacudir bien su derecha y se le fue afuera. Qué veneno tienen las pelotas que manda Forlán. No son centros, son puñaladas que hieren en el área contraria.
¿Y viene o no viene?
Ya a los diez minutos mandaba Uruguay y maduraba el gol. La receta era presión, neutralización del rival y salida rápida y directa al arco de enfrente. Se notaba que a los futbolistas les costaba mucho afirmarse en una cancha en condiciones desastrosas aunque todo se viera verde.
El Mono Pereira recibió una pelota azucarada y entró a enganchar para un lado y para otro, y casi llega. De óbol nomás, después se la tiraron a Suárez que la peinó y Palito se la llevó por delante sin poder colocarla en el arco de Superman Fernández.
Era tiempo de que se pudiera plasmar en gol la diferencia de juego, de protagonismo y de expectativas que había sobre el terreno. Con la pelota en los pies y en avance, Uruguay sorprendía con tres en el fondo, dándole mucha presencia a su mediacancha con gran protagonismo del Mono Pereira por la derecha.
A los celestes les costaba una feliz administración de la pelota, un poco por no poder hacer el juego vertical y rápido que tanto éxito le ha dado con Suárez y Forlán, otro por la cancha, y otro porque no es fácil desarmar un establecido y primario sistema básico de defensa que acumula piernas en su cancha, si no se rompe el registro del juego esperado o usual. Un gol y dos casi goles anulados más jugadas de latencia de conversión nos condujeron al final del primer tiempo sin conseguir la ventaja esperada y deseada.
Otra vez en la segunda parte se ajustó el juego de los de Tabárez y se obtuvieron los resultados.
Maduró
P>Nuevamente maduraba la conquista que hiciera la diferencia. Una vez más, Maxi Pereira subió muy bien, forzó el córner, pero la jugada volvió a finalizar en falta de ataque -perdí la cuenta-. El tiro libre lo ejecutaron mal y la pelota cayó en pies celestes. Forlán la agarró, la quiso y avanzó para sacar un buen zurdazo que Fernández contuvo a medias, abajo y a su izquierda, pero en el rebote Suárez llegó para juntarla con la red con una definición de las suyas.
Pero no fue todo. Palito recuperó al borde de nuestra área, trasladó, hizo pared con Forlán y de atrás de la mitad de la cancha levantó la cabecita para habilitar en forma exquisita a Suárez, que también la hizo notable. Picó justo y cuando quedó cara a cara con el arquero le tiró el enganche hacia la derecha para quedarse con el arco libre y definir el segundo de la noche y el segundo suyo (tercero en la Copa).
Los goles dieron el espacio y la tranquilidad necesarios para llevar el juego de manera más acorde a lo que se podía esperar. Los uruguayos cambiaron un poco el esquema del juego sabiendo que Perú debía arriesgarse y redoblaron el esfuerzo en mediacancha, disparando el contragolpe.
Yo te digo una cosa: ¡cómo juega ese Guerrero! Porque Perú fue flor de rival, muy peligroso en ofensiva aun perdiendo, y enalteció la victoria del equipo celeste, que otra vez está en la final.
No será fácil, pero el sueño sigue. En el camino está la recompensa, pero en las estaciones también hay premio, o un besito, un piquito a la gloria.