El domingo encontró a Nueva York con varias calles cerradas cerca de la "zona cero", donde diez años atrás, el 11 de setiembre de 2001, dos aviones se estrellaron contra las Torres Gemelas. Las medidas de seguridad se extremaron porque el gobierno anunció que existía una amenaza "creíble y específica", aunque no "corroborada", de que Al Qaeda planeaba un nuevo atentado en el país durante el aniversario.

Bajo vigilancia, la ciudad albergó el acto central por el 11 de setiembre, en el que también se inauguró el parque construido en la "zona cero" para recordar a las víctimas. Allí hicieron un minuto de silencio el presidente Barack Obama y su antecesor George W Bush. En esa ceremonia, Obama leyó el salmo 46 de la Biblia: "Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida y se traspasen los montes al corazón del mar".

Desde Nueva York, Obama viajó a Shanksville, Pensilvania, para rendir homenaje a las víctimas del vuelo 93, que también había sido secuestrado por terroristas, pero que se estrelló sin que lograran atacar con él otro objetivo, que se supone, era el Capitolio, en Washington.

El presidente visitó luego el Pentágono para rendir homenaje a los 184 muertos en ese edificio, que también fue un blanco en 2001. Aquel año, fue Bush quien habló de Dios y prometió una "cruzada" contra el terrorismo. Dividió a los países entre sus aliados y el "eje del mal", y lanzó dos guerras que no terminan, en Afganistán y en Irak.

En guerra I

Un mes después de los atentados, Estados Unidos (EEUU) invadió Afganistán en busca de Osama bin Laden y de otros dirigentes de Al Qaeda. Al lanzar la "Operación Libertad Duradera", junto a Reino Unido, la administración Bush argumentó que el régimen del Talibán, que gobernaba el país, liderado por el Mulá Omar, albergaba terroristas.

Desde entonces se desconoce el paradero de Omar, y Bush tampoco logró encontrar a Bin Laden. Recién hace cuatro meses, el 1º de mayo, el gobierno de Obama anunció que encontró al líder de Al Qaeda. De acuerdo al presidente, un comando militar de elite mató a Bin Laden en Pakistán, sin alertar a este país de la operación.

En Afganistán, ahora bajo el gobierno de Hamid Karzai, el Talibán sigue presente en forma de milicias insurgentes, que todavía muestran su capacidad de acción. Hace un par de días, el sábado, atacaron una base de la OTAN con un camión bomba y dejaron 89 militares heridos, 50 de ellos estadounidenses. Todavía hay 133.000 soldados extranjeros en territorio afgano, y el objetivo de Washington es que se retiren en 2014.

Meses atrás, el gobierno de Karzai y EEUU reconocieron que mantienen negociaciones con dirigentes del Talibán con los ojos puestos en el fin del despliegue de militares extranjeros en el país, previsto para 2014. Para reducir la violencia en Afganistán y ordenar la retirada, el objetivo de EEUU es lanzar "una ofensiva diplomática para que este conflicto avance hacia un resultado político que destruya la alianza entre el Talibán y Al Qaeda, termine con la insurrección y contribuya a crear no sólo un Afganistán más estable sino una región más estable", dijo Hillary Clinton este año.

Desde 2001 murieron en Afganistán 1.750 soldados estadounidenses, según coinciden los recuentos realizados por varios medios de prensa. Sin embargo, la estadounidense Brown University indicó en un informe que la cifra asciende a 2.706. En total, según los números de esa universidad, murieron en esta guerra 33.877 personas, incluyendo soldados de los 48 países que participan en la misión de la OTAN, insurgentes afganos, pero también civiles. El número de afganos desplazados a otros países por el conflicto suma cinco millones, según datos de ACNUR, la agencia de las Naciones Unidas (ONU) para los refugiados.

Durante el fin del Ramadán, el 30 de agosto, el presidente afgano, Hamid Karzai, pidió al Talibán que deje las armas para sumarse a estas negociaciones. Un día después, se difundió un mensaje atribuido al Mulá Omar, en el que descartó colaborar, y rechazó participar de una conferencia de paz convocada para diciembre en Bonn. Aseguró que "la retirada de las tropas extranjeras es la condición previa para cualquier tipo de negociación", y señaló así el camino inverso al que quieren seguir el gobierno afgano y el estadounidense, que primero buscan el acuerdo para que luego las autoridades locales se hagan cargo del país.

En guerra II

La política de seguridad lanzada por Bush después de los ataques también dio origen a la guerra de Irak. En enero de 2002, Bush incluyó a ese país en el "eje del mal", junto a Irán y Corea del Norte.

En marzo de 2003, en una cumbre en las islas Azores, Bush y sus aliados Tony Blair, el primer ministro británico, y José María Aznar, el presidente español, dieron un ultimátum al gobernante iraquí, Sadam Hussein, para que dejara el poder. Hussein no lo hizo, y el 20 de marzo su país fue atacado por esa coalición. El 9 de abril fue derrocado el gobierno de Hussein y el 1º de mayo Bush anunció el fin de "las principales operaciones militares" en Irak, pero la guerra continuó. Incluso hoy persiste la violencia interna y se mantiene una presencia militar estadounidense en ese país, cuyo gobernante fue capturado, juzgado y ejecutado.

Las cifras en Irak son aún más desalentadoras que las de Afganistán. Según el estudio de la Universidad de Brown, murieron en el país más de 100.000 personas en el marco de la guerra, entre ellas 4.792 soldados estadounidenses. Además, el conflicto armado dejó más de dos millones de refugiados en campamentos en el exterior.

La invasión a Irak estuvo justificada por el argumento de que Hussein tenía "armas de destrucción masiva", que nunca aparecieron. En ese entonces fue Colin Powell, secretario de Estado, el encargado de presentar la denuncia contra Irak en la ONU con algunas fotografías y un frasco que, supuestamente, contenía ántrax. En 2005, Powell reconoció en una entrevista con Barbara Walters que su discurso ante la ONU había sido "un episodio doloroso" en su vida "que quisiera borrar".

Del 11-M al 7-J

Aznar y Blair le dieron a Bush un respaldo internacional del que carecía para atacar Irak, porque no había logrado una resolución de la ONU a favor de ese invasión.

En los años siguientes los españoles y los británicos también sufrieron atentados en sus países. El 11 de marzo de 2004, diez explosiones contra el sistema de trenes de Madrid dejaron 191 muertos y 1.841 heridos. El ataque se atribuye a terroristas islamistas, pero la primera reacción del gobierno de Aznar fue la de insistir en que el responsable era el grupo armado independentista vasco ETA. Esa insistencia fue percibida por la gente como una mentira de parte del gobierno del Partido Popular, que ya era cuestionado por embarcar al país en una guerra que la mayoría de los españoles no quería. Tres días después, el 14 de marzo, el oficialismo fue castigado en las elecciones, cuando ganó el candidato del Partido Socialista Obrero Español, José Luis Rodríguez Zapatero.

Un año más tarde, el 7 de julio de 2005, fue cometido otro atentado atribuido a islamistas, esta vez en la capital británica. Cuatro explosiones en el metro y en un ómnibus en Londres dejaron 56 muertos y 700 heridos.

También Blair sufrió una caída de su popularidad por su alianza con Bush, y a eso se debió que en junio de 2007 dejara el cargo y el liderazgo de su Partido Laborista en favor de su ex ministro de Finanzas Gordon Brown.

El vengador

Actualmente, Colin Powell está fuera del foco público. No así el vicepresidente de Bush, Dick Cheney, a quien muchos consideraban el cerebro detrás de la "cruzada" de Washington y que, recientemente, publicó sus memorias bajo el título In my time: A personal and political memoir (En mi época: Una memoria personal y política).

A partir del ataque a las Torres Gemelas, asegura Cheney en el libro, "el objetivo de mi mandato estaba claro [...] Alguien se había atrevido a atacar EEUU. Iban a pagarlo". Cuenta que horas después de los atentados ya tenía la certeza de que había que invadir Afganistán, y que días después afirmó que era importante enfrentarse a Irak.

El ex vicepresidente, que es señalado como el "halcón" que animó al presidente Bush en las dos guerras, reitera en su libro su defensa al uso del método de tortura conocido como "submarino" para interrogar detenidos. Además agrega: "Las personas a las que se sometió al submarino aquí [en EEUU] no eran ciudadanos estadounidenses".

Pese a tener muchos críticos, Cheney continúa siendo un importante referente en la interna republicana. La publicación de su libro motivó a que Amnistía Internacional reclamara al fiscal general estadounidense Eric Holder que se abra una investigación criminal contra el ex número dos de Bush por su papel en las detenciones ilegales y la práctica de tortura.

Un modelo

La ilegalidad en la "lucha contra el terrorismo" de Bush incluyó vuelos secretos de la CIA para trasladar prisioneros a distintas cárceles clandestinas, los interrogatorios defendidos por Cheney y la emblemática cárcel de Guantánamo.

Definida por Cheney como "una instalación modélica -segura, inatacable, digna- donde los detenidos tienen acceso a televisión, libros, periódicos, películas, deportes y ejercicios a su elección", la prisión de Guantánamo es una de las consecuencias más controvertidas del 11 de setiembre.

En enero de 2002, y por decisión de Bush, comenzó a albergar a sospechosos de terrorismo que fueron sometidos a torturas -tal como Cheney reconoce en sus memorias y el FBI en documentos liberados en 2007- y juzgados en tribunales militares especiales creados con ese fin, que fueron declarados ilegales en junio de 2006 por el Tribunal Supremo de EEUU.

Cuando asumió Obama, en enero de 2009, dispuso el cierre de esa cárcel, pero la decisión nunca se ejecutó porque el Congreso se opuso a votar una solución para que los presos alojados allí fueran trasladados a Estados Unidos y juzgados en tribunales comunes.

Guantánamo alberga hoy a 171 "enemigos combatientes" -según las autoridades militares- y Obama se ha conformado con dictaminar que el régimen de detenciones que se les aplica sea "legal, sostenible y conforme a principios", hasta que el cierre del centro de reclusión sea posible. Según dijo el viernes el asesor de la Casa Blanca para la lucha antiterrorista, John Brennan, la administración Obama "no llevará más gente a Guantánamo". Pero a la que queda se le agota la paciencia. El sábado, informó la BBC, el último preso británico que queda en esa base estadounidense en Cuba comenzó una huelga de hambre por lo que considera un trato "inhumano".

Otro modelo

Bush también tuvo su frente de guerra interno tras los atentados. Días después del 11 de setiembre aprobó la Ley Patriótica que amplía la autoridad del gobierno. Con ella, dispuso la reducción de libertades civiles tanto de estadounidenses como extranjeros, que pueden, por ejemplo, ser detenidos como sospechosos de ser "terroristas solitarios". A su vez, esta normativa da el marco para que manifestaciones contra la guerra u otras formas de activismo -así como la desobediencia civil- puedan ser catalogadas como "terrorismo interior".

La misma legislación habilita al gobierno y a los servicios de inteligencia a realizar escuchas telefónicas, revisar archivos financieros de ciudadanos comunes y organizar búsquedas secretas de personas, entre otras medidas. La legislación fue renovada a fines de mayo por la administración Obama.

La red

El anuncio del asesinato de Bin Laden fue señalado por muchos especialistas como el principio del fin de Al Qaeda. Primero se nombró un líder interino, para no dejar a la organización terrorista sin ningún guía, pero semanas después se confirmó que quien llevaría las riendas del grupo sería el número dos de Bin Laden, el egipcio Ayman al Zawahiri.

Pero la muerte de Bin Laden también terminó con su mito de inmortalidad y con una figura emblemática de la organización. Además, en la casa de la ciudad de Abbottabad en la que vivía, se incautaron miles de correos que reorientaron la lucha de Estados Unidos y sus aliados. Así, se comenzó una sangría en los altos mandos de Al Qaeda, y tres de sus jefes regionales fueron eliminados: Ilyas Kashmiri y Attiyá Abd el Rahman en Waziristán, Pakistán, y Fazul Abdulá Mohamed en Somalia.

Las apuestas por el liderazgo de Al Zawahiri no son muchas, en especial cuando la organización terrorista es cada vez más dependiente del funcionamiento de las decenas de células que operan en distintos países, que son autónomas, y que si bien juraron lealtad al nuevo líder pueden incrementar su independencia.

Punto de partida

En la llamada “nueva zona cero”, en Nueva York, está previsto que en 2016 se inauguren cuatro torres que sustituirán a las que fueron derrumbadas, pero ayer se inauguraron las dos enormes fuentes con forma de piscina que conforman un memorial para recordar a las víctimas (ver foto en página 9), y se sitúan exactamente donde se levantaban las Torres Gemelas.

En los costados del memorial figuran los nombres de las 2.977 personas que murieron durante el ataque del 11 de setiembre de 2001, y también las víctimas del ataque que sufrieron en 1993, lo que suma 2.983 nombres. Están ordenados según “adyacencias significativas”. Cada nombre está cerca del de otra persona de la cual era allegada; así, por ejemplo, los 343 bomberos que murieron ese día están dentro del mismo grupo.

Se estima que nueve millones de personas se acercan cada año a la “zona cero”, y el lugar se ha convertido en los últimos diez años en un sitio de referencia que es visitado por los turistas, a tal punto, que pasó de tener seis hoteles en los alrededores a tener 18.

La reinauguración de la “zona cero” incluyó polémicas por la tardanza y el costo de las construcciones, que será de 11 millones de dólares. Pero el centro de las críticas fue la iniciativa de instalar una mezquita. Ayer, fuera de la zona de exclusión que rodeaba el memorial, varias personas protestaban contra esa construcción y aseguraban que instalar allí un lugar de culto es una ofensa para las víctimas.

Ayer, en el cierre de las conmemoraciones, Obama brindó un discurso en el que citó las palabras de su antecesor: “Después del 11 de setiembre, el presidente Bush dejó muy claro algo que reiteramos hoy: Estados Unidos nunca librará una guerra contra el Islam ni ninguna otra religión”.