Sí, guacho, no jodas más. Yo te llevo, sí, pero escuchame. Vos sabés que yo empecé a ver al Peñarol de los negros, el de Spencer y Joya, con el Pardo Abadie, viejo y canoso pero dejando el surco por la línea derecha. Mirá, pibe, vos no sabés lo que eran los megatónicos remates de Pedro Virgilio Rocha según decía el ultrapachequista Heber Pinto, “el relator que televisaba con la palabra”. Escuchá, botija, ¿vos sabés lo que eran esos nenes? ¿Vos sabés lo que era Mazurka en el arco? Vos aparecías ahí, en la Olímpica, ponele, y te caías de culo de ver a esos nenes remando. Y te pasaban por arriba, te juro que te pasaban por arriba.

Preguntale a Amadeo Carrizo -“Amadeo, Amadeo, ¿dónde estás?, que no te veo”-, a ver si no la quiere parar de pechito otra vez cuando en el 66, como dijo el gran Carlos Solé, “Cortés a Rocha, ahí estáaa… cabeceó… goool, goool, goool de Peñarol Rooocha, Rocha a los cuatro minutos del último chico… Se quedó quieto Carrizo… Váyanse preparando los peñarolenses… está este campeonato ganado y ganado -si ustedes me permiten la expresión, que no es académica, pero para serles más gráfico-, ganado a lo macho”.

¡No, pibe no, cómo voy a haber visto al Maestro Piedibene! No lo vi al Piendi, pero es como si hubiese estado en el Parque Central el día en que el Maestro hizo revolcar por el piso el invicto del Divino Zamora con su Deportivo Español.

Quedate quieto, no saltes más, mirá si iban a saltar así los que venían al estadio en el 49 a ver la delantera de Ghiggia, Hobberg, Cotorra Míguez, Pepe Schiaffino y el Patrullero Vidal. Dicen que eran maravillosos.

¿Qué decís? ¿Que ya vamos 2-0? Ni me di cuenta. ¿Y quiénes hicieron los goles? El Negro Zalayeta y el Chiquito Zambrana. ¡Mirá qué bien! Pero vos querías saber cuándo yo empecé a venir solo al estadio, cuando el reinado del Nando. ¡Qué jugador el Nando! Así como lo ves ahora, sí, ese que está ahí, no sabés lo que era ese tipo. Infernal. Único. Y Víctor Hugo te hacía el show y te llevaba al Tigre Young el día que el Nando le quitó el récord y te ponías unos Di Varali, te comías unas pastillas Nican y te daba la Orient. Te agarraba el Negro Peruena allá atrás y no sabés, ni te digo del Bombón González, el Pelado Acosta y Ramón Silva: eran una máquina de picar carne. Y el formoseño Nelson Quevedo era una fiera jugando para el Nando.

¡Uh, ya terminó el primer tiempo! ¿2-0? ¿Che, pero estos de San Lorenzo son los titulares?

Y los del 82... No sabés lo que era eso. Porque “a Morena lo traemos todos porque todos somos Peñarol”. Vos no sabés lo que fue el partido en Río con Flamengo. ¿Y el Chicharra Ramos? ¡Qué jugador el Chicha! ¿Te acordás del centro que le metió al Nando para ganar la Copa en el 82? “Morena, fútbol y gloria, el goleador de toda la historia”.

Che, botija, ¿será el olor a marihuana que me esta haciendo alucinar o ese canoso que está jugando no es Morena, pero pará, ¿y el gordito medio pelado no es Ruben Paz, el maestrito del Cuareim? ¡Pero ahí está Bengoechea! ¿Y ese rubio no es el Marujo Otero?¡Mira cómo corre el Marujo!

¿Que ya terminó? 2-0 nomás.

Y es así. Una maravilla.

Serás eterno como el tiempo y renacerás en cada primavera.